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Meditación del día 11 de junio

por Pbro. Luis A. Zazano
Juan 19, 31-37

Evangelio según San Juan 19, 31-37

Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.
Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos.
Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.

En Vos confío

1) «Rendido»: así comienza el acto de consagración al Sagrado Corazón. Hoy es rendirse a los pies de Jesús encomendando tu vida, tus luchas e incluso tus fracasos. Es saber que Jesús tiene un Corazón misericordioso y fraterno que te busca para abrazarte y consolarte. Hoy Jesús está a la espera de que le des la oportunidad de soltarte para dejarte mimar por Él.

2) Sangre y agua: qué lindo saber que Dios da la vida por vos y por mí, y que nos lava de nuestros pecados, nos limpia. Todos tenemos en la vida roñas. Esos errores cometidos que muchas veces nos pesan y nos bajonean. Hoy mira al Sagrado Corazón y pedile que te limpie y te llene de Él. De ese amor que cura todo y llena todo vacío. Su Corazón es grande y vivo.

3) «Dichoso en la eternidad»: así termina el acto de consagración. Esta vida es linda pero también trae sus golpes. Es saber que la vida eterna está y Dios te la promete. Te recuerda que camina a tu lado y quiere que confíes en Él porque te ofrece una eternidad de vida. El que cree vive.
¡Vamos, que hasta el cielo no paramos!, a meterle toda la garra que hay que seguir.

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