Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.
Después de haber escuchado la Palabra y centrado la atención en el misterio, es natural que el alma se eleve hacia el Padre. Jesús nos quiere introducir en la intimidad del Padre para que digamos con Él: «¡Abbá, Padre!» (Rm 8,15; Ga 4,6). Así es que la primera oración de cada misterio es el “Padrenuestro”.
CF. Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” sobre el Santo Rosario, San Juan Pablo II, 16 octubre del año 2002 – Números 29 al 32, 36 y 37