Su nombre era María que significa “preferida de Dios” y era natural de Magdala en Galilea, de ahí su nombre de Magdalena.
Su nombre era María que significa “preferida de Dios” y era natural de Magdala en Galilea, de ahí su nombre de Magdalena.
Es a ella a quien Jesús llama por nombre, despertando a esta fiel mujer de su tremenda tristeza, haciéndola testigo de la Resurrección y la esperanza. Los ojos de María Magdalena se bañan primero en lágrimas porque encuentran el sepulcro vacío, luego son el espejo de una alegría, son fruto de una cascada que abarca toda la vida. Esos ojos, una vez que se encontraron con los de Cristo, nunca dejaron de mirarlo: primero bajo la Cruz, luego ante un sudario desnudó y finalmente, inflamados por su amor, dieron testimonio de la verdad a los propios discípulos. Es ella la que proclama que Jesús ha conquistado la muerte.
María Magdalena es el emblema de las mujeres de fe. Una fe que vive como “alas que cubren todo”, que cambian su dirección, que impiden quedarse en un rincón, que empujan a proclamar que el Señor está vivo.
“Y así esa mujer, que antes de encontrar a Jesús estaba a merced del maligno (cf. Lucas 8,2), ahora se ha convertido en apóstol de la nueva y más grande esperanza. Su intercesión nos ayude a vivir también a nosotros esta experiencia: en la hora del llanto y del abandono, escuchar a Jesús Resucitado que nos llama por nuestro nombre y con el corazón lleno de alegría, ir y anunciar:” ¡He visto al Señor!” (v. 18), ¡He cambiado de vida porque he visto al Señor! esta es nuestra fuerza y esta es nuestra esperanza” (papa Francisco).
“Hay varios malentendidos “sobre la vida de María Magdalena, definida por santo Tomás de Aquino como “apóstol de los apóstoles”. La tradición la ha identificado a menudo como una prostituta porque en el capítulo 7 del Evangelio de Lucas, se narra la conversación de una anónima pecadora conocida en esa ciudad, que había rociado los pies de Jesús con aceite perfumado, los había regado con sus lágrimas y los había secado con sus cabellos. Pero hay otro malentendido, la unción con el aceite perfumado es un gesto que también fue hecho por María, la hermana de Lázaro y Marta, en una ocasión diferente reportada por el evangelista Juan. Y así, María Magdalena de algunas tradiciones populares, será identificada con esta misma María de Betania, después de haber sido confundida por la prostituta de Galilea” (Cardenal Gianfranco Ravasi).
El papa Francisco describe a Magdalena “como una mujer pecadora, una mujer explotada e incluso despreciada por aquellos que se creían justos, pero también una mujer a quien Jesús dijo que amaba mucho y por eso sus muchos pecados le fueron perdonados. En la oscuridad de su alma llora, se abandona a sí misma, riega de lágrimas esos mismos ojos que nunca más dejarán el rostro de Cristo: a veces, en nuestra vida las gafas para ver a Jesús son las lágrimas. Es una bella gracia…Llorar por todo: por el bien, por nuestros pecados, por las gracias, por la alegría también. El llanto nos prepara para ver a Jesús. Y que el Señor nos dé la gracia, a todos nosotros, de poder decir con nuestra vida: “Vi al Señor”, no porque se nos haya aparecido, sino porque lo vi en mi corazón”. (Santa Marta 02/04/2013).
La fiesta litúrgica de santa María Magdalena, el pasaje de memoria obligatoria a Fiesta, tuvo lugar durante el Jubileo de la Misericordia por indicación del Papa Francisco, quien llamó a María Magdalena la discípula “al servicio de la iglesia naciente”.
Imitemos a María Magdalena en su acendrado amor a Jesús, seguros de que haciéndolo así lograremos la remisión entera de nuestras pesadas culpas, elevándonos desde el fondo de nuestras miserias a la cima de la santidad. Al que buscó a Dios con gemidos, pronto le abre la puerta de su misericordia y de sus ricos tesoros, porque hasta el cielo no paramos.