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Torino: Valdocco y Basílica de María Auxiliadora

por Horacio Espinosa
Exterior de la BAsilica 1

Lo que durante años había visto en libros y estampitas.

En la década de 1840 Don Bosco era un joven sacerdote de fuerte temperamento que a menudo debía ser calmado por su confesor Don Cafasso. En esa época no estaba en los planes de nadie el establecimiento de un nuevo oratorio y mucho menos el de una Basílica. No obstante, puede que en el corazón del Santo ya existieran las inquietudes que dieron pie a que hoy contemos con ellos.

En 1846, luego de peregrinar por varios lugares y ser expulsado de algunos otros, Don Bosco no sabía a dónde reunirse con sus muchachos:

“Al atardecer de aquel día, miré la multitud de jóvenes que jugaban, me encontraba solo, sin fuerzas, la salud minada. Me retiré un poco y mientras paseaba solo no pude contener las lágrimas: ‘Dios mío, dime que debo hacer…’”, escribió luego rememorando.

En ese preciso momento no fue un arcángel el que arribó, sino un hombre pequeño y balbuciante: Pancrazio Soave, quien le preguntó: “¿Es usted quien busca un lugar para un laboratorio?”.

Ante la aclaración del futuro santo de que la intención era instalar un oratorio y no un laboratorio, el hombre expresó: “No sé cuál será la diferencia, de todas maneras conozco un lugar. Es aquí cerca, del señor Pinardi, venga a verlo.”

Pinardi hizo entrar a Don Bosco por una puerta posterior y le dijo: “Éste es el lugar para su laboratorio”. El sacerdote volvió a explicar: “Lo que yo quiero hacer es un oratorio, una pequeña iglesia para reunir a mis jóvenes y rezar”. Al mirar bien el espacio, percibió que el techo era muy bajo. Se lo comentó al dueño y éste respondió: “Haremos el piso medio metro más bajo y pondré puertas y ventanas. Me gusta la idea de tener una iglesia en casa”.

Don Bosco volvió corriendo a donde había dejado a los muchachos y gritó: “¡Alégrense, hemos encontrado el Oratorio. Para la Pascua nos reuniremos allá, en la casa del señor Pinardi!”. El educador pagó 300 liras por un año y propuso que el terreno circundante fuera un área de recreación para los jóvenes. Posteriormente, se adquiriría todo el conjunto y el lugar se convertiría en la Casa Madre de la Congregación Salesiana.

Así fue cómo Don Bosco tuvo su primer Oratorio, era en Valdocco (localidad que hoy es un distrito de Torino). Era una especie de galpón que acondicionó junto a sus muchachos para transformarlo en la Capilla Pinardi. Eligió dedicarla a la advocación de Nuestra Señora de la Consolación (Consolata), que además de ser una imagen maternal para muchos niños huérfanos y desconsolados, era la Santa Patrona de Torino.

La cantidad de jóvenes que se acercaban al oratorio se incrementaba a diario. Como resultado de la gran convocatoria, después de pocos años de servicio la capilla quedó chica y se inició la construcción de una nueva iglesia dedicada a San Francisco de Sales. El nuevo templo fue uno de los lugares en los que Mamá Margarita rezó fervorosamente rosarios a María.

En 1854 la ciudad de Torino sufrió una epidemia de Cólera y los muchachos del oratorio colaboraron con el cuidado de los enfermos. En una oportunidad, uno de ellos pidió a Mamá Margarita algo para cubrir a los contagiados. Ella lo llevó a la iglesia y le dio el mantel del altar diciéndole: “Llévalo para los enfermos, no creo que el Señor se lamente”.

Otro día, Domingo Savio desapareció durante toda la mañana hasta después de la comida. Un compañero que notó su ausencia se lo comentó a Don Bosco y éste lo encontró de rodillas detrás del altar de la iglesia de San Francisco de Sales, rezando con fervor. Se le acercó y el niño pareció no darse cuenta que había alguien más allí. Lo sacudió un poco y recién entonces, sorprendido, Domingo preguntó si ya había terminado la misa de la mañana. El sacerdote le contestó: «Son las tres de la tarde». Había pasado más de cinco horas orando allí sin darse cuenta.

