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“Evangelizar no es lo mismo que publicitar el Evangelio”

por Carlos L. Rodriguez Zía

Hoy en día no se puede evangelizar a la familia como se hacía hace cincuenta años o más. Hay que transmitir la Palabra de Dios en su idioma actual, tanto con el uso de las TIC como en el cara a cara. Esa es la idea que alienta al proyecto Catequesis Familiar. Con uno de sus responsables conversó Misioneros Digitales Católicos.

Escuchar primero, y luego leer a Fernando Moreno, hombre graduado en Comunicación, MSc en Total Quality Management y Doctor Europeo en Educación, deja bien claro que sabe de lo que habla cuando trata sobre educación y evangelización. Por algo fue Director del Colegio Mayor Belagua (Pamplona, España), Director del Colegio Irabia (Pamplona), Subdirector de Estudios de la Universidad de Navarra y ha dirigido, participado y colaborado en proyectos de amplio espectro en eLearning. Desde hace mucho tiempo ha participado en actividades de catequesis para adultos y, desde el año 2006, en el desarrollo de aplicaciones, programas y contenidos de catequesis a través del uso de las nuevas tecnologías. Es miembro cofundador de la Fundación Familia y Fe. Con él hablamos sobre la evangelización en el siglo XXI y acerca de, se podría decir, su niña mimada de estas horas: Catequesis Familiar.

-¿Cómo y para qué nació el proyecto – hoy una realidad- Catequesis Familiar?

Nació del deseo de desarrollar una herramienta útil para el impulso de la nueva evangelización. Era el año en que Francisco había convocado el Sínodo de la Familia.  Tras un análisis extenso de materiales de catequesis producidos por diversas editoriales y/o diócesis, constatamos que las propuestas para implicar a los padres en la educación de la fe de sus hijos, aunque mencionan constantemente a la familia, carecen de recursos para formar a los padres. En general, asumen que los papás y las mamás que llevan a sus hijos a la catequesis son personas formadas, que conocen y practican la fe. Esa asunción, lamentablemente, no corresponde a la realidad. Hacía falta replantear el punto de partida para hacer frente a la creciente ignorancia religiosa, en una era caracterizada por la globalización de ideas y hábitos ajenos al mensaje cristiano.  

-¿Qué criterios emplearon para diferenciar la catequesis pensando en la familia, en las parroquias y en los colegios?

-Los criterios que se han seguido son los establecidos por el Directorio General para la Catequesis –que es un documento con rango magisterial- y a la luz, también, de las llamadas realizadas por los últimos pontífices. Basta con leer algunos puntos de la exhortación apostólica Amoris Laetitia para caer en la cuenta de que muchas indicaciones y sugerencias que se han propuesto necesitan “aterrizar” con propuestas prácticas coherentes. La catequesis encuentra dificultades innegables: un ritmo estresante del trabajo, el impacto de medios de comunicación, la propagación de ideologías y costumbres contrarias a la fe,… Ante todo eso, Francisco insiste en que el protagonismo en la formación de la fe de los niños corresponde a sus padres, y que el papel de la comunidad cristiana consiste, ante todo, en prestar una atención especialísima a los jóvenes padres de familia. Entre otros medios, menciona la catequesis familiar como medio de formación para los jóvenes padres de familia. El lugar natural de la catequesis tradicional es la parroquia, ayudada por los colegios siempre que el obispo lo considere conveniente. Pero esta catequesis corre el riesgo de convertirse en ineficaz, es más, en contraproducente para los niños, si lo que en ella se enseña entra en conflicto con la vida en el hogar. Con la mejor buena intención, la parroquia –o el colegio- acepta que los padres deleguen su responsabilidad, con la mala fortuna de que está propiciando una doble vida en los niños. Eso es un desastre, no un favor. Hay que poner el sentido común por delante de la inercia de décadas. Benedicto XVI apelaba por la urgencia de llevar a cabo una renovación de la catequesis. La propuesta que hacemos va en esa línea.

