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El Señor es bueno, es clemente, es misericordioso

por Mons. Luis José Rueda Aparicio
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Hoy es domingo día del Señor. El Señor nos ha dicho allá en la palabra de Dios, en el Antiguo Testamento, en el Salmo 85 que el Señor es bueno, es clemente, es misericordioso; con esas tres cualidades empecemos hoy domingo nuestra relación con el Señor.

Evangelio según San Mateo 13,24-43

Jesús propuso a la gente otra parábola: 
«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: ‘Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?’.
El les respondió: ‘Esto lo ha hecho algún enemigo’. Los peones replicaron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’.
‘No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'».
También les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas».
Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa».
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas,
para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
El les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!»

Palabra de Dios.

Transcripción de La Voz del Pastor del 19 de julio de 2020

El señor Jesús en este domingo nos enseña nuevamente que Él es el maestro de las parábolas, pero recuerden que la parábola tiene en el fondo una posibilidad de que nosotros nos acerquemos a la palabra y la contemplemos, y cuando un cristiano, hombre o mujer, contempla la palabra va hasta el fondo y va encontrando el mensaje, y va entendiendo la palabra y la va acogiendo, y la va celebrando y la va convirtiendo en vida. Esto lo hace el Señor cada vez que nos congrega para ofrecernos esa presencia del reino en nuestro corazón.

Hoy el señor Jesús en esta parábola nos muestra dos elementos de la naturaleza como protagonistas: el trigo y la cizaña. La cizaña representa todo el mal que puede haber en cada uno de nosotros, en la sociedad y en el mundo; y el trigo la bondad la presencia de Dios, la verdad, la santidad, alguien pudiera preguntar y por qué el Señor no nos habla solamente debería sembrar simplemente el trigo y desaparecer absolutamente la cizaña. El Señor sabe que si Él desaparece la cizaña nos desaparece a nosotros, ya que Él no va a destruir la cizaña porque no quiere destruirnos a nosotros. 

Mire cómo son las cosas. Alguien puede decir esta empresa, este negocio no va a fructificar, cerrémoslo, no vamos a lograr nada. En cambio la lógica de Dios es distinta, la lógica de la misericordia de Dios es capaz de esperar que un enfermo se recupere aunque todos los vaticinios sean negativos, aunque todos digan que es un enfermo terminal y está de muerte, ya no puede cambiar y, sin embargo, la paciencia de Dios espera y se la juega por nosotros. Es la lógica de la misericordia. 

Jesús encarna el rostro misericordioso del Padre que nos tiene paciencia, que nos espera, a usted lo ha esperado, a mí también, nos ha dado una segunda oportunidad. Si hubiera arrasado con el mal que hay en mí o en cada uno de nosotros seguramente no existiríamos, pero el Señor sabe que nos va a esperar, que entre nosotros se mezcla la luz y las sombras, que entre nosotros se mezcla el bien y el mal, que en nosotros, en nuestra conciencia, en nuestra vida y en nuestra historia están mezclados el trigo y la cizaña. Pero el señor sabe esperarnos porque sabe que nosotros podemos ir madurando, ir transformándonos y Él con su gracia nos acompaña.

Es una paciencia llena de gracia y llena de bondad, es la posibilidad de que nosotros no seamos juzgados, no seamos condenados, no seamos talados ni arrancado ni un solo golpe. Él sabe que nosotros podemos ir avanzando y alguien que en una etapa de su vida parecía tener más cizaña que trigo ahora lo estamos viendo con abundancia de trigo y con poca cizaña, porque Dios tuvo paciencia, porque Dios tuvo misericordia, porque nos espera así también nos está proponiendo el Señor que nosotros le esperemos a los demás, que no seamos tan duros en el juicio con los demás, que no miremos solamente la cizaña que hay en la familia, en el corazón, en la historia de otro, sino que miremos esa espiguita de trigo que empieza el combate a tratar de salir adelante y de madurar aún en medio de tanta cizaña.

Ver el mundo así, ver su familia así, ver nuestra historia personal así, ver la iglesia así con los ojos de la misericordia nos lleva a parecernos a Dios, a ver el trigo y a tratar de limpiarlo; pero con la paciencia del día a día sabiendo que hay que cuidar lo bueno y que hay que luchar contra lo malo, pero sin acabar con el pecador, qué es lo que nos está diciendo en últimas. Dios rechaza el pecado que hay en nosotros, pero Dios no rechaza al pecador que es cada uno de nosotros, acoge y acogiéndonos nos va liberando de la cizaña y ya llegará el momento en que todos podamos caminar hacia la santidad, esa es la iglesia cuando usted en el credo dice “creo en la iglesia que es santa” no está diciendo que es perfecta, sino que tiene la semillita de la santidad que es el trigo del Dios que se hizo hombre para habitar entre nosotros, crea en su santidad, construya su santidad y ayude a que los demás se santifiquen. 

Que el Señor nos bendiga, que el Señor nos haga Santos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

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