Cerca del oratorio están las habitaciones de los jóvenes y la del Santo, donde hay un cuadro que explica la historia del perro que lo cuidaba. “El Gris”, como Don Bosco lo llamaba, apareció de repente en su vida y fue de alguna manera su protector. Nunca nadie supo de dónde provino, quién lo alimentaba, a donde se escondía cuando desaparecía…

“Todas las noches, cuando nadie me acompañaba, al llegar a los terrenos baldíos aparecía el Gris por alguna parte para acompañarme y protegerme”, escribió el santo.

El patio en el que jugaban los muchachos de Don Bosco es actualmente el patio de juegos de los alumnos que concurren al colegio que allí funciona. En un costado, cerca de la Capilla Pinardi, hay aún un bebedero de aquella época.

La Basílica cuya obra comenzó con sólo dos monedas…

La Basílica, ese lugar que había soñado conocer por años, ese lugar en el que estaba todo lo que había visto en libros y estampitas. Me encontraba allí, María Auxiliadora y Don Bosco me habían llevado a su casa, esa casa que había sido construida por la mismísima Madre de Jesús, según los dichos del santo.

Al ingresar se me llenó el corazón de alegría y emoción. Me caían lagrimas sin cesar, aunque me esforzaba porque ello no sucediera. Durante años había rezado con una estampita y ahora estaba allí, frente a frente con el cuadro más conocido de María Auxiliadora.

La pintura fue ideada por Don Bosco. “En alto María Santísima entre el coro de los ángeles, después el coro de los profetas. En la tierra los emblemas de las grandes victorias de María y de los pueblos del mundo en acto de alzar las manos hacia Ella como pidiendo ayuda”, fueron las palabras que eligió para explicar lo que pintó Tomás Lorenzone.

El artista alquiló el salón más alto de Palazzo Madama y se puso manos a la obra. Después de tres años de trabajo el cuadro ocupó su lugar. Don Bosco lo describe de la siguiente manera:

“La Virgen se mueve en un mar de luces y de majestad. Rodeada de ángeles los cuales la saludan como su Reina. Con la mano derecha sostiene el cetro, que es el símbolo de su gran poder, con la izquierda sostiene el niño Jesús quien tiene los brazos abiertos ofreciendo de esta manera su gracia y su misericordia a quien recurre a su augusta Madre. Rodeándola y hacia abajo se ven los Apóstoles y los Evangelistas, quienes transportados en un dulce éxtasis, mirando a la Virgen es como si exclamaran: Regina Apostolorum, ora pro nobis”. En la parte inferior del cuadro se ve la ciudad de Torino, con el santuario de Valdocco en primer plano. El gran valor en el cuadro es su idea religiosa que genera una impresión devota a quien lo observa”.

Según Don Bosco, el cuadro es un icono eficaz del título “María Madre de la Iglesia”. Y es además una gran página de catequesis mariana. María, en cuanto Madre del Hijo de Dios, es la Reina del cielo y de la tierra, la Iglesia representada en los apóstoles y en los santos, la aclama como Madre y Auxiliadora potente.

Si en la anterior entrega de Torino me costó describir lo que sentí al ingresar a la Basílica de San Juan Bosco, simplemente no puedo contar en palabras lo que aquí sentí. Es que al hacer memoria sólo aflora mi amor a Mamá María. Los minutos —o las horas, no lo sé—, fueron de plena alegría de corazón y de alma.

Ahora, secándome las lágrimas por el recuerdo, volveré al relato descriptivo de la Basílica.

Cerca de la puerta se puede bajar a la Cripta, que también es llamada Capilla de las Reliquias ya que tanto el piso como las paredes están llenos de reliquias de mártires y santos.

