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La palabra en Joan Maragall y Octavio Paz

por Egberto Bermúdez
la palabra

Una reflexión entorno al discurso de Joan Maragall (1860-1911) leído en el Ateneo de Barcelona en la sesión inaugural de 1903.

“Yo creo que la palabra es la cosa más maravillosa de este mundo, porque en ella se abrazan y confunden toda la maravilla corporal y toda la maravilla espiritual de la Naturaleza.

[…] Mirad al hombre silencioso todavía y os parecerá un ser animal más o menos perfecto que los otros. Pero, poco a poco sus facciones van animándose, un comienzo de expresión ilumina sus ojos con una luz espiritual, sus labios se mueven, vibra el aire en una sutil variedad y esta vibración material y materialmente percibida por el sentido, trae dentro de sí misma esa cosa inmaterial desveladora del espíritu: la idea”. [1]

Cabe preguntarse: ¿Por qué en la palabra se abrazan y confunden la maravilla corporal y espiritual de nuestra naturaleza? La palabra es maravilla corporal porque para emitir palabras utilizamos el cuerpo (las cuerdas vocales, la boca, la lengua, los labios, etc.). Además, las ondas sonoras necesitan el aire para transmitirse; simplemente, sin el aire (en un perfecto vacío), no podríamos transmitir la voz y nadie nos escucharía. También, la palabra es maravilla espiritual porque mediante ella podemos comunicar sentimientos, emociones y, sobre todo, ideas: todo lo cual es inmaterial, espiritual.

Maragall continúa:

“¡Oh, qué cosa tan sagrada! Dice san Juan: ‘En el principio era la palabra, y la palabra estaba en Dios’; y dice que por ella fueron creadas todas las cosas; y que la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. ¡Qué abismo de luz, Dios mío!”

Es decir, al citar el principio del Evangelio de san Juan, Maragall enfatiza que mediante la palabra humana participamos misteriosamente del mismo acto creativo de la Palabra de Dios, para quien la palabra no es simplemente descriptiva, sino también creativa y operativa: crea y produce lo que dice.

Finalmente, Maragall ofrece algunos consejos:

“Así pues, ¡Con qué santo temor deberíamos hablar! Estando en la palabra todo el misterio y toda la luz del mundo, tendríamos que hablar como encantados, como deslumbrados. Porque no hay palabra, por ínfimo que sea lo que represente, que no haya nacido en una luz de inspiración, que no refleje algo de la luz infinita que engendró el mundo. ¿Cómo podemos hablar fríamente y con tanta abundancia? Por eso sabemos escucharnos unos a otros con tanta indiferencia: porque el hábito del demasiado hablar y del demasiado oír nos enturbia el sentimiento de la santidad de la palabra. Deberíamos hablar mucho menos y solamente por un profundo anhelo de expresión: cuando el espíritu se estremece de plenitud y las flores brotan una a una en primavera, y no en todas las ramas, sino como cuando sale una sola de una rama. Cuando una rama ya no puede más con la primavera que lleva dentro, entre las abundantes hojas brota una flor como expresión maravillosa. ¿No veis en la plenitud de las plantas su admiración por haber florecido? Así ocurre con nosotros cuando brota en nuestros labios la palabra verdadera.” En otras palabras, deberíamos caer en la cuenta del poder maravilloso que tenemos mediante la comunicación y la palabra y no darlo por sentado, aunque sea algo que realicemos todos los días y se pueda volver en una mera rutina. Por ello, deberíamos hablar menos y sólo cuando tengamos algo auténtico, profundo y creativo que comunicar.

El poema “Palabra”, publicado en el poemario Libertad bajo palabra [2] de Octavio Paz, poeta mexicano, premio Cervantes (1981) y premio Nobel de literatura (1990), también reflexiona sobre la palabra.

Voy a citar sólo la primera estrofa del poema:

“Palabra, voz exacta

y sin embargo equívoca,

oscura y luminosa;

herida y fuente: espejo

espejo y resplandor;

resplandor y puñal,

vivo puñal amado,

ya no puñal, sí mano suave: fruto.”

Aquí, Paz, de manera descriptiva y no prescriptiva, muestra alternativas positivas y negativas de los mensajes que pueden emitir las palabras. Podemos expresar mensajes luminosos que sean fuente, espejo y resplandor, que acaricien como mano suave y produzcan fruto, o, por el contrario, otros negativos que sean oscuros, que hieran y que maten como puñal. Por implicación, al llamarnos la atención sobre el poder de las palabras, tanto para el bien como para el mal, también nos convoca a la responsabilidad en el uso de las palabras.

En conclusión, las ideas de Joan Maragall y Octavio Paz sobre la palabra se complementan. Maragall nos hace reflexionar sobre la maravilla de la palabra, la cual es tanta, que nos hace partícipes de la creatividad divina, por lo que debemos comunicarnos asombrados y conscientes de este poder maravilloso y, tal vez, hablar menos y sólo hacerlo cuando nuestro mensaje sea auténtico, profundo y creativo. Paz, por su parte, nos describe la capacidad de las palabras para comunicar tanto lo positivo como lo negativo. Por consiguiente, ambos escritores nos hacen un llamado a la responsabilidad personal.

Egberto Bermúdez

[1] Joan Maragall, Elogio de la palabra. Barcelona: Ediciones del Mall, 1986, 19-25. Traducción de Enrique Sordo.

[2] pp. 92-93. Libertad bajo palabra. Madrid: Cátedra, 1990.

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