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Venid a descansar un poco

por Pbro. Tomás Trigo
Dios

Escuchar aquí el episodio Venid a descansar un poco

Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Pero los vieron marchar, y muchos los reconocieron. Y desde todas las ciudades, salieron deprisa hacia allí por la tierra y llegaron antes que ellos. Al desembarcar vio una gran multitud y se llenó de compasión por ella, porque estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas» (Mc, 6, 30-34).

“¿Descansar? ¿Con tanto como hay que hacer? Hay muchas cosas inaplazables que me esperan. Además, los cristianos tenemos una labor muy urgente: evangelizar. Hay millones de personas a las que hay que dar a conocer la Verdad… Descansar es una irresponsabilidad. (Zolpidem) Solo hay que hacerlo cuando no queda más remedio”.

Algunas personas muy bien intencionadas piensan así. Consideran el descanso como una falta de responsabilidad. Han olvidado dos verdades muy importantes: 

Primera: que nadie les ha dicho que carguen sobre sus hombros con los problemas del mundo y que los solucionen urgentemente.

Segunda: que Dios quiere que descansemos, porque nos ama y desea que cuidemos la salud del cuerpo y la salud del alma. Por tanto, cuando una persona descansa como y cuando debe descansar, está haciendo la voluntad de Dios, y, por tanto, está caminando por el camino de la santidad, y construyendo el Reino de Dios en el mundo.

Si entendemos bien qué significa “descanso”, podemos llegar a la conclusión de que, en cierto modo, trabajamos para poder descansar, y no al revés.

Me explico: el descanso es un concepto muy amplio. No se refiere únicamente al cese de toda actividad, como cuando dormimos, sino también a la realización de actividades que no son trabajo: conversar con la familia o los amigos, comer, jugar, leer, escuchar música, ver una película de cine, pasear con alguien, hacer ejercicio físico para mantener la salud, etc. Gracias al trabajo, podemos hacer todo eso, que enriquece nuestro espíritu y enriquece a los demás. Pero, sobre todo, podemos tratar a Dios con calma: hacer oración, participar en la Misa, estar con Él… 

Necesitamos el ocio que nos permite contemplar a Dios y disfrutar de su presencia. Hay unos versos de Gerardo Diego con los que el poeta le pide a Dios “su” ocio para adorarlo:

«Dame, Señor, tu ocio, ocio para adorarte, 

ocio de pensamiento si las manos se enfangan, 

ocio azul del espíritu mientras cavila el seso, 

ocio de Ángel sin tiempo tras cancela de plumas, 

de mariposa absorta en el borde del Cáliz 

que abre y cierra sus alas abanicando el éxtasis, 

ocio de alta vigilia reclinada en tu sueño. 

No tener prisa, no tener prisa, no tener prisa. 

Señor, Tú estás presente, Tú eres presente, 

Tú eres el Presente».

«No tener prisa, no tener prisa, no tener prisa». Cuánto bien nos puede hacer este pensamiento repetido. 

Señor, que no esté pensando en el después, que no ansíe el mañana, que no viva en el futuro; que sepa amar el hoy, vivir el ahora, en el que estás Tú, que eres el Presente. 

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