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«Que nuestra familia siempre busque a Jesús para que nos ayude a caminar juntos hacia la santidad»

por Mons. Luis José Rueda Aparicio
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“¡Que deseables, que amables son tus moradas! Mi corazón y mi carne se alegran por el Dios vivo”

Evangelio según san Lucas 2, 41-52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.

Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:

-Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados. Él les contestó:

-¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».

Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Palabra del Señor

Transcripción de La Voz del Pastor del 26 de diciembre de 2021

En esta fiesta de la Sagrada Familia, el evangelista Lucas nos presenta a José y a María que han ido a Jerusalén con el niño que es adolescente todavía, pero el niño, el adolescente, Jesús, se queda en el templo, después ellos suponen que va en la caravana, pero se dan cuenta que no está Jesús con ellos, y cuando Jesús no está con la familia, cuando Jesús no está en el hogar, nosotros lo sentimos y nos ponemos en camino como José y María, retrocedemos en el camino, vamos hasta Jerusalén, vamos hasta el templo, en otras palabras, vamos buscando a Jesús.

Que su familia también sea una familia buscadora de Jesús, que no se pierda ninguno de los que están llamados a ser hogar, a ser casa de Dios, a ser familia del Señor, caminando hacia la santidad en la vida del hogar, y es que todos en su casa están llamados a la santidad, así como en el trabajo, en el taller de Nazaret, María, José y el niño van creciendo, van creciendo en gracia, van creciendo en edad, en madurez, pero sobre todo, van creciendo en la presencia del Señor como familia, así también su familia.

En la primera lectura, vamos a escuchar como Samuel es un don de Dios, es un niño que nace por la súplica de su mamá, hoy me uno con todas las mujeres del mundo que están pidiéndole a Dios que le dé un hijo, y a las que ya lo tienen, que Dios las bendiga para que puedan entregárselo al Señor como hizo Ana, va y le entrega lo que recibió; qué bello, es que los hijos le pertenecen a Dios desde el vientre, y en todos los momentos de la vida, así lo sintió Ana en el Antiguo Testamento, pero así lo sintió José y la Santísima Virgen María, el niño no les pertenece, el niño le pertenece a Dios y por eso, todo lo que se haga por el niño, se hace por Dios. Él le dice cuando lo encuentran: “Tengo que estar en las cosas de mi Padre”.

Es la misión que tiene este adolescente, todos los niños y las niñas de su familia tienen una misión y si encuentran esa misión, se dedican al seguimiento y al servicio y al amor de ese Dios con nosotros, de ese Dios que nos ama, de ese Dios que habita en nuestro hogar y en nuestra familia.

Que el Señor bendiga su hogar, que el Señor bendiga los trabajos de su familia, que bendiga a hombres y mujeres, que bendigan la misión de los esposos, de los padres de familia, de los abuelos, de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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