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El Señor mira con compasión a la humanidad

por Mons. Luis José Rueda Aparicio
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La palabra de Dios, es una palabra bellísima. Porque reproduce y amplía aquello que decimos en el Padrenuestro “danos el pan de cada día”. En la segunda lectura nos vamos a dar cuenta de algo muy importante, ni el hambre, ni la enfermedad, ni la guerra, nada nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

Evangelio según San Mateo 14,13-21

Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.

Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos».
Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos».
Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados».
«Tráiganmelos aquí», les dijo.

Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.

Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Palabra de Dios.

Transcripción de La Voz del Pastor de Agosto 1 de 2020

El capítulo 14 de San Mateo, nos muestra a Jesús buscando un lugar silencioso, un lugar íntimo para la relación con Dios. De esa relación íntima y silenciosa con Dios, viene una relación directa con la comunidad.

La comunidad lo está buscando. Usted y yo también lo buscamos en nuestra vida, en este domingo, en todos los días de la semana y en los acontecimientos. Al encontrar a Jesús, se produce esa relación bella y santificadora del Salvador con la humanidad, de la misericordia con la miseria humana. Entonces, el Señor mira con compasión a la humanidad. Nos está mirando a nosotros con compasión. Además, cura las enfermedades de los que estaban allí, pero Él cura también todas nuestras enfermedades del cuerpo y del alma.

Miren lo que pasa en esta relación donde la compasión es lo que guía el acontecimiento del encuentro de Jesús con la comunidad y con nosotros. Se hace tarde en el encuentro, los discípulos están pensando en que no tienen nada para darles de comer, están viendo la necesidad, pero no están viendo la solución. Se hace tarde y Jesús, al escuchar la queja y la preocupación de sus discípulos, les dice que no los rechacen, que no los manden a sus casas, que se queden allí todavía. Les vamos a dar de comer. Ustedes les van a dar de comer. 

Ellos, que tienen una mentalidad muy humana, muy práctica, dicen “tenemos cinco panes y dos peces es muy poco para toda la multitud”. Muchas veces, también nosotros hemos sentido que tenemos muy poco para dar y que no nos alcanza para nosotros, mucho menos para los demás. Pero Jesús allí está, enseñándole a los discípulos y a la comunidad, hoy nos enseña a nosotros, que siempre tendremos algo para compartir. Cuando lo que tenemos, así sea poco, lo ponemos en las manos de Jesús, Él lo toma, lo bendice, lo comparte, lo reparte y alcanza para todos. La compasión se convierte en solidaridad de tal manera que somos capaces de darle al otro de lo que tenemos.

Qué bello es encontrar familias en medio de las situaciones que estamos viviendo, en la pandemia, que comparten lo poco que tienen con los demás. No les falta porque se vive la solidaridad.

Esta experiencia de encuentro con Jesús, nos lleva a descubrir que no debemos entrar en la actitud del desperdicio, porque es una ingratitud. Cuando nosotros desperdiciamos, significa que estamos tomando lo que necesitamos y tirando el resto. Ese resto que alguien puede estar necesitando. La necesidad de recibir, lo que usted lleve y lo comparta, porque están enfermos porque están ancianos porque están solos. 

Cuando entramos en la actitud de la fraternidad y de la solidaridad, siempre tendremos algo para dar. Aquello que tirábamos, aquello que descartábamos, aquello que desperdiciamos, se convierte en un puente de solidaridad con aquel que lo está necesitando. 

Y todos comieron y se saciaron”: este es un anticipo de la eucaristía, en ella, nosotros somos mirados con compasión por parte de Jesús. Él nos da el alimento de la palabra y nos da el alimento de su presencia. Sana nuestras enfermedades y nos enseña a salir al encuentro con Jesús, a ser solidarios. Posiblemente, aquellos que estuvieron en la multiplicación de los panes y de los peces, aquel día aprendieron una lección. Hay mucho para compartir, y desde la pobreza tenemos mucho para dar. No es bueno que se desperdicie. Es necesario que podamos hacer las obras de misericordia que tengamos a nuestro alcance. Aprendamos de la eucaristía, a prolongarla en la mesa de cada día, a bendecir los alimentos a comerlos con gratitud y a compartir con generosidad el pan de cada día.

Que el Señor bendiga sus familias y les dé el pan de cada día. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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