Portada » «El amor de Jesús por sus amigos»

«El amor de Jesús por sus amigos»

por Pbro. Tomás Trigo
16 Tomas Trigo-el-amor-de-jesus-por-sus-amigos

Escuchar el episodio El amor de Jesús por sus amigos

«–¿Dónde le habéis puesto?

Le contestaron:

–Señor, ven a verlo.

Jesús rompió a llorar. Decían entonces los judíos:

–¡Mirad cuánto le amaba!» (Jn 11, 34-36).

El amor que Jesús nos tiene es un amor de verdad, es afecto, cariño; nos quiere con todo su corazón. Y si alguna vez nos ve perdidos o muertos a la vida de hijos de Dios, sufre y llora de pena. Pero, si escuchamos su voz, también nosotros volveremos a la Vida.

Me han ayudado mucho estas palabras de san Josemaría Escrivá:

«Jesús es tu amigo. El Amigo. Con corazón de carne, como el tuyo. Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro… 

Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti» (Camino, n. 422).

Para crecer en confianza con Jesús, necesitamos contemplarlo así: con corazón de carne, llorando por un amigo: 

¡Dios llorando por un amigo, por mí! 

Pero antes, nació y creció una amistad con aquella familia. En diversas ocasiones, Jesús, con sus discípulos, entra, como si fuera la suya, en la casa de Lázaro, Marta y María: descansa del camino, agradece a Marta la buena comida que les ha preparado, conversa amablemente con todos y cada uno, sonríe ante algo divertido que le cuenta Lázaro, responde con sencillez a las preguntas de María. A veces, se queda hablando a solas, largo y tendido, con Lázaro. Marta le dice un día que le ha comprado unas sandalias nuevas, porque las que lleva puestas ya tienen muchas leguas encima. Y que tiene que comer más, que ha comido muy poco. Lázaro, Marta y María son amigos de Jesús, y tienen mucha confianza con Él, porque Jesús inspira confianza, porque es amable, cariñoso, humilde, porque es Dios y, al mismo tiempo, ¡tan humano! Por eso llora cuando le dicen que Lázaro, su gran amigo, ha muerto. 

La amistad crece poco a poco con el trato. Si queremos tener amistad con Jesús, solo tenemos que tratarlo. Él lo desea, Él es el primero en ofrecernos su amistad. Ahora somos nosotros los que tenemos que invitarlo a nuestra casa, que es suya, y hablar con Él y escucharlo, y tener los detalles de amistad que tendríamos con un amigo íntimo. 

Señor, quieres que haya amistad entre Tú y yo. Una amistad verdadera. Quieres que nos tratemos con confianza, que hablemos de lo que llevamos en el corazón, que estemos pendientes uno del otro, que busquemos el bien del otro como si fuera para uno mismo, que charlemos de esto y aquello, cuando vamos caminando hacia el trabajo… Y para que esa amistad sea verdadera, me elevas a tu altura divina, y Tú te rebajas a mi altura humana. 

¡Qué agradable puede ser la vida, aunque haya sufrimiento y dolor, si somos amigos de Dios! 

Artículos relacionados

1 comentario

Hugo alvarez agosto 24, 2020 - 8:50 pm

Amen bendiciones

Reply

Deja un comentario