La tradición señala que el papa san Dámaso fue el que introdujo en las oraciones de los católicos el «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén
Dámaso era hijo de Antonio y Lorenza, un matrimonio de origen español. Nació aproximadamente en el año 304 y, aunque se desconoce su lugar de nacimiento, se sabe que creció en Roma, donde sirvió a la iglesia de San Lorenzo mártir. Desde sus años de juventud, su lectura preferida fue la Santa Biblia, y decía que el manjar más exquisito que había encontrado en toda su vida era la Palabra de Dios.
El santo fue secretario de los Pontífices San Liberio y San Félix. En octubre del año 366 , Dámaso fue elegido Papa por mayoría, aunque cierto número de ultra conservadores lo rechazaron y ocasionaron gran violencia, llegando al derramamiento de sangre para lograr que un diácono ungido de manera irregular por ellos ocupara su lugar. A pesar de estos sucesos, el emperador Valentiniano reconoció a Dámaso, pero sus adversarios no cesaron de perseguirlo, hasta que fueron excomulgados por sus repudiables actos y difamaciones contra el Papa. Frente a las numerosas acusaciones y sangrientas rebeliones que se levantaron contra él, el Pontífice tuvo que hacer honor a su nombre que significa domador.
Dámaso defendió fervorosamente la fe católica en una época de graves y variados peligros. Durante su pontificado, tuvo como secretario particular al popular santo Jerónimo, a quien Dámaso animó a traducir las versiones latinas más tempranas de la Santa Biblia al idioma popular, dando como fruto el nacimiento de la famosa Vulgata, que fue utilizada por la Iglesia Católica durante quince siglos. Este santo vivió para dar la bienvenida al famoso decreto de Teodosio I, «Del fide Católica» del año 380, que declaraba como religión del Estado Romano la doctrina que San Pedro había predicado a los romanos y de la cual Dámaso era su cabeza suprema.
El santo defendió con vigor la primacía de la Sede Apostólica y se pronunció respecto de la supremacía eclesiástica de la Iglesia Romana dejando de lado los decretos conciliares y basándose en las propias palabras de Jesucristo en el evangelio de San Mateo: “Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella». El santo trabajó arduamente para que todas las naciones reconozcan al Sumo Pontífice de Roma como el obispo más importante del mundo.
Una antigua tradición, le atribuye a San Dámaso la incorporación entre los católicos de la popular oración: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”.
El santo alcanzó un gran prestigio por sus numerosas innovaciones en el desarrollo de la administración papal, a pesar de que algunas de sus decisiones afectaron las costumbres de muchos miembros del clero romano, cuyas vidas con pretensiones mundanas eran reprobadas por él y su secretatrio, San Jerónimo. Además, Dámaso, hizo construir numerosas edificaciones eclesiásticas, entre ellas la que hoy se conoce como San Lorenzo en Dámaso, donde incluyó entre las instalaciones un espacio para almacenar los archivos de la Iglesia Romana.
Dámaso es recordado, también, por haber sido el Pontífice que redactó y mandó grabar los epitafios o lápidas en los sepulcros de muchos famosos mártires de las catacumbas de Roma. De muchos de estos mártires, la única información que se conoce hasta la actualidad sobre sus vidas es la contenida en los epitafios realizados por el santo.
Este santo no sólo mandó construir su propia tumba, alejada de los famosos santos de Roma, sino que además escribió su propio epitafio:»Yo, Dámaso, hubiera querido ser sepultado junto a las tumbas de los santos, pero tuve miedo de ofender su santo recuerdo. Espero que Jesucristo que resucitó a Lázaro, me resucite también a mí en el último día».
Dámaso murió a la edad de ochenta años el 11 de diciembre del año 384 y fue sepultado en la humilde tumba que él mismo se había mandado construir. Años después, construyeron sobre su sepulcro la basílica llamada San Dámaso. San Jerónimo, quien fue su secretario particular durante su pontificado, se refirió a Dámaso diciendo: “Era un hombre puro, que fue elegido para dirigir a una Iglesia que debe ser pura».
En el día de su fiesta, imploramos a San Dámaso su intercesión para que el Señor nos conceda, como a él, un fervoroso gusto y amor por la Santa Biblia porque hasta el cielo no paramos.