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Los palacios del Evangelio

por Pbro. Juan Rodrigo Vélez
Nuestra Señora de las Lajas

Algunas veces las personas se quejan de que los edificios de las iglesias se encuentran costosamente decorados.

En la temporada de Pascua, John Henry Newman nos recuerda la razón de esto: las iglesias son símbolos de Cristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre.

En un sermón titulado, «Los palacios del Evangelio», Newman reflexiona sobre las palabras del Salmo 78: «Edificó su santuario como palacios altos, como la tierra que había establecido para siempre». Newman llama a los templos cristianos con el nombre de palacios del Evangelio y señala que en Inglaterra los palacios se comparan con las catedrales por su belleza, y no al revés.

Estos templos han sido construidos durante largos períodos de tiempo y, por lo tanto, son un signo visible de la comunión de los santos. Fueron construidos por hombres con fe que miraban hacia el futuro, a diferencia de otros hombres que viven para el presente y para cosas perecederas.

“Así fueron levantadas nuestras iglesias. Una era construiría un presbiterio, y otra una nave, y una tercera agregaría una capilla, y una cuarta, un santuario, y una quinta, un chapitel. Poco a poco, la obra de gracia avanzó; y podían darse el lujo de tomarse el tiempo y esforzarse por hacerlo lo mejor posible. Tenían la promesa de que las puertas del infierno no deberían prevalecer contra eso. (mypatraining.com) ”

Estos templos son el fruto de mártires y santos. Son monumentos de los santos de Dios, construidos sobre los cimientos de los apóstoles y los santos. En palabras de Newman:

“Seguramente las Iglesias que heredamos no son la compra de riqueza ni la creación de genio, son fruto del martirio. Provienen de grandes hazañas y sufrimientos, mucho tiempo antes de su propia construcción como lo buscamos nosotros. Sus cimientos son muy profundos, incluso en la predicación de los Apóstoles, y la confesión de los Santos, y las primeras victorias del Evangelio en nuestra tierra. Todo lo que es tan noble en su arquitectura, todo lo que cautiva a los ojos y labra su camino hacia el corazón, no es una imaginación humana, sino un regalo divino, un resultado moral, un trabajo espiritual. La Cruz siempre se planta en peligro y sufrimiento, y se riega con lágrimas y sangre.”

Las características de los palacios del Evangelio nos invitan a vivir y alabar como los santos que nos antecedieron:

“Su sencillez, grandeza, solidez, elevación, gracia y exuberancia de ornamentos, traen a la memoria la paciencia y la pureza, el coraje, la mansedumbre y la gran caridad, los afectos celestiales, la actividad en las buenas obras, la fe y la resignación, de los mismos hombres que las vivieron, pero adoran en las montañas, y en los desiertos, y en las cuevas y guaridas de la tierra.”

Un santo del siglo XX, Josemaría Escrivá, les recuerda a los católicos que todo lo que hacemos en el aspecto material de la adoración a Dios es poco. Es apropiado que las iglesias sean bellas y magníficas porque son la imagen de la sustancia que es el cielo. Y en el cuidado material de las iglesias y capillas, y la caridad de nuestras vidas, debemos tener en mente la enseñanza de Jesús a la mujer samaritana: debemos adorar «en espíritu y en verdad» con la esperanza de hacerlo algún día en la celestial Jerusalén. Quizás podamos terminar esta reflexión con dos preguntas: ¿qué puedo hacer para embellecer mi iglesia parroquial y promover el arte sagrado? ¿Cómo puedo adorar mejor a Dios a través de mi trabajo diario y en la Santa Misa?

Traducción: Guiliana Rivas

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