San Judas Tadeo, apóstol de Jesús (no el Iscariote), es presentado en los Evangelios como el «hermano de Santiago». Muy probablemente era hermano de Santiago el Menor y primo de Jesús. Se le atribuye la epístola que lleva su nombre, en la que se presenta a sí mismo como “servidor de Jesucristo y hermano de Santiago”.
Judas significa ‘alabanzas sean dadas a Dios’ y Tadeo significa ‘magnánimo’ o ‘valiente para proclamar su fe’. La tradición en la Iglesia llama a este apóstol Judas Tadeo. Los Evangelistas San Mateo y San Marcos lo nombran simplemente “Tadeo” (Mt 10, 3; Mc 3, 18) y Lucas lo denomina “Judas de Santiago” (Lc 6, 16; Hch 1, 13).
De acuerdo al martirologio romano, San Judas Tadeo predicó primero en Mesopotamia y luego en Persia, donde sufrió el martirio junto a Simón Apóstol, en la ciudad de Suanis. Sus reliquias se encuentran en un altar de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
De San Judas Tadeo se sabe poco. El apóstol Juan lo presenta en un planteamiento que hizo a Jesús durante la Última Cena, cuando Tadeo le dijo al Señor: “Señor, ¿porque te manifiestas a nosotros y no al mundo?”. Esta es una pregunta de gran actualidad, ¿por qué no se manifestó Jesús resucitado en toda su gloria a los adversarios para mostrar que Él es Dios? ¿Por qué sólo se ha manifestado a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor le dijo: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” Jn 14, 22-23. Esto significa que el Resucitado tiene que ser visto y percibido con el corazón, de manera que Dios pueda hacer su morada en nosotros. El Señor quiere entrar en nuestra vida y por ello su manifestación implica y presupone un corazón abierto a Él. Sólo así veremos al Resucitado.
Santa Brígida de Suecia cuenta en sus Revelaciones que el Señor Jesús la exhortó a que le pidiese favores y gracias a través de San Judas Tadeo. Quizás sea esta una de las razones por las que la devoción a este Santo ha calado profundamente en la piedad popular. Precisamente muchos lo llaman “milagroso” y se sienten agradecidos con él. Es considerado patrono de las causas imposibles y comparte este patronazgo con Santa Rita de Cascia. Lamentablemente, en algunos casos, la devoción a San Judas ha dado lugar a ciertas desviaciones que la Iglesia ha aclarado oportunamente.
Se suele representar a San Judas Tadeo con un medallón en el pecho que tiene el rostro de Cristo, simbolizando que tendría un parentesco con el Señor. Además, lleva una llama de fuego en la cabeza porque recibió al Espíritu Santo en Pentecostés. Otros artistas lo muestran portando una Biblia, en referencia al libro que lleva su nombre. En su mano sostiene un hacha, que hace mención de su martirio, o un bastón como símbolo de las grandes distancias que recorrió mientras predicaba.
Carta de Judas
A Judas Tadeo se le ha atribuye la autoría de una de las cartas del Nuevo Testamento de las llamadas «católicas», llamadas así porque está dirigida a un público mucho más amplio de destinatarios, y no a una Iglesia particular. La Epístola o Carta de Judas forma parte del Nuevo Testamento; fue escrita en griego entre los años 62 y 65, antes de la caída de Jerusalén.
En ella se reprende a los falsos maestros y se hace una invitación a mantener la pureza de la fe. A estos falsos maestros y a quienes tratan de satisfacerse a sí mismos los compara así: “Son nubes sin agua llevadas por el viento, árboles otoñales sin frutos, doblemente muertos y arrancados de raíz; olas bravías del mar, que arrojan la espuma de sus propias deshonras, estrellas errantes a las que está reservada para siempre la densidad de las tinieblas.» (Judas 1, 12-13)
La carta termina con una bella oración que dice: “Al único Dios que es nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, el honor, la fuerza y el poder, desde antes de todos los tiempos, ahora y para siempre. Amén”.
El papa Benedicto XVI, hablando de la Carta de Judas, dice que hoy quizá no estamos acostumbrados a utilizar un lenguaje tan polémico como el que se lee en la epístola, sin embargo, nos dice algo importante, que, en medio de todas las tentaciones y las corrientes de la vida moderna, tenemos que conservar la identidad de nuestra fe; el deber de recodar y subrayar siempre las líneas fundamentales irrenunciables de nuestra identidad cristiana.
Por otra parte, es necesario tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía, ante las contradicciones del mundo en que vivimos. En el texto de la carta leemos: «Pero ustedes, queridos míos, edifíquense a sí mismos sobre el fundamento de su fe santísima, orando en el Espíritu Santo. Manténganse en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la Vida eterna. Traten de convencer a los que tienen dudas» (Judas 1, 20-22).
Concluye su carta con estas bellísimas palabras: «A aquel que puede preservarlos de toda caída y hacerlos comparecer sin mancha y con alegría en la presencia de su gloria, al único Dios que es nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, el honor, la fuerza y el poder, desde antes de todos los tiempos, ahora y para siempre. Amén.» (Judas 1, 24-25)
Fuentes: ACI Prensa
Los Apóstoles de Cristo Rey