Nuestra Señora de Chiquinquirá es la Patrona de Colombia y su fiesta es el 9 de julio
Ella es la patrona de Colombia, pero también es venerada con mucho cariño en otros países de América Latina, principalmente en Ecuador, Perú y Venezuela.
La palabra Chiquinquirá significa lugar de nieblas y pantanos. Esta ciudad se ubica en el departamento de Boyacá en la región andina del país a más de dos mil metros de altura.
El 9 de julio se celebra la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, que fue proclamada por el Papa Pío VII, en 1829, como Patrona de Colombia otorgándole su propia fiesta litúrgica. En 1919 fue coronada canónicamente luego que el Papa Pío X firmara el decreto. El Santuario de la Patrona de Colombia, declarado Basílica en 1927 por el Papa Pío XI, es visitado como cada año por miles de fieles en especial durante esta fecha.
Su historia
En 1555, llegaron a la costa norte los frailes Dominicos con una estatua de la Virgen del Rosario. Esta primera estatua de la Virgen fue llevada a Santafe de Bogotá en 1556 y desde entonces, es la impulsadora de la predicación misionera y del Santo Rosario.
En el año 1560, el español Antonio de Santana obtuvo la encomienda de Suta en el valle de Sequencipá (Boyacá), que lo autorizó para organizar y regir el destino socio-político de la región. Antonio de Santana, que era especialmente devoto de la Virgen del Rosario, solicitó al fraile dominico Andrés Jadraque una imagen de la Virgen María, para colocarla en la capilla de Suta. Fray Andrés, fue a Tunja y convino con Alonso de Narváez, que le pintara una copia de la imagen de la Virgen María del Rosario para colocarla en una pequeña capilla. La pintura fue realizada sobre una tela de algodón de procedencia indígena. Media 44 pulgadas (111, 76 cm) de alto por 49 (124.46 cm) de ancho y fue hecha utilizando mezcla de tierra de colores y zumo de yerbas y flores. Como en el lienzo sobraba espacio, Alonso pintó al lado derecho a San Antonio de Padua, fraile franciscano, por ser el nombre del encomendero; al lado izquierdo pintó a San Andrés, apóstol, por ser el nombre del fraile que lo agenciaba. La imagen, en un bastidor de madera, fue colocada en la capilla de Suta, donde fray Andrés catequizaba a los indios de la región.
En 1574, cuando fray Andrés es enviado a otro convento, pronto decayó el culto y la imagen quedó abandonada. Con el tiempo la capilla se dañó de tal modo que las goteras y el sol deterioraron la pintura hasta dejarla borrosa. El lienzo fue retirado del altar y entregado a Don Antonio. Tras la muerte de Santana, la viuda se trasladó con su familia a Chiquinquirá entre los años 1577 y 1578, y llevó el lienzo como un objeto de servicio doméstico.
Al comenzar el año 1586, vino de España a Chiquinquirá una piadosa mujer llamada María Ramos, cuñada del difunto Santana. En casa de su cuñada Catalina encontró el lienzo abandonado y al saber que en él habían pintado una imagen de la Virgen, lo recogió, lo arregló y lo colocó en un pequeño oratorio.
Todas las mañanas la señora María iba a visitar a la Virgen y pasaba en el oratorio unas dos horas, de las siete a las nueve. Miraba el cuadro una y otra vez. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y le decía con gran ternura: «¿Hasta cuándo, Rosa del Cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifiestéis y os dejéis ver al descubierto para que mis ojos se regalen de vuestra soberana hermosura, que llene de alegría mi alma?”.
El 26 de diciembre de 1586, saliendo María Ramos de la capilla, se encontró una india que venía de Muzo, llamada Isabel, con un niño llamado Miguel, de unos cuatro o cinco años. Miró la mujer hacia la capilla y vio que la imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo, de pie, y despedía de sí una luz que llenaba de claridad toda la capilla. Llena de asombro dijo en alta voz a María Ramos, que iba saliendo del oratorio: “Mire, mire, Señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su sitio, está en vuestro asiento y parece que se está quemando”. Miró María Ramos y admirada de ver tan estupendo prodigio, llena de asombro se dirigió llorando hacia el altar, se arrojó a los pies de la sagrada Imagen; con mucho temor puso los ojos en ella y vio cumplidos sus deseos, pues, estaba patente la imagen de la Madre de Dios en el sitio en que la piadosa María Ramos solía orar, con una hermosura sin igual y con unos colores muy vivos y despidiendo de sí grandes resplandores que bañaban de luz a los santos que tenía a los lados y llenaba de claridad toda la capilla. Tenía el rostro muy encendido. Toda la pintura estaba renovada completamente. Sin embargo, quedaron en el lienzo, los agujeros y rasguños que antes tenía.
Después de una hora, con mucho temor y reverencia alzaron el cuadro y lo colocaron en el lugar que estaba antes. El rostro de la Madre Santísima duró encendido todo aquel día; después, la imagen quedó tal como hoy se contempla.
La noticia del prodigio se propagó rápidamente por todos los lugares circunvecinos, cuyos moradores presurosos acudieron a ver la imagen renovada. Con este sorprendente episodio se inició la devoción a la Virgen de Chiquinquirá.
Como la imagen se renovó en una choza arruinada que no tenía puerta, el Padre Figueredo mandó llamar al cacique del lugar llamado Alonso y lo invitó a levantar allí una capilla decente para colocar la sagrada Imagen. En 1587, los indios cocas empezaron a construir una capilla de vara en tierra y pajiza, pocos metros más abajo de donde está hoy el templo. En cinco meses levantaron dicha capilla a donde se trasladó la Imagen. Detrás de la capilla hicieron una habitación para María Ramos, quien quedó al cuidado de la imagen.
