Sábado Mariano
A Cristo por María
“En nuestra peregrinación terrenal, María es la bíblica «columna de fuego» que nos ilumina, es la «estrella que nos guía» hacia la patria celestial, el «puerto seguro» en el que encontrar consuelo y refugio. Guiados por ella, los creyentes avanzan con confianza, conscientes de su presencia dulce que constantemente lleva a Cristo.” Juan Pablo II
Si estamos unidos a María, estaremos más unidos a Jesús
Como dice San Luis María de Montfort, la devoción a la Virgen María es un medio privilegiado «para encontrar a Jesucristo perfectamente, para amarlo tiernamente y servirlo fielmente.» (VD 61) Cuando contemplamos a María y la ternura con que trata a Jesús, nuestra contemplación se vuelve en súplica a Dios: ¡Que pueda amarte así!
«Cada vez que piensas en María, María piensa en Dios por ti. Cada vez que veneras a María, María alaba y honra a Dios. María es toda relativa a Dios, perfectamente la llamaría la relación de Dios, que no existe sino en relación a Dios, o el eco de Dios, que no dice y no repite sino a Dios. Si dices María, ella repite Dios. Santa Isabel alabó a María y le dijo bienaventurada por haber creído. María, el eco fiel de Dios, entonó: Mi alma glorifica al Señor. Lo que hizo María en aquella ocasión, lo repite todos los días. Cuando es alabada, amada, honrada o cuando recibe alguna cosa, Dios es alabado, Dios es amado, Dios es honrado, Dios recibe por las manos de María y en María» San Luis de Montfort (Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María. S. Luis Ma. Grignon de Montfort, 225)
Es una realidad el cariño de tantos cristianos a la Madre de Jesús y ese cariño es una correspondencia de amor, una muestra de agradecimiento filial. Porque María es parte de la revelación máxima del amor de Dios: la Encarnación de su Hijo, que se hizo hombre como nosotros y cargó con nuestras miserias y pecados.
La Madre de Dios es también realmente, ahora, nuestra Madre porque así lo quiso el Señor, tal como lo leemos en el Evangelio de Juan:
“Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.” Juan 19, 25-27
Juan, el discípulo amado de Jesús, recibe a María en su casa y en su vida. Los Padres de la Iglesia han visto en esas palabras una invitación para que nosotros también recibamos a María en nuestras vidas.
María es nuestra Madre, camina con nosotros, está atenta a nuestras necesidades, incluso se adelanta a nuestros ruegos y viene en nuestra ayuda. Por ello, si miramos nuestra vida, es sencillo ver cómo en ella se revela la misericordia de Dios, y podemos sentirnos hijos e hijas de María de un modo muy especial.
Porque María es Madre, su devoción nos enseña a ser hijos: a amar de corazón, a ser sencillos, compasivos, alegres y esperanzados. Y si caminamos de la mano de la Virgen Santísima, nos sentiremos hermanos de todas las personas: porque todos somos hijos de ese Dios del que María es Hija, Esposa y Madre.
María, Nuestra Madre, es para nosotros ejemplo y camino. Nos dice el Evangelio de Juan, en el relato de las bodas de Caná, que María les indica a los sirvientes – y a nosotros – “Hagan todo lo que él les diga” (Juan 2,5). María nos muestra el camino a Jesús para que cada uno de nosotros pregunte: ‘Señor, ¿qué quieres que haga?’
Tengamos cada día con La Virgen Santísima gestos de hijos, detalles pequeños, atenciones tiernas. Podemos estar con María con absoluta naturalidad y espontaneidad, como con nuestra propia madre, pero además hay algunas prácticas de piedad que nos ayudan:
- Rezar el Avemaría al comenzar y al terminar el día;
- Rezar el Ángelus, o el Regina Coeli en tiempo pascual, al mediodía;
- Rezar un misterio del Rosario o el Rosario completo durante el día;
- Saludar con la palabra o el pensamiento la imagen de María;
- Dedicarle a nuestra Madre del Cielo un día de la semana – el sábado -, ofreciéndole alguna pequeña delicadeza y meditando más especialmente en su maternidad.
Los invitamos a compartir a partir de hoy, una oración, una meditación o una canción para nuestra Madre, como un gesto de amor. ¿Nos acompañas a buscar a Cristo por María cada Sábado Mariano?