Hoy, 16 de octubre, la Iglesia celebra a Santa Eduviges, madre de familia, fundadora de monasterios, viuda y religiosa.
Eduviges nació en la ciudad de Baviera en el año 1174. Era hija del conde Bertoldo de Andechs. De niña, sus padres confiaron su educación a las religiosas del monasterio de Kintzingen, en Franconia. Con sólo 12 años contrajo matrimonio con el duque Enrique de Silesia llamado el Barbudo, con quien tuvieron siete hijos.
Eduviges era una mujer muy piadoso que ocupaba su tiempo asistiendo a pobres y enfermos. Cuando su esposo heredó el ducado de su padre, la santa lo animó a fundar numerosos monasterios, entre ellos, el gran monasterio de religiosas cistercienses de Trebnitz, lugares de asilo y hospitales. Incluso, mandaron construir un hospital para leprosos donde la misma santa solía asistir a los internos.
En el año 1209, Eduviges y su esposo fueron padres de su séptimo y último hijo. Una antigua tradición cuenta que, luego del nacimiento, el matrimonio acordó hacer voto de continencia perpetua. En 1212, cuando Enrique de Silesia repartió sus bienes entre sus hijos Enrique y Conrado, ambos quedaron descontentos y, junto a sus partidarios, iniciaron una batalla entre ellos, resultando derrotado Conrado. El sufrimiento de este enfrentamiento provocó en Eduviges un abandono aún más profundo de la vida mundana y sus vanidades.
La santa acostumbraba retirarse con frecuencia al monasterio de Trebnitz, donde llegó a fijar su residencia habitual. Allí permanecía observando las normas y durmiendo en la sala común con las religiosas del lugar. Durante los retiros, vestía de manera sencilla utilizando sólo una túnica y un manto y acostumbraba caminar hasta la Iglesia con los pies descalzos, incluso sobre la nieve. En una oportunidad, un abad observó que sus pies estaban muy lastimados y le regaló un par de zapatos pidiéndole a la santa que le prometiera que los usaría, pero luego de un tiempo la volvió a ver descalza y al consultarle dónde estaban sus zapatos, Eduviges los sacó de entre los pliegues de su manto, diciendo: “Siempre los llevo aquí”.
En una ocasión, cuando Enrique de Silesia fue tomado prisionero luego de varios enfrentamientos en la defensa del territorio, nuestra santa intervino y consiguió un acuerdo que puso fin al enfrentamiento. Eduviges acostumbraba a intervenir con frecuencia para evitar derramamientos de sangre.
Cuando en el año 1238 llegó al monasterio de Trebnitz la noticia de la muerte de Enrique de Silesia, las religiosas se entristecieron, pero Eduviges las reconfortó diciendo: “¿Por qué os quejáis de la voluntad de Dios? Nuestras vidas están en sus manos, y todo lo que Él hace está bien hecho, lo mismo si se trata de nuestra propia muerte que de la muerte de los seres amados”. Habiendo enviudado, nuestra santa decidió tomar el hábito religioso de Trebnitz pero sin hacer los votos para poder continuar administrando sus bienes en beneficio de los pobres.
Eduviges recibió de Dios el don de la profecía. En el año 1240, cuando su hijo Enrique II, quien había sucedido a su padre, se enfrentó en el campo de batalla contra los tártaros que habían invadido los territorios de Ucrania y Polonia, la santa tuvo una revelación sobre la muerte de su hijo. Tres días antes de que llegase la noticia al monasterio, Eduviges le dijo a una de las religiosas: “He perdido a mi hijo; se me ha escapado de las manos como un pajarito y jamás volveré a verle”.
Además del don de profecía, Dios concedió a Eduviges el don de los milagros. En cierta ocasión, una religiosa ciega recuperó la vista luego de que la santa trazara sobre ella la señal de la cruz.
Eduviges era una fiel devota de la Virgen y llevaba siempre en su puño una pequeña imagen de María Santísima. En Octubre del año 1243, la santa se encontraba enferma y, aunque todos consideraban que lograría curarse, ella pidió la extremaunción y falleció mientras empuñaba su pequeña imagen de la Virgen, la que no pudieron quitar de su mano. Cuando años más tarde trasladaron el cuerpo de Eduviges, quien había sido sepultada en el monasterio de Trebnitz, encontraron que la imagen de María Santísima continuaba empuñada y que los dedos que la sostenían permanecían incorruptos.
En el día que la celebramos, le rogamos a Santa Eduviges que interceda ante Dios para que, como ella, sepamos vivir confiados en la Santísima Voluntad Divina, porque hasta el Cielo no paramos.