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¿Cómo puedo hacer que el Espíritu Santo esté más en mi vida?

por Obispo Daniel H. Mueggenborg
El Espíritu Santo

Este domingo 31 de mayo celebramos Pentecostés. El Padre Daniel Mueggenborg nos habla de ese amigo espiritual que nos dejó Jesús: El Espíritu Santo.

Realmente “no entiendo” el Espíritu Santo — Me resulta más cómodo orar a Jesús o al Padre. ¿Cómo puedo hacer que el Espíritu Santo sea más parte de mi vida?

Este es un problema muy común. La cristiandad occidental, históricamente, se ha enfocado más en el estudio de Jesús (cristología) que en el Espíritu Santo (neumatología), principalmente debido a las herejías primitivas particulares del oeste. 

Aun así, el Espíritu Santo es una parte esencial de la experiencia cristiana, y nadie puede ir al Padre sino es a través de Jesús en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el regalo de Dios que nos une con Jesús, la Cabeza, como miembros de su cuerpo, la Iglesia. Es solo por medio del Espíritu Santo que tenemos acceso a la mente de Cristo para que podamos conocer la voluntad de Dios y cumplirla.

La obra del Espíritu Santo es tan importante, que Jesús espera que oremos para recibir al Espíritu Santo como nuestra primera intención (Lucas 11,13). Podemos recibir y responder mejor a la gracia del Espíritu Santo cuando comprendemos cómo el Espíritu funciona.

El Espíritu Santo nos fortalece para que seamos testigos auténticos de Jesús en el mundo (Lucas, 24, 46, Hechos 1, 4-5).

El Espíritu Santo nos aconseja y nos inspira para conocer y seguir la voluntad de Dios (Juan 15, 26).

El Espíritu Santo intercede de parte nuestra y nos defiende en momentos de angustia, como nuestro “abogado” o “paráclito” (Juan 14, 16-17, 26).

El Espíritu Santo sana las divisiones del pecado y restaura las relaciones perdidas con Dios y de unos con los otros (Hechos 2, 2-4).

Hay muchas otras referencias bíblicas al Espíritu Santo que dan testimonio de las diversas obras del Espíritu en nuestra vida y en el mundo.  

El Espíritu Santo es la fuente de santificación y agente divino de transformación, como se evidencia en la vida de María en la Anunciación, y de los Apóstoles en Pentecostés. Por esta razón, invocamos al Espíritu Santo (epíclesis) sobre los dones del pan y el vino en el altar, para que sean santificados y transformados en el cuerpo y la sangre de Jesús. Entonces, también, el Espíritu Santo se nos ofrece a nosotros de la misma manera.

En nuestro bautismo, somos consagrados como templos del Espíritu Santo, y en la confirmación recibimos el don del Espíritu que mora en nosotros. Dios nos da la presencia del Espíritu Santo para que podamos acercarnos más a la relación perdurable que Jesús tiene con el Padre. Entonces, es el Espíritu Santo el que nos guía al lugar que Jesús preparó para nosotros (Juan 14, 2-3). Esto no es solo una morada que heredamos cuando completamos nuestra vida terrenal. Más bien, Jesús quiere que compartamos ahora en la relación íntima de vida y amor que él disfruta con el Padre. El Espíritu Santo es el que nos une con el Hijo y nos lleva al Padre.  

Ora por el Espíritu Santo especialmente durante este tiempo sagrado de la Pascua. ¡Jesús no quiere nada más que responder a nuestras oraciones!

Fuente: Northwest Catholic

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1 comentario

pilar fajado mayo 26, 2020 - 11:58 am

gracias por que las esplicaciones son muy claras y contundentes para mejorar nuestra vida en el camino a nuestra salvacion.

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