Durante más de 433 años (1587-2020) el lienzo se conserva tal como se renovó, y el mismo no ha sufrido daños. En 1897 se le colocó el cristal para protegerlo.
Practican exámenes radiológicos a la Imagen
El 9 de abril de 1986, la imagen es sometida a una serie de estudios y exámenes en los que participan diversos expertos en radiografía, restauradores, químicos y fotógrafos. El resultado del examen hecho a la Imagen reveló que el lienzo es original, que la pintura corresponde a 1562, confeccionado en algodón por indígenas, que la pintura utilizada corresponde a una mezcla de tierras, flores y plantas de la región, que la Imagen presenta señales claras de que por ella corrió agua de las goteras que se presentaron en la capilla de Suta. También se dictamina que “la sagrada imagen no ha sido retocada por pintor alguno y que la conservación del cuadro es realmente prodigiosa.”
Descripción del cuadro
El rostro de la Virgen María se destaca por su modesta actitud y su inefable sonrisa, sus ojos entrecerrados la revisten de una hermosura admirable, que mueve al recogimiento; un velo blanco cubre su cabeza; viste un manto azul celeste, una túnica rosada, un rosario cuelga de las manos de María y del Niño Jesús, quien en la derecha sostiene tiene un hilo que pende del pie de un pajarillo.
A la derecha de María, está San Antonio de Padua, sosteniendo en la mano izquierda, un libro sobre el cual está el Niño Jesús con el mapamundi en sus manos; en la derecha sostiene una palma. A la izquierda está San Andrés, apóstol, leyendo la Sagrada Escritura, en la izquierda sostiene la cruz en forma de X, signo de su martirio. María sostiene en sus brazos al Niño Jesús invitándonos a acogernos a Él, quien puede remediar todos nuestros males. A primera vista se descubren vestigios de las goteras que corrieron sobre la pintura. El cuadro está adornado con dos coronas, dos rosarios, el cetro, la Cruz de Boyacá, la Orden de San Carlos y la Orden del Congreso; lo rodean 30 semicircunferencias con escudos de la Santa Sede, la Provincia y algunas Diócesis; del cuadro penden, un rosario y dos rosas de plata; un fuerte cristal lo protege desde 1954.
Coronación Canónica de la Imagen
En enero de 1910 San Pío X firmó el decreto de la coronación canónica de la Sagrada Imagen, el cual fue enviado al Ilustrísimo señor Maldonado Calvo, Obispo de la Diócesis de Tunja, quien dispuso la Coronación para el día 9 de julio de 1919, día consagrado por el clero colombiano para honrar a María, con la recitación de su Oficio.
El acto de la Coronación se llevó a cabo en la Plaza de Bolívar de la ciudad de Bogotá, el 9 de julio de 1919. El Obispo de Tunja, Eduardo Maldonado tomó las coronas y las puso en las cabezas del Niño y de la Virgen respectivamente, diciendo en voz brillante: “Así como hoy os coronamos en la tierra, así merezcamos ser coronados en el Cielo”. “Yo… pido humilde y respetuosamente a los Arzobispos y Obispos aquí congregados, que, así como la República fue consagrada al Sacratísimo Corazón de Jesús, de la misma manera, se consagra solemne y públicamente, por voto nacional, a la Santísima Virgen, Reina de Colombia”.
El Santuario de la Patrona de Colombia es visitado como cada año por miles de fieles en especial durante esta fecha. En este recinto se encuentra el lienzo con la imagen, custodiada por los dominicos. Los fieles contemplan con devoción el cuadro renovado de la Virgen y escuchan su mensaje: «Déjate renovar por Dios». Un mensaje sencillo en el que está el secreto de la auténtica felicidad. Así como Dios renovó ese cuadro desgastado puede renovarnos a nosotros. «Dios quiere renovarte, déjate renovar por Dios». Esta es la invitación que la Santísima Virgen nos hace. Una renovación que se realiza principalmente en la oración, la recepción de los sacramentos y el rezo del Santo Rosario.
En 1986, San Juan Pablo II visitó la Basílica y consagró Colombia a la Virgen María, pidiendo que conceda “el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos”.
Oración Rosario de Chiquinquirá
¡Oh, incomparable Señora del Rosario de Chiquinquirá!
Madre de Dios, Reina de los ángeles,
abogada de los pecadores,
refugio y consuelo de los afligidos y atribulados.
Virgen Santísima, llena de poder y de bondad,
lanzad sobre nosotros una mirada favorable
para que seamos socorridos por Vos
en todas las necesidades en que nos encontramos.
Acordaos, ¡Oh clementísima Señora del Rosario!,
que nunca se oyó decir que alguien que haya recurrido a Vos,
invocado vuestro Santísimo nombre,
e implorado vuestra singular protección,
fuese por Vos abandonado.
Animados con esta confianza, a Vos recurrimos.
Os tomamos desde hoy y para siempre por Madre nuestra,
nuestra protectora, consuelo y guía,
esperanza y luz en la hora de la muerte.
Libradnos de todo aquello que pueda ofenderos
y a vuestro Santísimo Hijo, Jesús.
Preservadnos de todos los peligros del alma y del cuerpo;
dirigidnos en todos los negocios espirituales y temporales;
libradnos de la tentación del demonio,
para que, andando por el camino de la virtud,
podamos un día veros y amaros en la eterna gloria,
por todos los siglos de los siglos.
Amén.