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«El amor de los padres y la “imagen” de Dios»

por Pbro. Tomás Trigo
Dios te quiere

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¿Cómo es el rostro de Dios que tenemos en la mente y en el corazón? ¿Qué imagen tenemos de Dios?

Desde que nacemos, sentimos el cariño de nuestro padre y de nuestra madre: un cariño inmenso, incondicional, tierno, apasionado, que, precisamente por eso, corrige, perdona y anima. Después, más adelante, cuando nos dicen que Dios nos quiere con corazón de padre y de madre, sabemos qué significa eso, porque lo comparamos al amor de nuestros padres y lo elevamos al infinito. Y todo nos cuadra: Dios nos quiere con un cariño inmenso, incondicional, tierno, apasionado, y entendemos que, precisamente por eso, nos corrige, nos perdona y nos anima. 

Pero ¿qué sucede cuando los padres no han sabido o querido amar a los hijos de ese modo? ¿Qué sucede cuándo un padre es autoritario, distante, rígido, y corrige con ira, o bien, al contrario, irresponsable, insensato, cobarde para corregir? ¿Qué pasa cuando una madre es controladora, perfeccionista, asfixiante, o bien, al contrario, alocada y negligente? Ese modo de ser implica un modo de amar y de tratar a los hijos. Y los hijos se representan a Dios “a imagen” de sus padres.

No basta con que los padres amen a los hijos. ¡Deben amarlos bien! No es lo mismo. Algunos padres piensan que el amor a sus hijos implica darles todos los caprichos; otros, en cambio, que es mejor no concederles nada; unos, que el amor exige autoritarismo; otros, que el amor consiste en ceder siempre. 

Después están nuestros amigos de la infancia, los maestros, profesores, compañeros de estudio, y ellos también influyen, de un modo o de otro, en nuestro modo de entender a Dios. Hay personas que han recibido en sus años de niñez heridas sangrantes, han sufrido injusticias, rechazos, abandonos, humillaciones. Y esas heridas van fraguando una personalidad desconfiada, insegura, llena de miedos, con un sentido exagerado de la culpabilidad, orgullosa. ¿Cómo será la imagen que tienen de Dios? ¿Cómo será la relación que tienen con Él? Conozco a personas que viven con miedo a Dios, desconfían de Él, no son capaces de gozar de su perdón, o lo desprecian de modo arrogante. Esas personas suelen tener heridas más o menos profundas que nadie les ha ayudado a curar. 

Los padres, los amigos, los compañeros, los profesores, todos tocamos el corazón de nuestros hijos, amigos o discípulos. Si tratamos ese corazón con amor de verdad, será capaz de amar a Dios y a los demás. Si lo tratamos con un amor equivocado, falso, o con odio, ese corazón no entenderá el amor de Dios y no sabrá confiar en Él. 

¿Y qué imagen tienen de Dios los hijos que han sufrido la ruptura entre sus padres? El niño necesita como el aire que respira, no solo el amor de un padre y de una madre, sino el amor de un padre y una madre que se quieren. Los que quieren desterrar a Dios de la vida de los hombres, son los mismos que quieren deshacer las familias. 

¿Y qué imagen tienen de Dios los niños que han sufrido abusos de sus padres? 

Cuando me encuentro con personas que rechazan a Dios, que parecen odiarlo, pienso que quizá no odian a Dios, sino a la imagen de Dios que los demás, con culpa o sin ella, han esculpido en su corazón.

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