De la Primera Carta de Juan, capítulo 4, versículo 7: “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.”
Aquí estoy, Señor, frente a vos, en el Santísimo. ¡Aquí estás! Aquí está Dios y estoy con Él, en su presencia amorosa.
Te miro y sé que me miras con amor. Tu mirada se posa en mí y suavemente entra en mi corazón y mi alma. Te miro y quiero entrar en vos, quiero entrar en tu amor.
Sé que me amas incondicionalmente, que me amaste primero y me amas siempre y me esperas, aunque yo esté lejos de vos, aunque me empeñe en no escucharte, en no seguirte… Dios, te pido perdón por olvidarme tantas veces de tu inmenso amor, de tu ternura, de tu misericordia. Perdóname por olvidar que en cada sagrario, en cada adoración, en cada misa, cada momento de oración puedo recibir tu amor. ¡Señor, aumenta mi fe!
Señor mío y Dios mío, que busque alimentarme cada vez más de tu amor. Que te pueda ver también en los pequeños gestos de los demás cada día. Que pueda ver a mi familia, a mis amigos, a mis colegas con tu mirada… Que te perciba aún en esa persona a quien me cuesta querer, en quien que me causa enojo o desaprobación, en quien me molesta o me rechaza. Señor, ayúdame a amar y a demostrar tu amor, a través de la aceptación del otro, a través de mi disponibilidad, de mis acciones.
Quiero amarte como vos me amás, pero necesito de tu gracia.
Amén
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