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«Tranquilícense, soy yo; no teman»

por Mons. Luis José Rueda Aparicio
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En este domingo el Señor nos congrega, nos llama, nos invita a todos a estar con Él y con el Salmo 84 le decimos nosotros: muéstranos Señor tu misericordia y danos tu salvación. 

Evangelio según San Mateo 14,22-33. 

Después que se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.
Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra.
A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.
Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman».
Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua».
«Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.
Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame».
En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?».
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.
Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios».

Palabra de Dios.

Transcripción de La Voz del Pastor del 8 de agosto del 2020

Jesús ha alimentado a la multitud de personas que se han encontrado con Él y luego se ha quedado solo para orar, le ha pedido a los discípulos que se desplacen en el mar, que vayan caminando, que vayan avanzando; pero Él se queda a solas para orar, para el encuentro con el Padre. 

Estaba en el encuentro con la multitud y ahora quiere la soledad, la intimidad para el encuentro con el Padre, ese dato es muy importante en la vida de todos nosotros los seguidores del Señor, Él es el maestro de la oración, Él nos invita a orar, Él invita a su familia, nos invita a cada uno de nosotros a orar y qué pasa mientras tanto con los discípulos, ellos van en el mar pero los sorprende una tormenta. 

Ellos son maestros en el mar porque son pescadores, pero la tormenta los llena de miedo, los llena de angustia, están solos, están de noche, están con un viento en contra. Y a la madrugada, Jesús se acerca a ellos.

Es que Jesús se acerca a nosotros en medio de la dificultad, en medio de la oscuridad, caminando sobre el agua con el viento en contra, pero Él se acerca a nosotros, es la misericordia de Dios caminando hacia nosotros, caminando hacia la humanidad que está sufriendo y allí en el encuentro viene el diálogo entre Pedro y Jesús, porque Pedro cree que es un fantasma lo que está viendo. Está tan angustiado el grupo de los discípulos que creen ver un fantasma, pero Jesús les habla: no tengan miedo, soy yo.

Esa voz de Jesús la necesitamos todos y por eso en este domingo queremos en familia escuchar la voz de Jesús, porque esa voz nos devuelve a la confianza, nos hace sentir acompañados, nos hace sentir amados, nos hace superar la soledad. 

Pero Pedro le dice: si eres tú, mándame a ti, porque él quiere estar cerca del maestro, porque él sabe que junto al maestro encuentra la paz completa. Jesús le pide que vaya, pero por el camino y viene la incertidumbre, y empieza a hundirse y Jesús le tiende la mano, y lo agarra, lo soporta, lo sostiene. A nosotros también y a la humanidad entera. 

Pedro es la iglesia azotada por el viento, por la tormenta, por la soledad, por la oscuridad. Pedro es la iglesia, es su parroquia, es nuestra diócesis, es cada uno de nosotros en nuestra familia y el Señor le dice: porque has dudado hombre de poca fe, es que la fe de Pedro y la fe de todos nosotros es imperfecta, va camino hacia Jesús pero es imperfecta. 

Necesitamos que Él nos soporte, que Él nos sostenga, que Él nos dé seguridad y cuando Jesús con Pedro llegan a la barca viene la calma. También el mundo, la humanidad está en medio de una tormenta, pero no estamos solos, Cristo está en medio de nosotros, Cristo el Hijo de Dios camina sobre la tormenta, camina sobre el momento de angustia de la humanidad, camina sobre nuestra problemática para llegar a nosotros, para cumplir aquello que Él ha dicho: yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. 

Dejémonos tomar de la mano de Jesús para que crezca nuestra fe y para que nuestra iglesia con Jesús encuentre la calma y la fortaleza. 

Que el Señor nos bendiga y acompañe en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. 


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1 comentario

Susana Leiva agosto 9, 2020 - 11:53 am

Qué hermoso consuelo esta Palabra y este comentario en estos momentos!!! Gracias Mons. Aparicio

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