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Meditación del día 21 de septiembre

por Pbro. Luis A. Zazano

Evangelio según san Mateo 9, 9-13

Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Sígueme

1) Mateo: Es la figura de un hombre cuestionado por la sociedad, apuntado como traidor y fanfarrón; hace dinero desde el impuesto y la corrupción. Qué jugador se eligió Jesús, ¿eh? Vemos a un hombre que la presencia de Jesús en su vida le hace un cambio, un giro. Ese cambio genera en él un antes y un después. Produce una crisis en su persona, porque debe perder ese estilo de vida que le daba sustentabilidad. Pero la verdad es que cuando conoces a Jesús, pasas de corrupto a pecador. Pues él, se había acostumbrado a ese estilo de vida. Se acostumbró a vivir así, tan así que no le importaba sacarle plata a la gente para estar bien él. Jesús le dio un giro a Mateo y vos ¿en qué cambiaste?, ¿qué mala costumbre cambiaste por Jesús?

2) Sígueme: El llamado que Jesús hace le cambia el panorama. Produce en su vida una mirada distinta, que incluso le hace preguntar para qué está en esta vida. Cuando uno escucha el llamado de Dios, le cambia la vida y cambia la vida de otros. Es un beneficio para los demás cuando comprendes el llamado que Dios te hace a tu vida, ya sea sacerdotal, matrimonial, misionera, laical, la que sea. El beneficio es para todos.


3) Pecadores: Vos y yo somos pecadores y lucharemos hasta la muerte. Habrá días y días, días en que le esquivas bien a las balas y días que caes mal. Pero, sin embargo, eso es lo importante, «luchar». El tema es cuando te haces corrupto y entonces vivís la vida a tu manera, justificando tu pecado y hasta incluso haciéndolo pasar como normal. Allí seguro que la erras, porque incluso hasta al mismo Dios lo pones como espectador de tu vida y no como partícipe de tu vida.

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