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El Reino de los Cielos

por Mons. Luis José Rueda Aparicio
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En este domingo, el reino de los cielos se nos propone, Jesús nos habla del reino de los cielos. Salomón, en el antiguo testamento escuchó la voz de Dios que le decía: “pídeme lo que quiera y se lo daré” y salomón le pidió sabiduría, discernimiento. Que el Señor note en este domingo sabiduría y discernimiento para recibir la palabra de Dios.

Evangelio según San Mateo 13,44-52

Jesús dijo a la multitud: 
«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.»
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos,
para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron.
Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».

Palabra de Dios.

Transcripción de La Voz del Pastor del 26 de julio del 2020

 La palabra de Dios en boca de Jesús en este domingo, está tomada del capítulo 13 de san mateo y allí nos encontramos con tres parábolas sencillas, el maestro nos enseña el reino de los cielos, la primera parábola habla de un tesoro, el reino es como un tesoro que el que lo encuentra lo guarda, no lo saca al público no lo anuncia, lo guarda interiormente lo lleva en su vida, lo lleva en su conciencia, lo lleva en su familia, significa que esa persona descubrió un tesoro el tesoro del reino y ese tesoro lo lleva dentro de su corazón, como decía san Agustín, que buscaba fuera de mí y tú estaba dentro de mí. 

 La segunda parábola es similar a la primera porque habla también del encuentro personal con el reino de Dios, aquí se trata de un comprador de perlas finas que encuentra una sola distinta a todas, el, que sabe distinguirla va y vende todo lo demás, esa perla fina se enamoró de esa perla, la encontró para él y no hay otra igual, esas dos parábolas son similares porque necesitan el discernimiento para descubrir el tesoro, para descubrir la perla pero también para tomar una decisión, ir y vender todo lo que se tiene para entregar totalmente la vida, lo que somos, lo que tenemos a la conquista del reino, pero el reino de los cielos es una realidad muy personal si usted busca a cristo dentro de su corazón, dentro de su conciencia, en su historia desde la infancia usted va descubriendo la presencia de Dios en su vida, descúbralo encuentre ese tesoro reciba esa perla, cómprela venda todo lo demás y conquiste ese tesoro, y esa perla que está en su vida que está en su familia que está en su corazón.

 La tercera parábola, la de la red que es tirada en el mar tiene una dimensión más comunitaria más social, y es que la red es el abrazo de Dios, el reino de los cielos nos abraza a todos y nos invita a todos y se nos ofrece a todos, pero el Señor es el que va viendo el nivel de madurez que nosotros tenemos, las primeras parábolas nos llevan a buscar el reino de Dios en la conciencia y en la vida personal y familiar, pero la segunda parábola nos lleva a pensar que el reino de los cielos se le propone a toda la humanidad, y todos estamos llamados a salir en esa red con madurez.

 Pidámosle al Señor que él nos ayude a sacar de lo antiguo y de lo nuevo como dice la conclusión de este capítulo 13, que podamos tomar la tradición de la vida de la humanidad y de la iglesia y combinarla con la novedad con el asombro de la tecnología de la ciencia, asombrarnos de la presencia de Dios en los acontecimientos de ayer y de hoy, el reino de Dios está muy cerca necesita sabiduría, necesita discernimiento de nuestra parte y nunca olvidar que el ritmo en nuestra vida lo pone Dios, que el Señor nos bendiga acompañen nuestra vida familiar personal y social, en el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo amén.

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