-¿Cómo se evangeliza hoy en un mundo con nuevas realidades sociales? Puntualmente, pensando en las nuevas realidades familiares.

-Se evangeliza con la presencia y el esfuerzo intencionado de los cristianos en esas nuevas realidades. Donde no estemos presentes con la convicción y el deseo de proponer el mensaje de Cristo, será otro quien proponga su mensaje y gane. La indiferencia, o la simple falta de iniciativa, son inexcusables. Francisco dijo hace unos años que “es hora de que los padres vuelvan del exilio: se han autoexiliado de la educación de sus hijos”. Si cualquier ausencia ante la necesidad se debe considerar como una falta de caridad, la ausencia de los padres está en la raíz del mayor mal que sufren las nuevas generaciones. Necesitamos remover su conciencia para que despierten antes de que sea demasiado tarde.

-¿Qué aportan  de nuevo, que tienen de positivo o qué ventajas ofrecen las nuevas tecnologías –internet, redes sociales- a la hora de evangelizar?

-¡Muchas! Las nuevas tecnologías han propiciado un nuevo tipo de lenguaje en que prima lo audiovisual, la interacción, la participación activa, … El mensaje de Salvación se puede transmitir con mayor eficacia si utilizamos ese lenguaje. Del mismo modo que los misioneros aprendieron quechua, aimara, tagalo, suajili, mandarín, hindi,… para evangelizar a las poblaciones de un mundo nuevo, los cristianos del siglo XXI tenemos que hablar al mundo con su propio lenguaje, sin necesidad de traducción. Al mismo tiempo, no hay que olvidar que no es la tecnología, sino el testimonio personal, el amor practicado en la vida ordinaria, lo que hace comprensible ese mensaje. Evangelizar no es lo mismo que “publicitar” el evangelio. El bombardeo de mensajes aturde, mientras que el testimonio de santidad personal desarma y convence. Somos hijos de nuestro tiempo, así que ambas cosas son necesarias: hablar el lenguaje y hacerlo creíble con la coherencia de vida.

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-¿Cuál es hoy el alcance de esta iniciativa y cuáles son sus objetivos para los próximos años?

-Eso lo sabe solo Dios. Quienes trabajamos en esta iniciativa pensamos en que, en poco tiempo, sean miles las catequesis en que el énfasis se dirija a la formación de los adultos: padres y catequistas. Que sean cientos de miles quienes, con la ayuda de la Catequesis Familiar, se sumen al reto de cultivar su fe, personalmente y con sus seres queridos. Que esta propuesta estimule otras iniciativas que ayuden a comprender la riqueza de nuestra fe: sus objetivos nos superan completamente y, al mismo tiempo, son asequibles con la ayuda de la gracia.

-¿Por qué les parece necesario señalar o recordar la importancia de los padres como primeros catequistas?

-Hay una razón pedagógica: los rasgos del carácter y de la personalidad, los hábitos –vicios y virtudes-, la apertura a la dimensión espiritual y la coherencia de vida son cosas que se aprenden, fundamentalmente, en la familia. Ni el colegio ni la parroquia pueden educar eficazmente en estos terrenos sin el “protagonismo” de los padres. No digo “consentimiento, acuerdo, coordinación, aceptación, …”: son términos demasiado blandos. Sin el protagonismo de los padres, lo he dicho antes, se propicia la doble vida, el cinismo antropológico, la pérdida del sentido de la existencia. Una segunda razón, más profunda, es de índole teológica: el sacramento del matrimonio hace que Dios esté presente en la unión del hombre con la mujer del mismo modo que Cristo está presente en su Iglesia. La familia pasa a ser “iglesia doméstica”, en la que los esposos reciben el ministerio de educar a sus hijos en la fe. Ese ministerio no es una tarea que se pueda rechazar, ignorar o delegar, ¡no señor! Es parte intrínseca de su propio ser familia.

-¿Cuál es el plus, el aporte enriquecedor de los padres como catequistas y qué los diferencia de los otros catequistas, de los sacerdotes, de las religiosas, etc.?

