«No hieran, no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma»
Este Santo, llamado «el segundo evangelizador de Alemania”, después de San Bonifacio. Se le venera como uno de los creadores de la prensa católica y fue el primero de numerosos escritores jesuitas.
Nació en Nimega (Holanda) en 1521. Quedó huérfano de madre siendo él muy pequeño, pero su madrastra fue para él una segunda madre y fue educado en el temor de ofender a Dios. Él se quejaba de que en sus primeros años había perdido mucho tiempo dedicándose más a los juegos que a los estudios, pero luego se consagró de tal manera a los estudios que a los 19 años consiguió la licenciatura en teología.
Para complacer a su padre se dedicó a especializarse en abogacía, pero luego de hacer unos Ejercicios Espirituales con el padre Fabro, que era compañero de San Ignacio, se entusiasmó con la vida religiosa, hizo votos o juramento de permanecer siempre casto, y prometió a Dios hacerse jesuita.
Fue admitido en la comunidad y los primeros años de religioso los pasó en Colonia, Alemania, dedicado a la oración, el estudio, la meditación y la ayuda a los pobres. La cuantiosa herencia que recibió de sus padres la repartió mitad entre los pobres y la otra mitad para ayudar a obras sociales de su comunidad.
Desde sus primeros años de sacerdocio empezó a brillar como gran predicador. Era impresionante su carácter batallador y amigo de las polémicas y discusiones, estas aptitudes le van a ser muy útiles porque durante toda su vida tendrá que batallar muy fuertemente en todas partes contra los protestantes. Siempre fue muy caritativo y amable con las personas que le discutían, pero tremendo e incisivo contra los errores de los protestantes, tanto que estos haciendo alusión a su apellido lo llamaban el can que defiende a los católicos. Decía a sus sacerdotes: «no hieran, no humillen, pero defiendan la religión con su alma”.
San Pedro Canisio tenía una especial cualidad para resumir las enseñanzas de todos los grandes teólogos y presentarlas de manera sencilla para que las entendiera el pueblo. Y así logró redactar dos catecismos, uno resumido y otro explicado. Estos dos libros fueron traducidos a 24 idiomas y en Alemania se propagaron por centenares de miles.
San Ignacio y el Sumo Pontífice, aprovechando sus cualidades como predicador y defensor de la iglesia contra los protestantes, le encargaron muchísimas labores pastorales. Como superior provincial de los jesuitas en Alemania, recorrió a pie y a caballo Holanda, Austria, Italia y toda Alemania predicando, enseñando catecismo, propagando buenos libros y defendiendo la religión. Parecía incansable. A quien le recomendaba descansar un poco, le respondía: “»Descansaremos en el cielo”.
Por muchas ciudades de Alemania fue fundando colegios católicos para formar religiosamente a los alumnos. A la Universidad Católica la transformó y le dio gran celebridad. Ayudó a formar numerosos seminarios para la formación de los futuros sacerdotes. Alemania, después de San Pedro Canisio, era ya otro país distinto y mucho más católico que cuando él empezó a trabajar allí.
San Pedro Canisio se dio cuenta del bien que hacen las buenas lecturas. Por eso recorría países propagando los buenos libros, se propuso formar una asociación de escritores católicos. Aún ya anciano, seguía escribiendo libros religiosos para el pueblo. Al morir tenía la satisfacción de haber ayudado a formar a varias editoriales católicas muy bien organizadas.
Estando en Friburgo el 21 de diciembre de 1595, junto a varios padres jesuitas, después de haber rezado con ellos el santo rosario, su devoción favorita, de pronto exclamó lleno de alegría y emoción: “Mírenla, ahí está. Ahí está”. Y murió. Era la Virgen Santísima que había llegado a llevárselo para el cielo.
El Sumo Pontífice Pío XI, después de canonizarlo, lo declaró doctor de la iglesia en 1925.
San Pedro Canisio que descubriste lo bueno de las personas más difíciles, encontrando en ellos sus talentos, te pedimos en tu día que nos ayudes a ver más allá de lo que nos molesta de las personas para amarlas como Jesús y con ellos poder servirle. Porque hasta el cielo no paramos.