La Iglesia celebra a san Efrén, orador, teólogo, poeta, diácono y doctor de la Iglesia Católica, también conocido como “Cítara del Espíritu Santo”.
Efrén nació en Nísibis, localidad ubicada en territorio del Imperio Romano (actualmente, la ciudad turca de Nusaybin), alrededor del año 306, en el seno de una familia cristiana. Durante sus primeros años de juventud, nuestro santo no se preocupaba por la religión pero, a los 18 años, recibió su bautismo y continuó su formación bajo la instrucción del obispo de Nísibis, quien hoy conocemos como San Jacobo de Nísibis.
Al cabo de un tiempo, el obispo Jacobo ordenó diácono a Efren y, juntos, fundaron una escuela de teología en su localidad, donde nuestro santo participaba de manera activa en la comunidad y servía a sus hermanos. Algunos historiadores coinciden en afirmar que Efrén habría asistido al Concilio de Nicea del año 325 junto a su obispo.
Cuando los persas tomaron la ciudad de Nísibis, los cristianos tuvieron que huir y Efrén se refugió en una caverna escondida entre las rocas de un acantilado cerca de la ciudad de Edesa. Durante su estadía allí, el santo vivió con suma austeridad, practicando el ascetismo y sirviendo a la comunidad como predicador, para lo que descendía a la ciudad de manera periódica. Pasado un tiempo, el obispo local lo nombró director de la escuela de canto religioso.
Una antigua tradición cuenta que Efrén era muy elocuente durante sus predicaciones, tanto que quienes lo oían quedaban exaltados ante sus relatos sobre la segunda venida de Cristo. Nuestro santo buscaba que el pueblo estuviera prevenido y no cayera en las trampas de las sectas.
El santo es, hasta la actualidad, un reconocido teólogo. Se cree que la mayor parte de su obra espiritual la escribió durante su período en la caverna de Edesa. Su discurso, en palabras y obras, siempre estuvo impregnado de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Su genero literario característico fue la poesía, con la que defendió con ardor la doctrina antigua.
Efrén hizo teología de forma poética, utilizando símbolos, paradojas e imágenes. Algunos de los temas tratados por nuestro santo son el análisis sobre el Dios creador, el erróneo uso de la libertad del hombre, la Santísima Virgen María, la importancia de la mujer y el misterio de la redención, entre otros. Por la forma en la que fue escrita su obra, se puede dividir en prosa ordinaria, prosa poética, homilías en versos e himnos, que constituyen la mayor parte de su producción. Uno de los logros más importantes de Efrén, en su época, fue haber podido insertar sus himnos allí donde se habían infiltrado los himnos gnósticos.
Según algunos biógrafos, alrededor del año 370, Efrén emprendió un viaje a Cesarea para visitar a san Basilio, de quien había oído hablar. Al regresar, poco tiempo antes de morir, el santo observó que la comunidad de Edesa padecía una fuerte y extendida hambruna. Para remediarlo, el santo se puso al servicio y consiguió que los terratenientes de la zona, que al principio se habían resistido, pusieran bajo su administración una gran cantidad de bienes que pudo repartir en forma de alimentos y servicios de salud entre los más necesitados.
Nuestro santo no sólo se ocupó de la distribución de los bienes y de alimentar a los pobres, también se encargó de manera personal del cuidado de los enfermos, de dar santa sepultura a los muertos y de alimentar el espíritu de la comunidad. Se cree que Efrén partió a la casa del Padre en el año 373, luego de haber cumplido su misión. En el año 1920, el papa Benedicto XV lo declaró Doctor de la Iglesia.
En el día que lo celebramos, le rogamos a san Efrén que interceda ante Dios para que, como él, todos los fieles seamos instrumentos del Espíritu Santo, porque hasta el Cielo no paramos.