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Meditación del día 10 de abril

por Pbro. Luis A. Zazano
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Evangelio según san Juan 3, 16-21

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

Dios amó tanto al mundo

1) Crea en Él: Creer en alguien no es ilusionarse con alguien. Creer es confiar y confiar es creer. Pero implica también que acepto cómo es en quien creo. Por eso tener vida desde la fe no es vivir en ilusiones, sino que es vivir con los pies en la tierra, aceptando la realidad, pero enfrentándola con el objetivo de un vivir eterno, asumiendo que tengo que complementar mi vida con mi fe. Cuando tu vida tiene la cuota de creer no es que tenés más vida, sino que sabes crear más oportunidades para vivir tu vida. 

2) Juzgar: En esta vida no estamos llamados a vivir un moralismo y mucho menos somos personas que tenemos que reducir la fe a un conjunto de normas, porque primero se vive y luego se escribe. Así fue la experiencia con Jesús. Viví la experiencia cristiana, anímate a relacionarte con este Dios de la vida a tu manera y sabiendo que hay una comunidad que acompaña. No dejes de buscar esa presencia de Dios que te relaciona y no te controla.

3) La luz: La vida es el primer regalo y el segundo es la libertad. Vos tenés la capacidad de elegir. Ese es el fin mayor. Pero de vos depende vivir en la luz o vivir en la oscuridad. La oscuridad implica mentirte y mentirte es vivir en algo que no es real y tarde o temprano termina, pero termina dolorosamente. Vivir en la verdad es aceptar y asumir. También puede doler, pero sabiendo que se logra una plenitud de tu realidad y desde tu realidad, una vida con paz. Algo bueno está por venir.


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