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Meditación del día 27 de Diciembre

por Pbro. Luis A. Zazano
Lucas 2, 22-40

Evangelio según San Lucas 2,22-40.

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Familia de Nazaret, ruega por nosotros.

1) José: en la figura de José quiero quedarme con el rostro de muchos papás. El rostro de ese papá que se la juega por su familia, atento a sus hijos, el padre presente… El rostro del papá que enfrenta toda situación, y que sale a laburar temprano y vuelve a la noche porque no quiere que le falte nada a la familia. También pienso en ese papá que busca un hijo en adopción y no lo consigue, pero lo lucha día a día; pienso en ese papá que perdió a su hijo o a su familia y en su corazón tiene esa herida que solo Dios puede sanar. A todos ellos lo resumo en la figura de San José. El hombre justo y paciente, que sabe actuar en cada momento y asume sus límites, pero se abandona. Hoy pongo en las manos de San José a todos los papás.

2) María: en ella también presento la figuras de tantas mamás. Esas mamás que reman todos los días por el bien de su familia. Pienso en aquellas mamás solteras que tienen que «hacerse chicle» por la atención de su criatura. Pienso en las mamás que perdieron un hijo, un dolor único y tremendo que podrá tener alivio pero no cura. Centro todo en María. Ella supo guardarlo todo en su corazón y supo abandonarse totalmente a Dios, recordando aquella frase que le dijo el ángel: «Porque para Dios nada es imposible». A ustedes mamás, y mamás de corazón, las pongo en manos de Maria.

3) Jesús: hoy ponemos en Jesús a todos los hijos. Cuántos rostros de hijos que tenemos, de aquellos que están en un seno familiar, aquellos hijos que tienen que salir a laburar desde temprano, aquellos que fueron abandonados, aquellos que no pudieron conocer esta tierra, porque no los dejaron. En fin… cuántos hijos hoy ponemos en Jesús. Pero, sin embargo, sabemos que Dios hace nuevas todas las cosas, que algo bueno está por venir. Que Dios hoy nos invita a celebrar en familia el día de la familia, recordando que una familia no la tiene fácil aquí. Mira en Jesús, María y José, cómo la pelearon y enfrentaron a las situaciones y desafíos. Mira cómo supieron como familia enfrentar las controversias. La tuya también pasará momentos duros, pero la clave es estar unidos, en diálogo y oración.

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1 comentario

Fran diciembre 27, 2020 - 1:39 pm

Estimado p. Luis, hermosas palabras inspiradas por el Espíritu!! Me sumo a tus oraciones…pido a la Sagrada Familia por mi familia, y la familia de mis seres queridos..pido por la gran familia humana…y agradezco al Señor por darnos como apoyo y sostén a su familia!! Abrazo en Cristo.

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