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«La oración sincera es oración misionera»

por Mons. Luis José Rueda Aparicio
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«Oración y misión van unidas»

Evangelio según san Lucas 18, 9-14

EN aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así en su interior. «¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo».

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:

«Oh Dios!, ten compasión de este pecador».

Les digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

Transcripción de La Voz del Pastor del 23 de octubre de 2022

“Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca, que el afligido invoque al Señor en medio de su dolor, encontrará la respuesta del amor de Dios”. Este es el domingo mundial de las misiones.

¡Oh Dios!, Ten compasión de mí que soy un pecador, ¿Quién estaba diciendo eso? tal vez usted O tal vez yo, cualquier hombre, cualquier mujer que con humildad reconoce su pecado y que va al templo a orar sin ocultar su pecado, es una oración humilde, un corazón quebrantado y humillado como dice el Salmo 50: “¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro”.

Pues, este pecador estaba allí, orando: “Ten compasión de mí, que soy un pecador”. Era un publicano; el fariseo, llega con toda su apariencia, el fariseo, llega tratando de engañar a Dios, el fariseo, trata de aparentar delante de Dios, pero, el publicano, llega de rodillas, llega con humildad, llega pidiendo la misericordia, y pidiéndole a Dios que tenga piedad de él. 

A Dios le gusta la oración suya y mi oración, le gusta mi oración porque soy un pecador y porque todos los días me levanto y digo: “Señor, soy un pecador”, soy sacerdote de tu iglesia, pero soy un pecador y necesito tu piedad, tu compasión, tu misericordia.

Y la primera lectura de este domingo, en el libro del Eclesiástico capítulo 35, dice que: «La oración humilde atraviesa las nubes”, es decir, que la oración cuando es sincera, cuando es humilde, cuando brota con las palabras de nuestro corazón herido, llega al corazón misericordioso de Dios, y entonces se encuentra nuestra miseria con la misericordia de Dios y transforma nuestra vida.

La oración sincera es oración misionera, porque permite que Dios transforme en mi vida y ayuda a transformar la vida de otros, que creyéndose pecadores no se acercan al Señor, pero que cuando lo encuentran ya no quieren alejarse de Él, porque han encontrado el sentido de su vida y la renovación de su existencia.

Oración y misión van unidas y van dirigidas al corazón de Dios Padre a través de Cristo Jesús en el Espíritu Santo.

Que el Señor nos bendiga y acompañe.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén


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