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Busco ayudar a los lectores a pensar sobre las cuestiones realmente importantes de la vida”

por Carlos L. Rodriguez Zía

Sacerdote, profesor y escritor. Estos tres roles desarrolla en su vida el Padre Tomás Trigo Oubiña, presidente de la Fundación Familia y Fe, quien en todos tiene como objetivo ayudar a su prójimo. Objetivo que lo llevó a escribir la novela Tres meses.

Al hombre que nació en Vilanova de Arousa (Pontevedra, España) en 1953, un santo lo ordenó sacerdote. Fue San Juan Pablo II en el año 1987. El hombre, que es el Padre Tomàs Trigo Oubiña, estudió historia en las universidades de Santiago de Compostela y Valladolid y ejerció como profesor de Historia y Filosofía en varios colegios de Galicia. Después, tras tres años en Roma para completar los estudios de Teología llegó el día de entregarse por completo a Dios y a sus hermanos abrazando la vida sacerdotal.  Luego vinieron siete años de trabajó en Valencia (España), en un centro de formación para jóvenes y la defensa  en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) de las tesis doctorales de Filosofía y Teología. Hace veinticinco años, en 1994, se trasladó a la Universidad de Navarra, en la que ejerce como profesor de Teología Moral y de Introducción al Cristianismo. Pero su vida también tiene lugar para darle vuelo a la faceta de escritor. El Padre Trigo ha escrito libros y artículos de Teología Moral, un pequeño libro de espiritualidad: “Dios te quiere, y tú no lo sabes” (Casablanca Comunicación, Salamanca) y para los niños un cuento extenso: “Los recuerdos de Jasid, el perro fiel de la Sagrada Familia” (Ediciones Palabra), que se ha publicado en varios países. Hoy, nos contactamos con él para hablar de su flamante novela, Tres meses y de la fundación Familia y Fe, en la que tiene la importante tarea de ser su presidente.

-¿Por qué sintieron la necesidad de crear la fundación Familia y Fe, de la que es su presidente?

-La fundación Familia y Fe nació para dar cobertura a un proyecto de Catequesis Familiar que había comenzado el profesor Fernando Moreno, y que queremos extender a todo el mundo. Al mismo tiempo, estamos trabajando para que la fundación albergue otros proyectos relacionados con el matrimonio y la familia. Uno de los planes en los que ahora estamos empeñados es un curso sobre valores y virtudes para padres e hijos. Otro, que ya tiene una pequeña historia, consiste en las Jornadas de renovación matrimonial, para matrimonios jóvenes, que venimos realizando desde hace tres años.

-¿Cuáles son las metas que se han propuesta para el futuro y su plan de trabajo?

-Las metas se pueden resumir así: formación humana y cristiana en familia. El plan de trabajo que nos hemos propuesto requiere, sobre todo, la colaboración de muchas personas que estén dispuestas a ayudar a las familias con su tiempo y sus conocimientos. Y medios económicos, claro.

-Ahora vayamos a su faceta de escritor. ¿Qué le atrae de este rol? ¿Para qué escribe? ¿Qué es lo que busca?

-Busco ayudar a los lectores a pensar sobre las cuestiones realmente importantes de la vida: el sentido de la existencia, el sentido del sufrimiento, el amor de Dios por nosotros… Hasta ahora lo había hecho a través de escritos de teología y espiritualidad.

-¿Qué le llevo a escribir la novela Tres meses?

Todo empezó hace años con un breve caso que escribí para mis alumnos de Ética. Era una narración breve que pretendía ayudarles a enfrentarse con la realidad de la muerte. Esa narración, que tenía cinco páginas, fue creciendo poco a poco, hasta que llegó a adquirir cuerpo de novela.

– ¿Sueña con que termine siendo una película, pues su argumento –un joven exitoso al que le descubren un cáncer terminal- es muy cinematográfico? Pienso en la película española, 100 metros, protagonizada por el comediante Dani Rovira.

-Sí, sería estupendo que se convirtiera en una película. Creo que el argumento es interesante, fuerte, y, según me dijo algún experto, adecuado para una pequeña serie. Pero es muy difícil.

-¿Qué tiene de diferente con respecto al resto de su obra literaria?

-Que es una novela. La mayor parte de mis escritos es de tipo teológico o de espiritualidad, como es lógico, porque soy profesor de teología moral desde hace años. Lo bueno del género narrativo es que te permite afrontar los temas teológicos de un modo mucho más vivo, más existencial.

-¿Es más difícil escribir un libro o una homilía? ¿Está más atento el lector o el feligrés?

