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10 Minutos con Jesús. Hoy: Pedir y confiar

por 10 Minutos con Jesús

Quinta entrega de las meditaciones que difunde el equipo de 10 Minutos con Jesús. El equipo de 10 minutos con Jesús está conformado por sacerdotes y laicos de EE.UU, México, Inglaterra, España, Colombia, Kenya, Filipinas, que hacen posible que miles de personas de todo el mundo pasen 10 minutos diarios de conversación con Jesús a través de WhatsApp, Spotify, Telegram, Instagram, YouTube, Ivoox, Podcast de Apple, Google Podcast…

Padre mío y Dios mío, creo firmemente
que estás aquí, que me ves,  que me oyes.
Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados,  de todo aquello que poco o mucho te haya ofendido.
Y te pido gracia para hacer con fruto estos minutos de oración. Madre mía
inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi Guarda, interceded por mí.

Escuchar
a Jesús

Hoy Jesús, escuchándote en el evangelio,
vemos que nos explicas la necesidad que tenemos de orar siempre y de no
desanimarnos. De orar, de abrir de nuestro corazón,  de compartir contigo nuestras cosas. De hablarte
de nuestras necesidades y anhelos. De nuestras luchas y dificultades. Me viene
la imagen a la cabeza de las carreras largas de alta montaña. En ocasiones con
un helicóptero trasladan sacos inmensos con comida energética y bebida
isotónica y los depositan en algún punto estratégico del recorrido, como puede
ser un collado para reponer fuerzas.

La vida es como una carrera de larga distancia
que requiere un espíritu de superación, de lucha. Saber levantarse tras un
tropiezo; buscar la compañía de amigos que nos escuchan y nos alientan, Pero necesitamos
ingerir comida que nos tonifica y nos fortalece. Sin ello es difícil. Aparece
tarde o temprano lo que los deportistas denominan la pájara, que es una falta
de fuerza física cuando se agotan las reservas de glucógeno que tenemos en el
hígado o en los músculos. Te  deja
completamente anulado. (Xanax)

Alimentar
el alma

Hoy Jesús nos enseña que con el alma pasa
lo mismo y que el alimento de nuestra alma es la oración. Nuestra comunicación
contigo. Que podemos tirar de nuestra voluntad pero que tarde o temprano las
fuerzas nos flaquean. Porque hay tantas cosas que se nos escapan que no podemos
llegar a todas ellas ni controlarlas. Sin embargo a través de la oración tú nos
vas mostrando dónde se encuentran las cosas buenas, las cosas bellas, las cosas
auténticas. Lo que va dando respuesta a nuestras expectativas más profundas.

Además,  como un velero impulsado por el viento, sólo hace
falta que despleguemos como en el velero la vela y la dejemos empujar. La vela
que es nuestra confianza en ti.

Con la oración, Jesús, nos enseñas a detenernos,
a reflexionar y, sobre todo, a contar contigo. A confiarte de nuestras cosas.

Y
apareció el desánimo

Hoy también nos enseñas que aparecerá de
una manera de otra el desánimo. Y que la manera de no dejarnos arrastrar por él
es la oración. Cuánta fuerza tiene el mar cuando rompe en una ola;  y sin embargo qué distinto es experimentar esa
fuerza debajo de la ola, revolcado por ella. Qué situación tan angustiosa es
estar encima de la ola surfeando. La  ola
es la misma y su fuerza también; pero uno lo vive de manera muy distinta dentro
o fuera de ella. Por eso que no te paralicen las dificultades. Mira a Cristo. Confía
en Cristo. Él  no permitirá que suceda
nada que sea intrínsecamente malo- ¨Por eso suceda lo que suceda, no sucede
nada porque él está detrás. Él sabe más y sin duda todo es por algo bueno.

Palabras
de Oriente

Un cuento oriental habla de un granjero al que le avisan que se ha escapado uno de sus caballos. Como ya es algo mayor, hace llamar a su hijo y se lo comunica. Su hijo enseguida se hace con una cuerda,  prepara el lazo y sale a toda prisa para montarse en su caballo. Pero su padre le detiene y le hace ver que si no llevas algo de comida, no logrará recuperar el caballo. A veces tú y yo vamos demasiado rápido o con demasiadas cosas en la cabeza. Y  no reparamos en que tú, Señor,  en la oración nos haces fuertes, serenos, alegres, para alcanzar los deseos más profundos que tenemos dentro. Para explicar estas cosas hoy nos propones una parábola con dos protagonistas, un juez que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. U juez de corazón duro, de mirada altanera;  y una viuda sola, pobre, que acude a él porque alguien está tratando de aprovecharse de su situación para sacarle un dinero. Ella insiste e insiste ante el juez pero éste le va dando largas a su petición.

La
viuda insistente

Pero en un momento el juez pensó que aunque
“no le  me temo a Dios,  ni me importan los hombres,  como esa viuda me está fastidiando, le voy a
dar justicia;  no vaya a acabar pegándome
en la cara”. Tú, Jesús,  nos dices que no
fijemos en lo que dice el juez injusto. Pues sí Dios no hará justicia a sus elegidos
que le gritan día y noche o les da las largas. O digo que les hará justicia sin
tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

Dios
escucha

Escuchas mi oración Jesús. Mis confidencias,
 mis dudas y me aseguras que ante mis
peticiones y deseos no me darás las largas. Las atenderás sin tardar, enseguida.
Pero hay una segunda parte. ¿Cómo es mi fe y mi confianza en ti? Porque me
reclamas  fe que. Que me ponga realmente
en tus manos. Que te deje hacer. Me dices Jesús: – té pide, pide mucho; pero para
poner las cosas en las manos de tu Padre,  de Dios,  confía. Pide mucho y confía más.

El
leñador y la oración

S cuenta de un pueblo en el que apareció
un contratista de leñadores que quería talar una zona del bosque cercano al
pueblo y buscaron quienes se ofreciesen para ese trabajo. Les pagarían por el
árbol cortado. Salió un nutrido grupo de leñadores de ese pueblo. Durante la
faena había uno que cortaba más que ninguno, pero hacía algo extraño. Desaparecía
un rato y después volvía al trabajo. A cabo de unos días llegó el recuento y paradójicamente
el leñador que había ido y desapareciendo a intervalos, logró ser el que más
árboles corto. Cuando se le preguntó porque cortó más árboles que los otros, y
su respuesta fue muy sencilla. Les dijo que era porque afilaba el hacha.

Ahí tienes el secreto de la oración. Haz
lo mismo. Afila la oración. Llegarás mucho más lejos. Como  nos enseña Jesús: pide mucho y confía más.

Te doy gracias, Dios mío,  por los buenos propósitos, afectos e
inspiraciones que me has comunicado en estos 10 minutos de oración. Te pido
ayuda para ponerlos por obra.

Madre mía inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi Guarda,  interceded por mí.

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