-Los catequistas de la parroquia o el colegio acompañan a los niños, durante los años de catequesis, en el camino de encuentro con el Señor a través de la comunidad. Dios ha querido que los cristianos seamos un pueblo, una familia unida, y eso hay que experimentarlo y vivirlo con otros creyentes de nuestra edad y condición. Los padres acompañan a los niños, con un desvelo personalísimo y singular, en ese mismo camino de encuentro como sus primeros catequistas. Por ser quienes son, sus ejemplos y palabras tienen mucho mayor impacto que el que proporciona el catequista en la parroquia. Cuando son niños –luego, las cosas pueden cambiar-, lo que aprenden en casa se graba en su cabeza y en su corazón. Lo que no, queda situado en segundo plano. Y si, repito, hubiera conflicto, ¿qué salida tiene esa criatura? Lo normal es que piense: “¿mis papás no hacen lo que está bien? ¿lo que dicen en la catequesis es mentira?”. Hay que evitarlo como sea.

-¿En qué  no ha estado acertando la Iglesia a la hora de evangelizar a las familias y a vuestro criterio, qué cambios debería implementar?

-La Iglesia acierta siempre, porque su misión es conservar, profundizar y transmitir el evangelio de Cristo y al mismo Cristo: eso lo hace tan bien que me permite tener la certeza de que todo lo que creo es lo mismo que cree un católico de Filipinas, el Congo, Canadá o Malasia. Quienes fallamos somos los que recibimos la misión de ser buena “correa de transmisión”. Es lógico, porque lo hacemos a partir de nuestros talentos, conocimientos, percepciones, prioridades, … que siempre están sujetas a limitaciones personales. El error forma parte del proceso de mejora. Todos los santos, salvo la Virgen –que se encuentra en otro orden- han cometido errores y han aprendido de ellos. Pienso que fallamos cuando nos dejamos llevar por la costumbre y la experiencia más que por ser muy sensibles ante las necesidades del mundo y de quienes me rodean. Con palabras de Francisco, hay que rechazar la tentación del “siempre se ha hecho así”. No se puede evangelizar hoy día con los mismos medios que hace 50 años. Necesitamos un cambio de chip. No creo que haya que implementar medios distintos a los que indica el Directorio General para la Catequesis: prioridad de la catequesis de adultos, prioridad en la formación de los catequistas, catequesis en pequeños grupos, coherencia y misión del catequista, atención “especialísima” de los padres como medida para superar sus problemas, etc. Los métodos y técnicas son secundarios. Mientras estas ideas sean contempladas como propuestas teóricas, no avanzaremos. Que sean difíciles no es motivo para dejarlas al margen: lo fácil no vale la pena.

-¿Por qué es importante que funcione en los colegios una escuela para padres?

-Me parece que a esto ya he respondido en parte. Pero hay más. La evolución de la sociedad ha llevado un ritmo de aceleración exponencial. En pocas décadas se han producido fenómenos migratorios del ámbito rural a las grandes ciudades y a otros países, el mundo se ha globalizado, las corrientes ideológicas tienen una penetración enorme por los medios de comunicación, etcétera. Sin entrar a valorar lo positivo y negativo de estas realidades, lo cierto es que su impacto en la institución familiar no tiene precedentes en la historia. Ser padre o madre en el siglo XXI es más difícil que en épocas anteriores. El ejemplo recibido de nuestros padres – que quizás también fue escaso por no percibirlo como necesario- resulta insuficiente para los retos actuales. Toda mi vida me he dedicado a la educación. La mayoría de los padres piensa que para educar bien solo hace falta querer a los hijos. ¿Puede un pianista tocar bien el piano con solo tenerle un gran amor? ¿No necesita ejercitarse, con gran sacrificio, para arrancar algo decente de un teclado? Quien piensa que no necesita aprender a ser padre hoy día, lo digo con todo respeto, o es un gran ignorante o un mal padre. La catequesis que se realiza en el colegio, por otra parte, debe hacer un esfuerzo por mantenerse fiel a su naturaleza, que no es el de una asignatura académica. Un colegio que se conformara con formar lo cognitivo se estaría alejando de la auténtica educación integral. Los padres, en primer lugar, y el profesorado, en segundo lugar, deben capacitarse para educar en la afectividad, en el asombro, en las virtudes y, sobre todo, en la fe vivida, no solo conocida. La catequesis –a mi entender- es tan importante o más que la clase de religión. En la coherencia de vida es donde uno se juega la identidad cristiana, personal o institucional.

