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Monasterio Español San Bernardo de Claraval – Miami.

por Horacio Espinosa

Es bastante probable que el título de esta bitácora confunda a más de un lector, como me confundió a mí cuando conocí esta historia. Pero sí, existe un monasterio que data del siglo XII en la península de Florida.

El Monasterio español de Sacramenia es un edificio histórico localizado actualmente en Miami (Estados Unidos). Fue construido durante el siglo XII como parte de la abadía cisterciense de Santa María la Real, situada en el municipio de Sacramenia, en la provincia de Segovia (España), donde se mantuvo durante casi 800 años hasta que fue vendido en 1925 y trasladado a su actual emplazamiento.

Historia

En 1925 el excéntrico millonario estadounidense William Hearst (el mismo del castillo de San Simeón en California) compró los claustros y dependencias del monasterio de San Bernardo de Claraval, original de Sacramenia, España, a unos 150 km al norte de Madrid, para instalarlo en su país. Pero vayamos al inicio del monasterio. 

Alrededor del año 1133 se inicia la construcción de un monasterio que ocuparían los monjes cistercienses bajo la advocación de Nuestra Señora Reina de los Ángeles. Esto ocurrió casi 350 años de que su actual locación fuese descubierta por Cristóbal Colon. La construcción culminó en 1141, por ello es de estilo románico. Fue fundado por Alfonso VII de León en 1141 y se convirtió en hogar de los monjes durante casi 700 años. Treinta y tres años después de su inauguración, decidieron cambiar el nombre del Monasterio y dedicarlo a San Bernardo de Claraval, en el año de su canonización.

En la década de 1830, durante la revolución que tuvo lugar en España, los claustros fueron confiscados y convertidos en granero y establo. Sufrió un incendio y con los años quedó en el olvido y el abandono. Así fue cómo el excéntrico millonario lo descubrió y decidió comprar los restos, aún en pie. La estructura fue desmantelada piedra a piedra, atadas con pajas para su protección, y después fueron empacadas en aproximadamente 11.000 cajas de madera, numeradas para su identificación y enviadas a Estados Unidos. En paralelo, en Segovia (España) estallaba la fiebre aftosa. Esto llevó a que el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, por temor a un posible contagio, al llegar el cargamento al puerto de New York, lo puso en cuarentena, para luego abrir las cajas y quemar la paja, una posible portadora de la enfermedad. 

Desafortunadamente, los obreros no volvieron a colocar las piedras en las cajas originales perdiéndose así la numeración y la identificación propia de cada piedra. De esta manera las piedras fueron llevadas a un depósito y allí quedaron durante más de 26 años, ya que en aquella época problemas financieros del millonario Hearst obligaron a la venta o subasta de su colección. En el año 1952, un año después de la muerte del sr. Hearst, los restos fueron adquiridos por William Edgemon y Raimond Moss, con la idea de convertirlo en una atracción turística en la península de Florida. Ahora bien, una vez adquiridos los restos debían reconstruirlo, tarea que sería muy difícil ya que no había ninguna pista de por dónde comenzar. Tomó 19 meses y casi 1,5 millones de dólares en esa época (aproximadamente alrededor de 13 millones de dólares actualmente) reconstruir los claustros. La prestigiosa revista TIME comparó esta tarea como el mayor rompecabezas del mundo. Algunos años después de la reconstrucción del claustro en 1964, debido a dificultades financieras, los claustros debieron ser nuevamente vendidos. Esta vez fue el Coronel Robert Pentland Jr., un rico filántropo y benefactor de muchas iglesias, quien los adquirió y donó a la diócesis episcopal.  Hoy el monasterio es el hogar de la iglesia de San Bernardo de Claraval.

Descripción

Al llegar al monasterio uno se encuentra con un portón de hierro, que fue originalmente utilizado como portón de entrada en la casa de un noble español. Está forjado a mano. La piedra esculpida por encima del portón está fechada en 1141, año donde se completó el monasterio.  El ingreso es por el museo, donde uno puede ver un confesionario de familia de mediados del siglo XIX con su escudo de armas, un gabinete papal de nogal tallado a mano utilizado por el Papa Urbano VII (1644-1652) para guardar su ropa personal. Está decorado con el sello papal y el escudo de la familia Bernini (tres abejas y el sol). A continuación se llega al jardín. Aquí debemos destacar que el sitio, antes de contener el monasterio, era un vivero con casi 1.000 plantas y árboles de varios tipos cubriendo casi 60.000m2.

Una vez en el jardín, recorriendo sus coloridos pasillos uno se encuentra con dos piezas medievales: un pilar con cabeza de carnero y una fuente bautismal. En el extremo norte del jardín esta la Silla del Abad, que simboliza su autoridad. Originalmente estaba en la Sala Capitular. El ingreso al edificio en sí mismo se realiza a través de los claustros del sur. Antes de atravesar la puerta presten atención al frontis de la puerta de entrada, donde hay un bajorrelieve dedicado a la Virgen María. En el mismo se ve a la Madre de Dios siendo coronada por ángeles sobre un castillo con dos leones, representando las provincias de Castilla y León. Continuando hacia la derecha se ve una puerta sellada, la cual llevaba a las habitaciones de los monjes. Esta parte no fue reconstruida.

En los claustros hay piedras que poseen pequeños símbolos rayados. Estas son las marcas de los trabajadores de la cantera, que inscribían poco tiempo después de finalizar cada piedra. Al igual que las marcas características de los plateros, los trabajadores de la piedra utilizaron varios signos (estrellas, tallos de trigo, media luna) para identificarse. Sobre la pared sur destaca el escudo de San Bernardo, que fue canonizado en 1174, 21 años después de su muerte, y por quien tomó su nuevo nombre el monasterio.  Cerca de este escudo hay un escudo de armas real perteneciente a Alfonso VII y de inmediato se destaca la fuente bautismal que tiene más de 880 años de antigüedad. 

