San Andrés Kim Taegon (1821-1846) y compañeros mártires 1846. Corea. Andrés significa: fuerte, varonil
La fiesta que hoy recordamos es conocida como la de San Andrés Kim y Compañeros Mártires. Fue la primera canonización que se realizó fuera de Roma en los últimos 700 años, y es que la situación lo ameritaba, porque estaban siendo premiados con la santidad el primer sacerdote coreano y sus 102 compañeros.
Los laicos llevaron la fe católica a Corea al final del siglo XVI. La evangelización era muy difícil porque Corea se mantenía aislada del mundo, excepto por los viajes a Pekín para pagar impuestos. En uno de esos viajes, hacia el año 1777, algunos coreanos cultos obtuvieron literatura de los padres jesuitas en China. Comenzaron una iglesia doméstica en Corea. Doce años después, un sacerdote chino fue el primer sacerdote que logró entrar secretamente en Corea. Encontró allí 4000 católicos. Ellos nunca habían visto un sacerdote. Siete años más tarde, en medio de gran persecución, había 10.000 católicos. San Andrés Kim Taegon es hijo de nobles coreanos conversos. Su padre, Ignacio Kim, fue martirizado en la persecución del año 1839 (fue beatificado en 1925 con su hijo). Andrés fue bautizado a los 15 años de edad. Después viajó 1.300 millas hasta el seminario más cercano, en Macao, China. En 1836 Andrés fue elegido como seminarista por un misionero que pasaba por su población. En 1844 fue ordenado diácono en China y un año más tarde ordenado sacerdote en Shangai. De allí se dirigió nuevamente a Corea en donde cumplió la gran parte de su trabajo pastoral.
Regresó a Corea y se le asignó preparar el camino para la entrada de misioneros por el mar, para evitar los guardias de la frontera. Sirvió al Señor como sacerdote sólo un año y pocos meses. En junio de 1846 fue arrestado y enviando a una cárcel en Seúl; allí estuvo tres meses y el 16 de septiembre fue decapitado, cuando apenas tenía 26 años. Entre sus pertenencias se encontró una carta en coreano, dirigida a sus fieles. “En este difícil tiempo, para ser victorioso se debe permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes soldados completamente armados en el campo de batalla”. Junto con el padre Kim se destaca la canonización del laico Pablo Chong, nacido en Corea en 1795. Sus padres, una hermana y un hermano, fueron martirizados entre los años 1801 y 1839. Cuando tenía 20 años partió hacia Seúl para tratar de reconstruir la Iglesia en este lugar. Decidió intentar llevar misioneros al país pero sus intentos se vieron bloqueados por la misma persecución, uno de ellos, murió antes de poder ingresar al país.
En 1839, a la edad de 45 años, fue arrestado por ser considerado como uno de los que había intentado llevar misioneros extranjeros a Corea. Fue decapitado en Seúl el 22 de septiembre.
Las figuras del Padre Andrés y de Pablo Chong son sólo una pequeña muestra de la persecución religiosa de las que son víctimas los cristianos en el oriente. En la actualidad los católicos no gozan de plena libertad para practicar su fe y como sucedió con estos santos, siguen siendo perseguidos por sus creencias. Su amor a Dios y la Iglesia fue reconocido el 19 de junio de 1988, cuando el Papa Juan Pablo II canonizó y proclamo santos a 117 mártires que derramaron su sangre en la Conchinchina, Annam y Tonkín, en la actualidad el norte de Vietnam. Entre los mártires había 11 españoles, un grupo de franceses, y los demás coreanos. Ellos murieron víctimas de suplicios, hambre, sed, asfixia, insultos y burlas. Murieron perdonando todo lo que les habían hecho.
“ES POR ÉL QUE YO MUERO, AHORA COMIENZA LA ETERNIDAD”