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“La memoria de Mollie Tibbetts no merece esto”

por Jaime Septién
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La familia de la joven asesinada protesta ante el uso del caso por Trump para justificar el muro con México

Esta semana, tras los informes sobre pederastia en las diócesis de Pensilvania, la atención de los estadounidenses se dirigió a un pequeño poblado rural de Iowa, donde, tras poco más de un mes de búsqueda, fue hallado tanto el cuerpo sin vida de la jovencita Mollie Tibbetts (20), como su asesino, ya confeso, el indocumentado de origen mexicano Cristhian Bahena Rivera (24).

La tragedia sucedió en Brooklyn, una pequeña comunidad del condado de Poweshiek, situada a una hora al este de Des Moines, capital del Estado de Iowa. Entre el lunes y el martes pasados quedó esclarecido el crimen. Mollie había salido a trotar por la tarde del 18 de julio y Bahena la siguió en su coche. En un momento determinado, ella le dijo que la dejara en paz, sacó su celular y amenazó con llamar a la policía.

Fue suficiente. Bahena, que trabajaba en una granja cercana a Brooklyn, la persiguió, la golpeó hasta darle muerte. Luego la llevó a veinte kilómetros de distancia de la escena del crimen, hasta un maizal donde dejó el cuerpo boca arriba y la cubrió con hojas. Un video de seguridad entregado por un vecino a las autoridades –en el que se ve el auto de Bahena merodeando a Mollie mientras trotaba— fue la pista que llevó a la policía hasta el asesino.

En estos momentos, Bahena (originario de un pueblo llamado El Guallabillo, en el Estado de Guerrero, México) está en fase de declaración en el juzgado del condado de Poweshiek para su presentación en la corte de Montezuma, Iowa. Sin embargo, ha desatado una corriente de condena que se extiende hacia los mexicanos indocumentados de Estados Unidos, que podría tener consecuencias graves.

Si ya en sí mismo el asesinato de la joven estudiante de la Universidad de Iowa es un episodio de horror, las declaraciones del presidente Donald Trump podrían convertirlo en un tema de odio racial.

“Mollie Tibbetts, una mujer joven increíble, ahora está permanentemente separada de su familia”, dijo Trump en un video publicado en tuiter. “Una persona vino de México ilegalmente y la mató. Necesitamos el muro, necesitamos cambiar nuestras leyes de inmigración, necesitamos cambiar nuestras leyes fronterizas, necesitamos que los republicanos lo hagan porque los demócratas no van a hacerlo”. El miércoles se había referido a esto mismo en un encuentro con republicanos en Virginia del Este.

Para los familiares de Mollie, el dolor de la pérdida se ha agigantado ante la politización del caso, tras las declaraciones del presidente. Un primo segundo de Mollie, Sam Lucas, acusó al presidente y a sus seguidores de usar como arma política el asesinato realizado por un indocumentado. En un tuit, Lucas dijo: “Atención trumpistas: la muerte de Mollie no es propaganda política para justificar su obsesión de ‘construir el muro’”.

Esta es una de las más firmes promesas de campaña de Trump –construir el muro en la frontera con México—promesa que hasta el momento no ha cristalizado porque el Congreso se ha negado a darle los recursos que necesitaría para hacerlo. Y se acercan las elecciones intermedias, a celebrarse en noviembre próximo…

“El presidente ha convertido la inmigración en personas simplemente buenas, personas malas y un muro”, dijo Christopher Kerr, director ejecutivo de la Red de Solidaridad Ignaciana. “Los inmigrantes son madres y padres e hijos. Están en las mismas escuelas, compran en las mismas tiendas de comestibles que nosotros. No son violadores ni criminales ni veneno, como ha dicho el presidente”.

Datos del Centro de Estudios de Migración (CMS) en Nueva York confirman que los inmigrantes, legales o indocumentados, tienen menos probabilidades que los nativos estadounidenses de cometer delitos graves. “Las comunidades de inmigrantes se encuentran entre las más seguras de la nación”, dijo Kevin Appleby, director sénior de política internacional de inmigración para el CMS, a la revista *America* en un correo electrónico.

De 1990 a 2013, el número de inmigrantes indocumentados que viven en Estados Unidos aumentó de 3.5 a 11.7 millones de personas. Sin embargo, la tasa de delitos violentos en Estados Unidos disminuyó en 48 por ciento durante el mismo período, según datos del FBI.

La idea de que casos como el asesinato de la Mollie Tibbetts por un inmigrante indocumentado se están volviendo más comunes (y que todos los migrantes, especialmente los mexicanos, son “violadores y asesinos”) no está respaldada por estas tendencias estadísticas.

“Este es un crimen y tragedia horrible, y se debe hacer justicia”, dijo Appleby sobre la muerte de Mollie. “Sin embargo, tal tragedia no debería usarse para condenar a todos los inmigrantes por el acto de una persona o para deshumanizarlos colectivamente”.

Publicado originalmente en: Aleteia.org 

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