Uno camina por pisos claramente reconstruidos, ya que los originales eran de escombros compactados por los pies de los monjes durante siglos. Eran desiguales, aún se pueden distinguir a lo largo de las piedras bajas de los claustros. A pocos metros de la pila bautismal se llega a la Capilla. En la puerta destaca una campana de hierro, que fuera utilizada para llamar a los monjes en los horarios de comidas. Si bien la campana es de época, tanto la cadena como el badajo original se perdieron y fueron reemplazados. La Capilla originalmente era el refectorio o comedor de los monjes. Así es como se puede ver el hollín que produjo el humo del fuego de la cocina en la ventana más cercana al altar.

Sobre la pared izquierda de la Capilla destaca un bajorrelieve que representa la visita de los tres Reyes Magos al Niño Jesús con sus ofrendas de oro, incienso y mirra. Fue esculpido en mármol italiano blanco alrededor del año 1600. Más adelante vemos los dos vitrales góticos que destacan por encima del altar. El de la izquierda nos muestra a San Juan contemplando a Cristo entronizado, mientras que el de la derecha muestra un pasaje bíblico del libro del Apocalipsis. Por debajo de este vitral hay una copia de la Visión de San Bernardo (1540) y a la izquierda una imagen de María con el Niño Jesús. Saliendo de la capilla, a mano derecha nos recibe la estatua en tamaño natural del joven Alfonso VIII, nieto del Rey Alfonso VII, quien reinaba en el momento de la inauguración del monasterio. En el centro del claustro está la imagen de Cristo Rey que data del siglo XII y de la cual se dice que fue tallada por uno de los primeros monjes que habitó en el monasterio. También hay un pequeño hueco en la pared. Fue usado como benditera para el agua bendita.

Hacia el final del pasillo nos encontramos con el retablo del altar francés. A la derecha del mismo hay una fotografía de cómo se veía originalmente, donde se incluye su hornacina original. Fue construido en piedra caliza extraída del río Sena. La característica de esta piedra es que es manipulable mientras se mantenga húmeda. Por ello, fue mantenida de esta forma desde el río Sena hasta Cannes para ser tallada. Una vez terminada la escultura, la piedra lentamente se seca y se endurece. Atravesando las puertas de hierro nos encontraremos con uno de los pocos altares con tres patas que hay en el mundo y que representan a la Santísima Trinidad. En el hueco de arriba del mismo, como en todos los altares, se pueden aún observar huesos de los santos. Este altar, al igual que el retablo, fue donado por la casa Matriz durante el siglo XIV.

Continuando el recorrido nos encontramos con el santuario de la Virgen, tallado por un escultor desconocido de Cannes. La imagen es moderna y fue donada a la Iglesia en el año 1960.  La pared norte del Claustro, hecha de piedras calizas oolíticas de Florida, sustituye la pared. Originalmente fue compartida con la iglesia del monasterio en España y aún hoy sigue siendo parte de las ruinas. Allí nos encontramos con la estatua de tamaño natural del rey Alfonso VII (considerado un hombre alto), quien inició la construcción del monasterio en agradecimiento por vencer y derrotar a los moros en una gran batalla decisiva. El último tramo del recorrido muestra una serie de armoriales heráldicos con escudos de armas de la nobleza española que contribuyeron al monasterio.

La visita

Un viernes por la mañana queríamos hacer algo distinto en Miami. Así, buscando curiosidades, conocimos la historia de este monasterio. Previo conocimiento de las excentricidades del sr. Hearts, nos dirigimos allí para conocer el lugar. Menuda sorpresa nos llevamos al encontrarnos con un pedazo de historia religiosa española en Florida. Al principio, sinceramente, dudábamos si ingresar al lugar, pero nos convenció saber que allí dentro aún funcionaba un templo, donde efectivamente hay celebración. Es decir, no solo eran piedras, era un lugar donde Dios estaba vivo. Comenzamos el recorrido asombrados por estar viendo un edificio tan antiguo en Estados Unidos. Los escudos heráldicos, etc., son más europeos que estadounidenses.

El recorrido era más que nada turístico, pero en el fondo sabíamos que en el templo está Él esperándonos. Y así fue, realmente al llegar a la pequeña Capilla todo cambió. Hubo un silencio que nos permitió estar en un clima de oración profundo. Los turistas parecían haber desaparecido, solo estábamos nosotros y el Señor.  Salimos de allí, con una extraña sensación: esas paredes habían albergado a un doctor de la Iglesia como San Bernardo de Claraval. Aún seguían manteniendo algún misticismo, algo sagrado vivía dentro de ellas. Es difícil de explicar, pero el tiempo que estuvimos dentro de la Capilla fue distinto al tiempo en que estuvimos realizando el resto del recorrido, que en sí fue acompañado con otras personas. Pero dentro de la Capilla estábamos a solas con Él.

Tips de Viajero

  • El Monasterio está cerca del Shopping Aventura.
  • Llegar no es difícil, pero se debe atravesar un barrio poco frecuentado por turistas, no está sobre una avenida. Les recomiendo usar el GPS de su celular y buscar “Ancient Spanish Monastery”.
  • Es muy lindo el parque para quedarse un tiempo a disfrutarlo. Nosotros como argentinos nos quedamos tomando mate. En el lugar solo se vende agua mineral.

 

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