Nuestra oración debe ser comunitaria. Ninguno debería buscar al Espíritu Santo pensando sólo en sus problemas. Porque Jesús nos quiere unidos como hermanos.
Mons. Victor Manuel Fernández

Mons. Victor Manuel Fernández
Nació en Alcira Gigena, Córdoba, Estudió filosofía y teología en el Seminario Mayor de Córdoba. En 1988 obtuvo la Licenciatura en Teología con especialización bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en 1990 culminó el doctorado en Teología en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina. Fue ordenado Sacerdote el 15 de agosto de 1986. Fue Rector de la Universidad Católica Argentina y nombrado Arzobispo de La Plata desde el 2 de junio de 2018.
-
-
En la Biblia se le da al Espíritu Santo el nombre de Paráclito (Juan 14,26). Este nombre ya nos indica algo, porque significa llamado junto a. Es decir, el que yo invoco para que esté conmigo.
-
«Ven Espíritu Santo, y penetra en todo mi cuerpo. Te doy gracias por el don de la vida, por cada uno de los órganos de mi cuerpo, que es una obra del amor divino.
-
Hagamos memoria. Miremos lo que pudo hacer el Espíritu Santo en otra época, quizás mucho más difícil que la nuestra.
-
«Ven Espíritu Santo, ven a sanar ese mundo de mis emociones.
-
No hace falta que te digan que estamos en una época difícil, que hoy no es fácil vivir, que muchas veces nos ataca el desaliento, que nos cuesta querernos, comunicarnos y ayudarnos, que cada uno piensa demasiado en sí mismo, que no reconocemos fácilmente el amor de Dios en nuestra propia vida.
-
A veces estamos disfrutando de algo bello, pero sin darnos cuenta aparece en el corazón un temor difuso que empaña la alegría. ¿Temor a perder lo que tenemos? ¿Temor de arruinarlo todo? ¿Temor a que algo se acabe? ¿0 será simplemente que experimentamos el sabor amargo de nuestros límites, el recuerdo escondido de que todo se termina, de que va llegando el desgaste, la vejez, la enfermedad?
-
«Ven Espíritu Santo, entra en mi mente, en esa locura de mis pensamientos que me perturban. Pacifica este interior inquieto. Ayúdame a dominar y serenar mis pensamientos para que reine en mí tu paz.
-
Repitamos esta oración varias veces, lentamente, hasta que sintamos cómo el Espíritu Santo toca con su amor nuestro interior:
-
En esta solemnidad de la Epifanía del Señor celebramos que Jesús se ha manifestado a nuestras vidas, que hemos podido conocerlo. Celebramos que Jesús quiere hacerse conocer por todos los seres humanos para llenarlos de su luz.