Evangelio según San Juan 15,1-8.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.
El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.
Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.
Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
Cada vez que visitas nuestros anunciantes estas ayudando
a Misioneros
La unión
1) Lo poda: la vida se construye con sacrificio. Todo tiene una paga en la vida. Para crecer también hay sacrificios que al inicio cuestan, pero luego ello nos fortalece. Como ese momento en que, para ser joven, el niño dejará sus juguetes para experimentar otras cosas que aparecen en la vida. Las lágrimas son parte de ese “podar”. Aquí entra lo que es criterio y discernimiento. Pensar si lo que sacrifico implica que lo hago por algo mayor que aporte a mi vida. Esto hasta te lo paso en una cuestión afectiva «estar por estar con alguien que no aporta a mi vida». Pero para esto hay un camino de discernimiento. Toda decisión implica el respeto a pensar, luego consultar y por consiguiente actuar. Las decisiones de vida no se las hace de golpe porque es como un médico cuando opera, un movimiento brusco puede ser perjudicial. Por eso, si no la vez clara, espera…
2) Permanezcan en mí: la palabra permanecer es muy interesante, porque el tener a Cristo no significa que es un trofeo. Uno puede tener un encuentro, pero también uno puede alejarse y perderlo. «Día nuevo, lucha nueva». Es por ello por lo que hoy Dios te recuerda volver a Él y estar en Él. Permanecer en su presencia a través de las tres cositas que siempre te digo: oración, sacramento y ayuda a los demás.
3) Separar: separarse de Jesús puede llevarte a quedarte seco por dentro. Esto es un miedo que me da. Porque los que laburamos en las cosas de Dios nos entusiasmamos con muchas acciones «atender comedores, hacer visitas, misionar, etc.» y son cosas buenas y productivas, “sanantes”. Pero pueden llevarte a perder ese momentito de encuentro con Jesús. Esto de «hablar mucho DE Dios y nada CON Dios». Es como que yo hiciera todos los días el audio y atendiera los comedores de la capilla, pero no tuviera mi momentito de rezar el Rosario o ponerme frente al Santísimo o estar solo meditando un ratito la Palabra de Dios. Terminaría “seco”.
Descubre más desde Misioneros Digitales Católicos MDC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
1 comentario
Cualquier poda es dolorosa, pero nos quita lo que no necesitatamos; dolorosa por varias razones, porque duele romper con los hábitos ya tomados, porque tratamos siempre de mantenernos como nos gusta, porque no aceptamos inmediatamente, porque no vemos fácilmente el fin y porque no creemos que es el Padre quien nos poda por nuestro bien espiritual. No siempre nos queremos a nosotros mismos ni cuidamos nuestra madurez, porque no conocemos al Viñador que nos cuida como a todo padre le importan los hijos. Somos rápidos para juzgar y sacar conclusiones, no vivimos como hijos de Dios, sino como si fuéramos los dueños de la vida. Las palabras de Jesús, si las vivimos, nos liberan cada día de todas las enfermedades espirituales y nos hacen caminar en un estado de gracia, porque limpian nuestra vista de las tentaciones de la vida mundana. Nos dan esa pureza necesaria para aceptar y ver el camino al cielo. Jesús no exagera cuando nos dice que sin Él no podemos hacer nada, porque el mundo va decayendo con la comodidad y el placer y nosotros nos hemos acostumbrado tanto que no nos damos cuenta de que estamos resbalando lentamente pero …siempre más abajo. Tenemos que darnos cuenta de esto cuando se nos pide amar y la respuesta que viene del corazón es negativa con las justificaciones del momento. Nos hemos acostumbrado tanto a respirar el aire malsano que no reconocemos ni la voz de Jesús ni la cercanía del Padre. ¡Siempre nos parece demasiado! Demasiada oración, demasiado amar, demasiado para dejar, demasiado estar en silencio, demasiado leer el Evangelio y escuchar, demasiado darse uno mismo para compartir. Pero la vida de los hijos se apoya al Hijo Jesús, si no no daremos fruto porque nos habremos secado sin darnos cuenta.