La nave tiene forma de cruz latina y sus motivos ornamentales se parecen a los símbolos de las catacumbas cristianas.

La verdadera joya de esta Capilla es la reliquia de madera de la Santa Cruz, en una teca, sobre un fondo de alabastro.

Otro lugar importante es la capillita dedicada a la Virgen, a la que se llama comúnmente “Capilla de la Aparición” por el sueño de 1845 recordado por Don Bosco: “Me pareció estar en una gran llanura llena con una muchedumbre incontable de jóvenes. Vi junto a mí a una Señora que me decía: “¡En este lugar, en que los gloriosos mártires de Torino Adventor, Solutor y Octavio sufrieron martirio, sobre estas tierras empapadas y santificadas con su sangre, quiero que se honre a Dios de un modo muy especial”. El sitio es la actual Basílica.

Por los laterales se pueden ver los altares menores. Algunos de los principales son el de San José, que es el único altar del Santuario de María Auxiliadora de Torino-Valdocco que ha quedado como lo quiso Don Bosco, aún después de los trabajos de ampliación de la Basílica. Un detalle importante: el Niño Jesús da rosas a San José y él las deja caer sobre la iglesia de María Auxiliadora y sobre el Oratorio.

A la derecha, junto a la entrada principal, está el altar de Santa María Dominga Mazzarello. El Papa Juan Pablo II en su visita a Turín-Valdocco el 13 de diciembre de 1980, hablando a las religiosas en la Basílica de María Auxiliadora, afirmó de ella: “Santa María Mazzarello… hablaba de las virtudes de un modo tan claro y persuasivo que parecía inspirada por el Espíritu Santo. Vivió en la humildad, en la mortificación y en la serenidad su entrega a Dios, realizando su ‘maternidad de amor’ hacia miles de muchachas”.

Otro de los altares que lleva a muchos a orar y agradecer es el de Santo Domingo Savio. En vida, el joven salesiano dio muestras de una inteligencia privilegiada para los estudios y de una gran bondad en sus relaciones. Su lema era: “Antes morir que pecar”.

Por otra parte, uno de los altares más significativos para el corazón de cada salesiano que visita esta Basílica es el de San Juan Bosco. Se trata de un verdadero monumento que presenta al educador invitando a un grupo de jóvenes a mirar con confianza a María. En el fondo están representados episodios importantes de su vida en Valdocco y a la izquierda se recuerda su llegada junto a Mamá Margarita a la casa Pinardi. Cerca hay una urna de bronce que contiene el cuerpo de Don Bosco y los ornamentos que la cubren fueron un regalo del Papa Benedicto XV.

Los peregrinos o simples fieles que se detienen a meditar u orar delante de la urna suelen ser muchos: padres que encomiendan a sus hijos al gran Santo de la juventud; antiguos alumnos y alumnas; jóvenes y no tan jóvenes que le rezan; salesianos que encomiendan a su santo patrono su presente y su futuro.

Por último, la sacristía esta situada junto a la galería contigua al altar mayor. En sus paredes se exponen cuadros de Don Bosco que participaron de un concurso para ser la imagen oficial de las estampitas del santo.

Hasta aquí, el recorrido por Torino. Una visita salesiana que acaso me llevó a extenderme un poco más en la descripción de lugares, objetos y emociones. Realmente, creo que no logré plasmar en palabras lo que mi corazón vivió en esta ciudad. Nunca imaginé poder vivenciar estos sitios. Agradezco al Señor Jesús, a María Auxiliadora y a San Juan Bosco por haberme permitido conocerlos.

Espero haberlos llevado por un rato a este lugar. Recuerden que los sitios religiosos surgen de la presencia del Señor; por apariciones de su Sagrada Madre; por iniciativa de santos y de comunidades. Están a veces a muchos kilómetros de distancia de nuestro hogar y otras muy cerca.

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