-La homilía es un género muy difícil. De verdad. El Papa Francisco nos ha dado unas cuantas lecciones sobre cómo prepararla, lecciones que él pone en práctica. Hablar de Dios a esas personas que tienes delante, que esperan que les “expliques las Escrituras”, exige prepararse bien, y sobre todo que alguien te corrija para mejorar. Esto es importante. Los sacerdotes tenemos que tener la humildad de escuchar las correcciones de otras personas, como cualquiera que hable en público. Si no podemos estar hablando durante años sin darnos cuenta de los errores que cometemos.

-¿Cómo fue el proceso de escritura, la construcción de los personajes?

-Las novelas se van desarrollando en la imaginación. Es una parte muy bonita: imaginar los personajes, su modo de ser y de pensar… Después, viene lo más difícil: convertir lo imaginado en palabras y frases. Entonces te das cuenta de que es muy difícil. Escribir una buena novela es una de las cosas más difíciles que existen. Yo no paso de ser un simple aficionado. El personaje más importante es Miguel, un joven estudiante, ateo, inteligente, triunfador, que arrastra en un drama muy doloroso: la separación de sus padres desde que él tenía seis o siete años. De pronto, se encuentra con algo inesperado: un cáncer de páncreas, que, según los médicos, le llevará a la tumba al cabo de tres meses. Entonces, todas sus seguridades se tambalean; la vida, con el sufrimiento y la muerte, no tiene sentido para él. Pero, a la vez, no puede admitir que todo se acaba con la muerte, porque eso se opone a nuestro instinto más esencial: queremos ser eternos.

¿Por qué eligió como contrapunto del protagonista, un joven ateo, a una mujer creyente, casada y madre de tres hijos?

-Carmen está en la misma situación que Miguel, porque también ella está desahuciada, pero tiene algo que cambia radicalmente el modo de ver el sufrimiento: la convicción de que Dios es un Padre que ama a sus hijos, y la esperanza de la vida eterna. Esa fe y esa esperanza se reflejan en su alegría, y en el cariño con el que trata a Miguel, y que él ha echado en falta durante muchos años en sus propios padres.

-¿Por qué decidió ambientarla en Galicia y en el año 1975?

-Es la tierra que mejor conozco. Nací en un pueblo de Galicia, Vilanova de Arousa, y viví en él hasta que me fui a la universidad. Muchas de las personas que aparecen en la novela son personas “reales”, a las que podría poner nombre y apellidos. Al mismo tiempo, deseo que la novela sea un homenaje a mis compatriotas, a los hombres y mujeres que me ayudaron a crecer, a vivir, a hablar, a creer.

-¿Qué ha buscado transmitir con Tres Meses?

-Sobre todo, una cosa: la locura del amor de Dios por nosotros. Esa es la clave de todo. La clave de nuestra vida: el que no sabe que es amado por Dios con un amor más fuerte que la muerte, con un amor lleno de ternura y misericordia, no puede entenderse bien a sí mismo y a los demás, y desconoce el sentido profundo del dolor y del sufrimiento. Creo que es el verdadero secreto de la felicidad.

-Aparte de su novela, si alguien quiere leer sobre la vida, la muerte, la relación con Dios, con sus hermanos, en fin, sobre la vida misma, ¿qué novelas o escritores recomienda leer?

-Es muy difícil elegir a dos o tres de entre tantos cientos de autores. Así que me limito a nombrar a tres mujeres santas, tres Teresas, que a me han ayudado mucho: santa Teresa de Jesús, santa Teresa del Niño Jesús y santa Teresa de Calcuta. Desde hace unos meses, me estoy adentrando en los escritos de esta última, y estoy sorprendido. Es una maravilla. 

-¿Cuál es su balance como profesor universitario y como sacerdote? ¿Está donde se imaginaba que estaría cuando se ordenó sacerdote y dio su primera clase?

-En esos momentos no imaginaba nada sobre el futuro… O mejor dicho, lo que imaginaba se quedó muy corto. Porque imaginas el futuro pensando en tus capacidades, siempre limitadísimas, y no te das cuenta de que lo más importante de lo que te sucede en la vida es lo que hace Dios. No estamos solos. Nadie está solo. Dios está a nuestro lado en todo momento. Y eso tiene unas consecuencias que no puedes imaginar.

-¿Qué piensa de la juventud de hoy, a veces tan criticada? ¿La de su tiempo era mejor?

-Creo que comparar la juventud de ahora con la de otro tiempo no sirve para nada, salvo para caer en tópicos pesimistas e injustos. Lo que yo veo en los jóvenes, en los universitarios que llegan cada año a las aulas, es, por una parte, grandes deseos de vivir una vida plena, lograda, llena de amor y de entrega a los demás. Por otra, veo también, con pena, que muchos de esos jóvenes no han recibido el amor que debían haber recibido de sus padres. Es el problema de Miguel, el protagonista de “Tres meses”. Es un problema serio, importante, porque del amor que los padres den a los hijos depende, en gran parte, que los hijos puedan apreciar el amor de Dios por ellos.

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