Padre de los pobres, protector de los emigrantes y de las almas del Purgatorio
Hoy 18 de septiembre la Iglesia celebra a san Juan Macías.
Este santo nació en Rivera de Fresno (Badajoz) en el año 1585. A los cuatro años quedó huérfano y desde muy niño se dedicó al oficio de pastor, las largas horas cuidando ovejas le permitieron adquirir hábitos contemplativos. Piensa mucho en el texto del Apocalipsis: «vi un nuevo cielo y una nueva tierra” y lo identifica con las Américas, que hacía poco habían sido descubiertas. Emigra a América del Sur y llega a Cartagena de Indias (Colombia) y más tarde va a Lima (Perú), allí pide el hábito de hermano cooperador en el convento de santa María Magdalena, en 1622, tenía treinta y siete años. Ocupó dentro del convento el puesto de portero, diciendo que: «El portero de un convento es el espejo de la comunidad. Conforme es el portero, son los religiosos que moran en ella”, con esta frase se animaba a sí mismo para estar atento y servicial con todos.
Su vida se distingue por una gran pobreza, humildad, caridad, era una persona sencilla y siempre abierta al cambio de vida. Aprende de los acontecimientos y de la lectura de la Palabra de Dios. Su oración es muy profunda: en ella la Virgen María y san Juan Evangelista le ayudan a encontrarse permanentemente con Cristo.
San Juan Macías fue un religioso seriamente comprometido con el acontecer histórico del Perú del siglo diecisiete. Fomentó la solidaridad y fraternidad entre la gente que lo rodeaba. Se ingeniaba para dar soluciones reales a la miseria y la ignorancia religiosa, condujo a muchos a un sincero cambio de vida. Como religioso dominico realizó su vocación poniendo al servicio de los que sufren lo mejor de sí mismo. Le preocupaban los hombres que por ir en busca del oro y de la plata, se alejaban de Dios, para lograr su conversión, rezaba incansablemente el Rosario, hacia duras penitencias y multiplicaba sus servicios de caridad, dialogaba con ellos y no se quedaba tranquilo hasta hacerlos entrar en el camino de la conversión. Todo esto y mucho más lo hacía en una atmósfera de oración.
Su vida está marcada por una especial devoción a la Virgen María, mediante el rezo del Rosario, le gustaba rezarlo en forma permanente, implorando la misericordia del Señor por las almas del Purgatorio, a la hora de su muerte reveló al Prior del convento: «Por la misericordia de Dios, con el rezo del Santo Rosario he sacado del Purgatorio a muchas almas”.
La amistad que unió a san Juan Macías, san Martín de Porras y Fray Pablo de la Caridad ha dejado una huella profunda y luminosa en la vida cristiana de Lima. Estos tres religiosos dominicos armaron una estrategia admirable para aliviar el hambre de los pobres, curar sus dolencias y defenderlos de la explotación imperante. Crearon centros donde los niños huérfanos, las muchachas abandonadas, los aborígenes marginados, los esclavos enfermos encontraban alimento, abrigo, asistencia médica. En cada pobre veían el rostro de Cristo sufriente, conscientes de que todo lo que se hace a ellos, se hace al Señor.
San Juan Macías murió en Lima en 1645. Su cuerpo se venera en la basílica del Rosario. Fue beatificado por el Papa Gregorio XVI en 1813 y canonizado por el Papa Pablo V en 1975.
Pidamos a Dios en el día de san Juan Macías aprender con el ejemplo de su vida a vivir nuestra fe en plenitud y a buscar la felicidad en amar, servir y hacer el bien a todos los que nos rodean, porque hasta el cielo no paramos.