Alabar a Dios, orar, conversar con el Padre siempre recordando nuestra condición de hijos amados por Él. Estos son algunos de los objetivos de este proyecto de Misioneros Digitales Católicos, que culminará cuando publiquemos el Salmo 150.
Hoy compartimos con ustedes el Salmo 8
SALMO 8 (versículos 1-10)
1 Del maestro de coro. Con la cítara de Gat. Salmo de David.
2 ¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
3 con la alabanza de los niños y de los más pequeños,
erigiste una fortaleza contra tus adversarios
para reprimir al enemigo y al rebelde.
4 Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y la estrellas que has creado:
5 ¿qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
6 Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
7 le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
8 todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
9 las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.
10 ¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Fuente:El Libro del Pueblo de Dios.
Voz: Laura Torres /Música: Juanjo Cabrera (Spotify)/ Juanjo Cabrera (canal de Youtube)
Comentario del Salmo 8
Himno a Dios, creador del universo y del hombre. Su estructura comprende un estribillo en inclusión que enmarca a todo el salmo y dos partes: grandeza de Dios (2-3) y dignidad del hombre en medio de la creación (4-9). El salmista entona su alabanza emocionada al poder y a la majestad de Dios , expresados en la maravilla de su obra creadora. En medio de un escenario tan grandioso, se destaca la figura del hombre que a pesar de su insignificancia, se convierte en la obra maestra de Dios y en la criatura privilegiada de toda la creación, recibiendo de Dios el señorío y dominio sobre todas las cosas. Estas ideas están desarrolladas y ampliadas en Génesis 1. El autor de la carta a los Hebreros cita el salmo 8, 5-7 para expresar el triunfo y señorío universal de Cristo tras su muerte (Heb 2, 5-9). En Él encuentra la humanidad su modelo perfecto.
Fuente: La Biblia, La Casa de La Biblia, edición aprobada por la Conferencia Episcopal Española.
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