– ¿Por qué hay que poner énfasis en la catequesis de adultos como condición para que funcione la de los pequeños?

-En primer lugar, porque el mensaje de la Salvación es comprensible en sus diversas dimensiones para los adultos. Los mayores hemos de pedir la fe de los pequeños, pero sería ridículo conformarse en cuestiones de fe con los conocimientos de un niño. Y eso es lo que le pasa a mucha gente, que estudian carreras universitarias, leen periódicos y libros sin parar; pero son unos perfectos simples en lo religioso. No es de extrañar que cualquier argumento o sentimiento fugaz los deje tumbados en la lona. En segundo lugar, Jesús predicó a adultos. Por supuesto que atraía a los niños, los bendecía, los ponía de ejemplo, … Ambas cosas son compatibles. Hoy nos enfrentamos a una situación de paganismo o neo paganismo que afecta a todos los hijos de la Iglesia. Sería una ingenuidad pensar que los adultos estamos suficientemente formados, cuando –además- en todos los ámbitos profesionales se nos pide una actualización permanente. En tercer lugar, porque el objetivo de la catequesis de niños y de jóvenes tiene como horizonte de referencia la catequesis de adultos. Descuidar esta catequesis equivaldría a conformarse con una interpretación de la fe a modo de epopeya, leyenda, mitología, tradición, … algo bonito que no requiere una conversión profunda del corazón creyente.

-El Papa Francisco dice que la Iglesia Católica debe ser una Iglesia en salida, que hay que ir a las periferias. Con esta idea en mente, ¿tienen pensado tender redes de contacto, de trabajo, con instituciones no confesionales?

-Primero habrá que darlo a conocer y, sobre todo, explicar su razón de ser, a las instituciones católicas que se pueden beneficiar el proyecto o de sus principios prácticos. No es fácil porque, como decía antes, la inercia es grande. Las periferias están más cerca de lo que se piensa: los niños desatendidos espiritualmente por sus padres son niños marginados, a quienes se priva del mayor bien al que pueden aspirar. El papa ha dicho en más de una ocasión que la Iglesia no es una ONG: su misión, también con respecto a los pobres y marginados, consiste, en primer lugar, en llevarles el mensaje de consuelo de la Salvación. La promoción social y económica es necesaria para avalar la credibilidad de este mensaje, pero no se debe anteponer. De todas formas, no vamos a dejar de llamar a ninguna puerta que nos permita difundir estas propuestas, que tienen mucho que ver con la auténtica educación.

-Por último, descríbeme las características como catequista de Jesús y aparte de él, ¿quién es tu modelo como agente evangelizador?

-Sobre eso hay mucho escrito. Me remito al propio Directorio, que ya he mencionado. El catequista es, ante todo, una persona que facilita el encuentro con Cristo y con su doctrina. Es más que un maestro pues realiza una tarea en nombre de la Iglesia y que presta atención a las necesidades de cada alma. De algún modo da vida a las palabras que utilizaba André Frossard cuando reflexionaba sobre Juan Pablo II: “Dios solo sabe contar hasta uno”. De aquí se desprende que el catequista ha de ser una persona con profunda fe, piedad y dispuesto a formarse y dejarse ayudar. La catequesis empieza por la formación del propio catequista. Es asombroso cómo Dios descubre sus designios a través de personas cuyo único mérito es tener disponibilidad para servir.

Si quieres conocer más sobre este proyecto, descarga el folleto explicativo en formato PDF o visita la página web: catequesisfamiliar.net

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