La causa de beatificación del hombre que tuvo a su cargo la custodia de Nuestra Señora de Luján cuando ésta decidió quedarse en Buenos Aires dio un importante avance.
La Congregación para las Causas de los Santos emitió su autorización para que la Causa iniciada en la Arquidiócesis de Mercedes – Luján avance y Manuel Costa de los Ríos, más conocido como el “Negro” Manuel, sea oficialmente reconocido de ahora en más como Siervo de Dios.
“Habiendo examinado la cuestión, por parte de la Santa Sede nada impide para que se proceda a realizar la causa de beatificación y canonización del Siervo de Dios Manuel Costa de los Ríos”, indicó el dicasterio romano al Arzobispo de Mercedes-Luján, según confirmó la Agencia AICA.
Manuel nació a principios del siglo XVII en África, y aunque hasta recientemente se dudaba de su origen, en la reciente obra de Juan Guillermo Durán, su postulador, se afirma que lo era de Costa de los Ríos, en Guinea Superior, procedencia confirmada en una particular acta de venta que referiremos más adelante.
Capturado como esclavo, perdió su libertad y fue llevado hasta Pernambuco, Brasil, donde fue adquirido para realizar un viaje a Buenos Aires en el que viajarían dos imágenes de la Purísima Concepción de la Virgen María que debían llegar al norte del hoy territorio argentino. Corría el año 1630.
Le toca al “Negrito” acompañar la expedición, ya en suelo bonaerense, que llevaría aquellas cajas hasta Sumampa, pero la segunda noche una de las carretas tirada por bueyes se estanca a orillas del río Luján. Luego de varios intentos, se decide bajar uno de los cajones, sin el cual, advierten, la carreta volvía a movilizarse. Era el cajón que portaba una de las imágenes de la Virgen, pequeña, de 38 centímetros, de terracota pintada. La imagen quería quedarse allí, y allí se quedó, en custodia del esclavo Manuel, nombre que había adquirido en su bautismo. El resto de la expedición continuó camino, junto con la otra imagen de la Virgen.
Manuel cuidó a la imagen en esas tierras durante 40 años, en una capilla que él mismo le erigió, y en la que comenzó a recibir a los peregrinos de distintos pagos que llegaban hasta una imagen que milagrosamente se había quedado en la Pampa india, y realizaba, relataban, grandes prodigios.
Sirvió a su “Ama” y “Señora” hasta su muerte, en 1686. Con ternura de un hombre que libremente eligió ser de ella, 56 años pasó amándola, limpiándole los pies cuando dice que ella salía a cuidar de sus hijos por la noche, hablándole con ternura, siendo testigo privilegiado de una devoción que pronto se convertiría en la más importante de una tierra que aún no había nacido como nación independiente.
Fuente: Aleteia/Autor: Esteban Pittaro