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XXXII Jornada Mundial del Enfermo: acompañar la fragilidad humana

por María Luisa Angarita

Cada año la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial del Enfermo, una jornada establecida por en el Papa Juan Pablo II desde el año 1992 como una ocasión para reflexionar sobre la enfermedad, su impacto en la vida del cristiano y orar por las personas con alguna condición de enfermedad. La fecha elegida corresponde al 11 de febrero, día de la memoria litúrgica de Nuestra de Lourdes, patrona de los enfermos. Este año el lema de la jornada nos recuerda la importancia de la compañía y el acompañamiento en casos de enfermedad, el valor de contar con familiares y hermanos que brinden apoyo emocional y espiritual, contención e incluso apoyo material a quienes transitan alguna enfermedad. El lema parte del libro del Génesis, cuando Dios decide brindar compañía a Adán y expresa: “No conviene que el hombre esté solo” (Gn 2.18). El ser humano fue creado por amor y para el amor, su existencia no se debe a sí misma sino al otro, y se construye en base a relaciones humanas que implican cercanía, amor, amistad, fraternidad. En este sentido el Papa Francisco en su mensaje anual para la Jornada nos dice: “Hermanos y hermanas, el primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y de ternura. Por eso, cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar sus relaciones, todas sus relaciones; con Dios, con los demás —familiares, amigos, personal sanitario—, con la creación y consigo mismo. ¿Es esto posible? Claro que es posible, y todos estamos llamados a comprometernos para que sea así. Fijémonos en la imagen del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37), en su capacidad para aminorar el paso y hacerse prójimo, en la actitud de ternura con que alivia las heridas del hermano que sufre.” (párrafo 6)Hacernos prójimos del hermano afectado por una enfermedad es obrar como Cristo obró en vida, acercándose, acompañando, sanando, liberando del dolor del sufrimiento tanto físico como espiritual y devolviendo la vida a quienes sufrían. Acompañar en la enfermedad es este obrar, hacerse cercano al otro para acompañarle en su proceso, apoyarle y brindarle fuerza emocional y espiritual, que no se sienta solo ni descartado como la sociedad moderna impone cada día y que el Papa Francisco tanto señala como uno de los males modernos “el descarte del otro”. Vivir con una enfermedad es una carga que las personas no deben llevar solas, y si bien es una forma de acercarnos a Dios, es más aun una forma de acercarnos al otro, de obrar como Cristo en doble dirección: la del que sale al encuentro del enfermo y se hace prójimo, y la del enfermo que se deja acompañar, que recibe desde el amor y a la vez enseña como permanecer en calma, sostenidos desde la fe. En ambos roles vemos a Cristo cuando sale al encuentro del otro y cuando se entrega por el otro, cuando toma su cruz por amor a la humanidad.Hay en la enfermedad muchos aspectos que deben tomarse en cuenta, porque la enfermedad no sólo afecta a quien la experimenta en su cuerpo sino también a sus familiares cercanos, amistades, hermanos en la fe. Y, además, también afecta el campo laboral, la libertad del enfermo de continuar con su vida. A menudo, una vez que una persona se enferma todo se centra en el entorno médico: consultas médicas, terapias, tratamientos farmacológicos, facturas y gastos. Y si bien son necesarios para transitar la enfermedad o recuperar la salud, al final todo termina reduciéndose al asistencialismo médico y se pierde por completo la dimensión humana de la persona, lo que es, sus sueños y temores, sus intereses y su vida misma más allá de la enfermedad. Por esto el Papa Francisco nos hace un llamado especial para esta XXXII Jornada Mundial del Enfermo, velar por el otro, acompañarlo para que pueda transitar su enfermedad en una comunión real con Dios y con quienes le rodean. Para que su vida no sea sólo un ir y venir entre médicos y medicamentos, sino que pueda continuar creciendo como persona de fe e individuo en medio de sus dificultades de salud. Hoy esta Jornada también nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas: ¿Cómo actuamos con nuestros familiares enfermos? ¿Sabemos acompañar o abandonamos a quienes nos necesitan? ¿Entendemos que acompañar la enfermedad va más allá de ayudas económicas, medicamentos y atenciones primarias? ¿Sabemos sostener la mano del que sufre, escucharlo, abrazarlo, alegrar sus días? Y en la parroquia ¿sostenemos y acompañamos a quienes transitan la enfermedad? ¿tenemos una pastoral de salud en la que pueden encontrar apoyo?La enfermedad es una condición propia del cuerpo humano, nadie está exento de vivirla porque el cuerpo humano es frágil, pero cuando una persona enferma sus familiares inmediatos también reciben el impacto. Acerquémonos hoy a los que sufren y como el Buen Samaritano detengámonos un momento para acercarnos y ayudar tanto en lo material, como lo espiritual.Si hay personas cercanas a ti con alguna enfermedad o condición de salud, ora por ellas, pero también acércate y hazles saber que no están solas. Su Santidad Francisco no los pide con claridad y amor: “Cuidemos a quienes sufren y están solos, e incluso marginados y descartados. Con el amor recíproco que Cristo Señor nos da en la oración, sobre todo en la Eucaristía, sanemos las heridas de la soledad y del aislamiento. Cooperemos así a contrarrestar la cultura del individualismo, de la indiferencia, del descarte, y hagamos crecer la cultura de la ternura y de la compasión.” (párrafo 10)Hoy celebramos una jornada que nos mueve a reflexionar y a obrar, a orar y amar. Que cada día de este año y los venideros sepamos ser más caritativos y hacernos más prójimos del otro, en especial de quienes viven con alguna enfermedad, de los enfermos terminales, las personas con discapacidad y de todo el que por diversos motivos se encuentra solo. Referencias SS Francisco (2024) Mensaje Anual por la XXXII Jornada Mundial del Enfermo. Dicasterio para las Comunicaciones. Librería Editrice Vaticana.


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