San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia, célebre por su santidad y por su doctrina.
Se le llamaba Damasceno porque era de la ciudad de Damasco, en Siria. Su fama se debe principalmente a que él fue el primero que escribió defendiendo la veneración de las imágenes. Era hijo de un alto empleado del Califa de Damasco y ejerció también el importante cargo de Ministro de Hacienda en esa capital. Pero de pronto dejó todos sus bienes, los repartió entre los pobres y se fue de monje al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén y allí se dedicó por completo a leer y escribir.
Juan se dió cuenta de que Dios le había concedido una facilidad especial para escribir para el pueblo y especialmente para resumir los escritos de otros autores y presentarlos de manera que la gente sencilla los pudiera entender. Al principio sus compañeros del monasterio se escandalizaban de que Juan se dedicara a escribir versos y libros porque ese oficio no se había acostumbrado en aquella comunidad, pero de pronto cambiaron de opinión y le dieron plena libertad de escribir. Dice la tradición que este cambio se debió a que el superior del monasterio oyó en sueños que nuestro Señor le mandaba a dar plena libertad a Damasceno para que escribiera.
En aquel tiempo, un emperador de Constantinopla León el Isáurico dispuso prohibir el culto a las imágenes, metiéndose él en los asuntos de la iglesia, cosa que no le pertenecía y demostrando una gran ignorancia en religión como se lo probó en carta famosa el Papa Gregorio II. Y fue entonces cuando le salió al combate con sus escritos San Juan Damasceno. Como nuestro santo vivía en territorio que no pertenecían al emperador, Siria era de los Califas Mahometanos, podía escribir libremente sin peligro de ser encarcelado y así fue que empezó a propagar pequeños escritos a favor de las imágenes y éstos corrían de mano en mano por todo el imperio.
El Iconoclasta León el Isáurico decía que los católicos adoran las imágenes. Se llama iconoclasta al que destruye imágenes. San Juan Damasceno le respondió que nosotros no adoramos imágenes, sino que las veneramos, lo cual es totalmente distinto.
Adorar es creer que una imagen es un Dios que puede hacernos milagros, eso sí es pecado de idolatría, pero venerar es rendirle culto a una imagen porque ella nos recuerda un personaje que amamos mucho, por ejemplo: Jesucristo, la Santísima Virgen o un Santo. Los católicos no adoramos imágenes, no creemos que ellas son dioses o que nos van a hacer milagros, son solo yeso o papel o madera, pero sí les veneramos porque al verlas recordamos cuanto nos han amado Jesucristo o la Virgen o los Santos, lo que la Sagrada Biblia prohíbe es hacer imágenes para adorarlas, pero no prohíbe venerarlas porque entonces ningún país podría hacerse imágenes de sus héroes y nadie podría conservar el retrato de sus padres.
San Juan Damasceno decía en sus escritos: “lo que es un libro para los que saben leer es una imagen para los que no lo leen, lo que se enseña con palabras al oído lo enseña una imagen a los ojos, las imágenes son el catecismo de los que no leen”.
Dicen autores muy antiguos que el emperador León por rabia contra San Juan Damasceno por lo bien que escribía en favor de las imágenes, mandó a traición que le cortaran la mano derecha con la cual escribía, pero el santo que era devotísimo de la Santísima Virgen se encomendó a ella con gran fe y la madre de Dios le curó la mano cortada y con esa mano escribió luego sermones muy hermosos acerca de nuestra Señora.
León XIII lo proclamó doctor de la Iglesia en 1890.
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