Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos al Padre»?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
(Jn 14, 8-11)
Como los hermanos Pedro y Andrés, Felipe era natural de Betsaida, en el Lago de Genesaret (Juan 1, 44). También él estaba entre los que rodeaban al Bautista cuando éste señaló por primera vez a Jesús como el Cordero de Dios. Al día siguiente de la llamada de Pedro, cuando estaba a punto de partir para Galilea, Jesús se encontró con Felipe y le llamó al Apostolado con las palabras, “Sígueme”. Felipe obedeció la llamada, y poco después trajo a Natanael como nuevo discípulo (Juan 1, 43-45). Con ocasión de la selección y envío de los doce, Felipe está incluido entre los Apóstoles propiamente dichos. Su nombre figura en el quinto lugar de las tres listas (Mateo, 10, 2-4; Marcos, 3, 14-19; Lucas, 6, 13-16) detrás de las dos parejas de hermanos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan. El Cuarto Evangelio registra tres episodios referentes a Felipe que ocurrieron durante la vida pública del Salvador:
- Antes de la milagrosa alimentación de la multitud, Cristo se vuelve a Felipe con la pregunta: “¿Cómo vamos a comprar pan para que coman estos?” a lo que responde el Apóstol: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco” (6, 5-7).
- Cuando algunos paganos en Jerusalén vienen a Felipe y le expresan su deseo de ver a Jesús, Felipe informa del hecho a Andrés y luego ambos llevan la noticia al Salvador (12, 21-23).
- Cuando Felipe, después de que Cristo hubiera hablado a sus Apóstoles de conocer y ver al Padre, le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, recibe la respuesta: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (14, 8-9).
Estos tres episodios nos proporcionan un esbozo consistente de la personalidad de Felipe como hombre ingenuo, algo tímido, de mente juiciosa. Ninguna característica adicional se da en los Evangelios ni en los Hechos, aunque se le menciona en esta última obra (1, 13) como perteneciente al Colegio Apostólico.
San Felipe se dedicó a predicar en las regiones de Frigia, actualmente Turquía, y Escitia, actualmente Moldavia, Ucrania, Hungría y el este de Rusia. Fue martirizado y muerto en Hierápolis, según se cree. Su martirio consistió en ser crucificado y apedreado. Posteriormente sus reliquias se trasladan a Roma.
Su fiesta se celebra el 3 de mayo, junto con la fiesta de Santiago el Menor. Ambos apóstoles comparten la fiesta debido a que, en el siglo IV, el Papa Julio II edificó en Roma una gran basílica, que más tarde se conocería como la «Basílica de los Doce Apóstoles». El templo fue remodelado en los siglos VI y XV. Hasta entonces podía leerse una dedicación a Santiago y Felipe. En 1873 se descubre bajo el altar mayor un altar del siglo VI, conteniendo reliquias de dos esqueletos. Un trozo de diente encajaba perfectamente con otro en la reliquia de la cabeza de Santiago, conservada en la catedral de Anco. Como la iglesia había sido dedicada a Santiago y a Felipe conjuntamente, se concluyó que el otro cuerpo era el de San Felipe. La iglesia había sido dedicada un 1 de mayo, y esa pasó a ser la fiesta común de ambos apóstoles, siendo trasladada en 1969 a la fecha del 3 de mayo.
El Papa Benedicto XVI en su Catequesis sobre los Apóstoles
En 2006, al hablar del Apóstol Felipe como parte de su catequesis sobre los apóstoles, el Papa Benedicto XVI destacó el testimonio del seguidor de Jesús como invitación a buscar la intimidad con Él.
Hablando ante más de 25 mil fieles reunidos en una calurosa mañana en la Plaza de San Pedro, el Papa señaló que Felipe, “natural de Betsaida, como Pedro y Andrés era uno de los primeros apóstoles”, que manifiesta “las características del verdadero testimonio” cuando en su diálogo con Natanael no sólo le habla de Cristo, sino que «le invita a experimentar personalmente cuanto le ha dicho”.
“El apóstol nos insta a conocer a Jesús de cerca”. Jesús eligió a los doce para que “estuvieran con él, es decir, para que compartiesen su vida y aprendieran directamente de Él, no sólo el estilo de su comportamiento, sino sobre todo quien era realmente”.
“La intimidad, la familiaridad, la costumbre nos hacen descubrir la verdadera identidad de Jesucristo. Esto es cuanto nos recuerda el apóstol Felipe”.
Con ocasión de la multiplicación de los panes, Jesús se dirige precisamente a Felipe para solucionar el problema de cómo dar de comer a la multitud que lo seguía, y también antes de la Pasión, algunos griegos se acercan a Felipe porque quieren ver a Jesús. En ambos casos, el apóstol asume la figura de un intermediario “que nos enseña a estar siempre listos tanto para acoger las preguntas y exigencias cualquiera que sea su procedencia, como para orientarlas hacia el Señor, el único que puede satisfacerlas en plenitud”.
También en la Ultima Cena, Felipe es quien pide a Jesús que les muestre al Padre y Cristo responde: “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. «Para expresarnos según la paradoja de la Encarnación –observó el Santo Padre– podemos afirmar que Dios ha asumido un rostro humano, el de Jesús, y en consecuencia (…) si queremos contemplar realmente el rostro de Dios, no tenemos más que contemplar el rostro de Jesús”.
“La meta a la que tiende nuestra vida es encontrar a Jesús como lo encontró Felipe, intentando ver en Él al Padre celestial. Si faltase este empeño, nos encontraríamos solo con nosotros, como en un espejo. Felipe nos invita en cambio a dejarnos conquistar por Jesús, a estar con Él y a compartir esta compañía indispensable”, concluyó el Papa.
Iconografía
San Felipe era pescador. Se le suele representar con un libro en una mano y una cruz, ya que fue crucificado amarrado a una cruz con cuerdas. También se le suele representar llevando una cruz en forma de «T», instrumento con el que, según la leyenda, obró durante su vida muchos milagros. También con una cesta de pan o un pan por su participación en la multiplicación de los panes.
Oración
Padre,
a Ti que hiciste de San Felipe
un apóstol y un seguidor de tu Hijo Jesucristo,
te pedimos, por su intercesión, la gracia del Espíritu Santo.
Concédenos
la fortaleza necesaria para superarnos siempre,
ayúdanos a propiciar la salud de nuestro cuerpo
y a esforzarnos para vivir en gracia.
Haz que siempre sepamos aprovechar bien nuestro tiempo.
Ayúdanos a hacer bien las cosas desde la primera vez.
Danos, por los méritos de San Felipe Apóstol,
la gracia de estado que más necesitemos.
Te lo pedimos,
por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Fuente: ACI Prensa
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