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La eternidad de la poesía en Bécquer

por Egberto Bermúdez
becquer

Al leer “Cartas literarias a una mujer” de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) se puede inferir que el poeta establece una distinción entre la poesía y el poema que resulta clave para comprender muchos de sus poemas, entre ellos, la “Rima IV”.

La poesía es lo que se siente, lo que se piensa, lo que se experimenta, es decir, lo que se vive. Por el contrario, el poema es lo que se escribe, por ello nos dirá: “escribo como el que copia de una página ya escrita” y luego añade: “Todo el mundo siente. Solo a algunos seres les es dado el guardar como un tesoro la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que estos son los poetas”.[1]

 La “Rima IV” es una silva de treinta y seis versos heptasílabos y endecasílabos de esquema variable, agrupados en nueve estrofas. Cada estrofa impar termina con el estribillo que se repite, acompañado de signos exclamativos, “¡habrá poesía!”, para hacer énfasis en el tema de la eternidad de la poesía.  La primera estrofa es la siguiente:

No digáis que agotado su tes

de asuntos falta, enmudeció la lira.                      

Podrá no haber poetas, pero siempre

¡habrá poesía! [2]

La lira, símbolo de la poesía, está muda, porque no hay poetas que escriban poemas. Sin embargo, a pesar de esto, ¡habrá poesía!, pues la poesía es eterna ya que está en lo que se siente, en lo que se experimenta, en lo que se vive.   La segunda estrofa es la siguiente:

Mientras las ondas de la luz al beso

palpiten encendidas;

mientras el sol las desgarradas nubes

de fuego y oro vista;

La tercera estrofa es la siguiente:

mientras el aire en su regazo lleve

perfumes y armonías;

mientras haya en el mundo primavera,

¡habrá poesía!

La repetición de “mientras” (anáfora), otra vez hace hincapié en el tema de la eternidad de la poesía, la cual es eterna porque se encuentra en la experiencia de la belleza de la naturaleza. Hay aquí personificaciones muy bellas: “ondas que palpitan”, “el sol que viste las nubes”, “el aire que tiene regazo y lleva perfumes y armonías.” Además, la poesía se halla en la experiencia de la belleza de la primavera. Por lo tanto, la poesía no depende del trascurrir del tiempo, porque todas las experiencias mencionadas se repiten indefinidamente. La cuarta y la quinta estrofa son:

Mientras la ciencia a descubrir no alcance

las fuentes de la vida,

o en el mar o en el cielo haya un abismo

que al cálculo resista:

mientras la Humanidad siempre avanzando,

no sepa a do camina;

mientras haya un misterio para el hombre,

¡habrá poesía!

La poesía está también en la experiencia de los misterios que la ciencia no acaba de descifrar. Sí, la ciencia aclara muchos problemas, pero siempre surgen nuevas preguntas; así que la investigación científica se convierte en una búsqueda sin término.

En estas estrofas, Bécquer critica indirectamente el positivismo de Augusto Comte (1789-1857) y su compañero, el cientificismo, ya influyentes en la vida intelectual española de la época. Para el cientificismo, la ciencia es el único modo válido de conocer la realidad; pero esto es falso, porque la ciencia no tiene nada que decirnos sobre la ética, el sentido de la vida, el amor, la belleza, la bondad, la justicia, el sufrimiento, el dolor y la muerte; nos dice sí, cómo ocurren los cambios en el mundo material (causas materiales), pero nada sobre las causas finales, el porqué de las cosas. En “Cartas literarias a una mujer”, el poeta hace una crítica más directa cuando escribe: “La disección podría revelar el mecanismo del cuerpo humano; pero los fenómenos del alma, el secreto de la vida, ¿cómo se estudian en un cadáver?” [3]  La sexta y la séptima estrofas son:

Mientras sintamos que se alegra el alma

Sin que los labios rían;

mientras se llore sin que el llanto acuda

A nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza

batallando prosigan;

mientras haya esperanzas y recuerdos,

¡habrá poesía!

La poesía también se encuentra en la experiencia de algunas paradojas de la existencia, como cuando estamos alegres, pero no lo manifestamos con la risa o estamos sufriendo (llorando), pero no tenemos lágrimas. Además, cuando hay conflictos entre la razón y los sentimientos (“el corazón y la cabeza”), quizás cuando nos enamoramos de alguien, pero la razón nos dice que no somos compatibles, y por consiguiente, vivimos una lucha interior. También la poesía está en la experiencia de las esperanzas y los recuerdos.    Las estrofas octava y novena son:

Mientras haya unos ojos que reflejen

los ojos que los miran;

mientras responda el labio suspirando

al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso

dos almas confundidas

mientras exista una mujer hermosa

¡habrá poesía!

La poesía está también en la experiencia del amor entre un hombre y una mujer (Érổs), en la experiencia paradójica de dos almas confundidas que se sienten en un beso; además en la experiencia de la belleza de una mujer hermosa.

Para C.S. Lewis [4] , según los griegos, existen cuatro tipos de amor: Érổs (el amor erótico entre un hombre y una mujer), Philía (amistad), Storgệ (afecto, especialmente entre padres e hijos) y Agápệ (el amor de Dios y a Dios, el amor incondicional de entrega total). En la “RimaIV” Bécquer sólo menciona Érổs, como experiencia en que habita la poesía. Sin embargo, en “Cartas literarias a una mujer” también incluye “Agápệ”: “el amor es manantial perenne de toda poesía, el origen fecundo de todo lo grande, el principio eterno de todo lo bello; y digo el amor porque la religión, nuestra religión sobre todo, es un amor también, es el amor más puro, más hermoso, el único infinito que se conoce”. [5]

En resumen, el poema es lo que se escribe, la poesía es lo que se siente, lo que se piensa, lo que se experimenta, lo que se vive. En el origen de toda poesía está el Amor (Agápệ), el amor de Dios y a Dios. Por lo tanto, la poesía es eterna porque Dios es eterno. Así pues, aunque se acabara el universo todo y ya el ser humano no pudiera experimentar, ni la belleza de la naturaleza, ni los misterios de la ciencia y del universo, ni el amor entre un hombre y una mujer, ni la belleza de una mujer hermosa, ¡habrá poesía!

 [1] p. 623 de Bécquer, Gustavo Adolfo. Obras completas. Madrid: Aguilar, 1973. Todas las citas de Bécquer provienen de esta edición.

[2] pp. 405-406.

[3] pp. 618-619.

[4] Lewis, C.S. Los cuatro amores. Madrid: Rialp, 2017.

[5] p. 625


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