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En ocasiones veo cómo me complico yo solo

por Pbro. Carlos Padilla E.
Nudos

En lugar de vivir feliz, distendido, relajado, me lleno de angustias, rencores y problemas casi inventados. Tiendo a agrandar las desgracias y magnificar las ofensas recibidas.

Me siento ofendido sin que tengan intención de ofenderme. Mi alma, limpia y sin dobleces al nacer, se va llenando de heridas y rencores. Y surgen los nudos en mi vida. Esos nudos que no logro desatar yo solo, y eso que lo intento. Busco soluciones. Imploro misericordia. Pero no logro desatar mi alma enredada. Me gusta esa advocación de María que despierta mucha esperanza: María Desatanudos. Esa imagen de J. G. M. Schmidtner de 1700 muestra a María rodeada de ángeles desatando los nudos de un cordel. Mi vida llena de nudos pasa entre sus dedos y queda limpia, lisa, pura. Es curioso. Desenreda los nudos que yo no sabía eliminar. Creo que el amor es más fuerte. Como cuando el pelo largo se enreda y sólo un buen cepillo y mucho amor logra devolverle su aspecto inicial. Desenredar, desatar, desanudar son verbos llenos de esperanza. Es lo que hace María en mi vida cuando me descomplica y hace más sencillo mi camino. Tiendo a complicarme en exceso. Veo problemas que tal vez no existen. Imagino amenazas inexistentes. No sé cómo se puede volver a tener un alma sencilla e ingenua como las de los niños. Quizás tengo que volver a nacer, o volver a decidir cómo quiero ser y cómo quiero vivir la vida. Al fin y al cabo tiene razón José Antonio Fernández cuando dice: «Las decisiones que tomes en la vida tómalas con mucha claridad y para ti, porque con quien vas a estar toda tu vida es contigo». Voy a ser yo mi compañero de camino. Voy a estar siempre conmigo. Tengo claro que quiero ser una persona sencilla, con alma pura y sin nudos. Quiero tener muchas preguntas, pero sin inquietud. Quiero tener más paz y alegría que miedos y tristezas. Por eso elijo lo que me lleva a donde quiero ir y no en dirección contraria. Tendré que cargar con mis errores y decisiones equivocadas. Y sé con certeza que Dios me perdona siempre y María me abraza y desata mis nudos. Cuantos menos nudos tenga tendré más paz. Seré más niño y miraré la vida sin pasarla por el cedazo de la amargura. Sin desear lo que no tengo. Sin empeñarme en recuperar lo que he perdido, porque ya se ha ido y no va a volver. Sin querer cambiar mi pasado porque es imposible. Sin vivir empeñado en un futuro que tal vez no llegue nunca. La capacidad del niño para vivir en presente me impresiona. ¿Seré yo como ellos algún día? ¿Lograré disfrutar con una sonrisa el hoy? Tomo decisiones que parecen eternas sin saber si estaré siempre dónde me encuentro. Pero elijo amar hoy, no cuando se den las condiciones perfectas. Dar la vida ahora, no cuando tenga más fuerzas. Ser pleno en este momento, no cuando resulten bien todos mis proyectos. El que no vive el presente se pierde lo más importante de su vida. Y yo quiero entregar mis nudos cada día a María. Ella sabrá como eliminar las adherencias, acabar con las durezas y suprimir lo que está enredado dentro de mi alma. Es fácil esconder los nudos y seguir adelante. Pero siempre vuelven. Me enredo cuando miro a los que tengo a mi lado y les exijo lo que no pueden darme y les pido que sean lo que no son. Quiero aceptar mi vida en su belleza, con sus nudos, con sus miedos y tropiezos, con sus límites. La vida hoy, anclado en la tierra que piso, no esperando otros caminos. Vivo mi camino sin pensar si es el correcto. Hago lo que puedo sin criticarme por no hacer más. Vivo sonriendo sin pensar que mi sonrisa pueda molestar. Seré yo mismo una vez más aunque eso me exija esfuerzo y dejar a un lado mis máscaras y falsas apariencias. Empiezo de nuevo a vivir con la ilusión del primer día. No por haber fracasado una vez pienso que siempre será lo mismo. Es imposible asegurarme un día más en esta vida por eso agradezco a Dios por las horas con las que cuento. No me enojo con nadie, no merece la pena. No me angustio cuando no salen bien las cosas. No me impaciento porque el tiempo es el que es y no puedo alargarlo. Llego a lo que llego y eso es suficiente, así me lo enseñó esta pandemia. Me hizo vivir con sencillez, sin tantas cosas como antes. Y me dibujó un presente compuesto sólo de horas y días. Nada de meses ni años. Es bonito vivir así, es un regalo, es volver a nacer y encontrarme con que vuelvo a ser sencillo y libre como un niño.

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