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Porque con María hasta el cielo no paramos

por Editor mdc
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Especial de Navidad 

Los días previos a la Navidad por lo general nos la pasamos pensando en el festejo. Organizamos con quién nos vamos a reunir, qué vamos a comer, qué regalos vamos a hacer, a qué familiar no queremos ver. Los niños, por su parte, preparan sus cartas a Papá Noel. En el marco de la pandemia, para muchos los regalos no existirán y los festejos se reducirán.

 Con todo, ¿cuánto pensamos en el verdadero sentido de la Navidad? ¿Tenés presente a Jesús en tu mesa navideña? ¿Te acordás del día de su nacimiento? ¿Esperamos la llegada del niño Dios, nuestro Salvador, como lo hizo nuestra Madre María? 

En ansiar encontrarnos con Jesús, María es nuestro modelo. Ella lo recibió en su mente, en su corazón y en su seno.  En estas fechas, estamos invitados a buscar a Jesús, que es la luz del mundo. Acoger a Dios en nuestro corazón y como una vez me dijeron: ser don para los demás. Es decir, intentar ser mejores personas, brindarnos al otro. 

A pesar de que el balance de este año para gran parte de la sociedad no sea bueno, debemos seguir poniendo nuestra confianza en Dios. Si nos caímos, levantarnos y volver a empezar. Si nos cuesta, no dejar de intentar. Es en la confianza en la providencia donde reside nuestra fuerza aunque haya un precipicio en frente. 

Es los momentos de incertidumbre, recordá pensar ¿que haría Jesús en mi lugar? En esto, nuestra Mamá María es también nuestro ejemplo, porque sin entender creyó en los planes de Dios. Así como la Virgen dio el Fiat cuando el Arcángel Gabriel le anunció que por medio del Espíritu Santo iba a ser la madre de Jesús (Lc. 1, 26-28), Dios nos pide que en cada circunstancia de la vida demos nuestro “sí» a su amor.

María no solo nos lleva a las puertas del cielo, llegamos a Jesús por medio de María; y a través de Jesús al Padre Celestial. Él que nos creó por pura bondad, que es tan papá y quiere lo mejor para nosotros, al punto de que nos envió a su Hijo Único para redimirnos.  

Además, María intercede por las necesidades de cada uno de sus hijos, lo vemos claramente en las bodas de Caná (Jn. 1, 1-11). En esa oportunidad, ella intervino diciendo “hagan todo lo que Él les diga” y hoy nos dice esa misma frase a nosotros. Dejate guiar por Él así como la estrella guio a los Reyes Magos hasta el pesebre de Belén. También fueron al encuentro de Jesús los pastores luego de que el ángel del Señor se les apareció y les anunció el nacimiento de Jesús (Lc. 2, 1-20). Ellos fueron los primeros en conocer la Buena Noticia, unos pobres pastores que cuidaban de su rebaño y fueron a toda prisa a encontrarse con el niño Dios. 

Si queremos tener un encuentro personal con Jesús, tenemos que intentar practicar la humildad. Caminar con el corazón desprendido de las cosas innecesarias, de nuestro ego, de todos los impedimentos o paredes que nosotros mismos nos ponemos. Estar abiertos para recibir al Salvador.

La Madre dio su “sí» sin imponer condiciones ni querer acomodar la situación a su manera. Al consagrarse como Esclava del Señor, nos enseñó a aceptar la voluntad divina. Por otra parte, al enterarse de que su prima Isabel, que era mayor y estaba embarazada de seis meses, necesitaba ayuda, María salió a su encuentro. Ella, que estaba embarazada del Hijo de Dios, no se quedó quieta. La lección es que debemos acompañarnos mutuamente, a ejemplo de María. 

Si hago un balance en esta Navidad, a pesar de todas las complicaciones, doy gracias a Dios por este año. Como nuestra Madre nos enseña mejor que nadie en el Magnificat (Lc 1, 45-55), es hermoso conversar con Dios para agradecerle, alabarlo y glorificarlo por todo lo que nos da.  

María llevó nueve meses en su vientre a la Luz del Mundo y estuvo presente en la vida de Jesús meditando en su corazón todo lo que nos comprendía. Firme, siempre orando. Nosotros también debemos “meditar la Palabra de Dios y ponerla en práctica” (Lc 11, 27-28), para ser instrumentos de su paz. 

Meditemos en nuestro corazón lo vivido este año, las alegrías y las dificultades. Pensemos en la relación que tenemos con Dios y si le hacemos un lugar en nuestro interior. ¿Será que tiene que estar buscando dónde pasar la noche como les pasó a María y José cuando se cumplió el tiempo en que Jesús debía nacer?

Fijemos una nueva meta para este nuevo año que se asoma. Acerquémonos con confianza a Jesús, porque para Dios no hay nada imposible. Como niños confiados de su mano, vayamos hasta aquel pesebre. Sigamos adelante, guiados por la Estrella de Belén, porque siguiendo la Estrella hasta el cielo no paramos. 

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