Esta semana me ha tocado despedir gente muy querida, entre ellos, a mi abuelo Pocho. Y en un momento del velorio, se me vino la historia que me contó mi amiga Elisa, de su hermano Santi de 11 años.
Parece que esa vez habían ido a despedir al abuelo de un amiguito de Santi. Para él era todo nuevo: desde la realidad de la despedida física de un ser querido, hasta lo novedoso de las salas velatorias.
Pero hubo algo que atrapó fuertemente su atención: las pantallas con los nombres de los difuntos. No captó muy bien que eran para guiar a los familiares y amigos hacia las salas correspondientes.
Él simplemente se quedó largo rato observando los nombres de esas 3 personas (entre ellos el abuelo de su amigo). De pronto algo cambió … y Santi salió corriendo lleno de entusiasmo hasta su hermana, justo cuando el cortejo se preparaba para salir. “¡Eli! ¡Eli! ¡Tengo algo importante para decirte!” – “No es el momento” le respondió su hermana con mucho cariño. – “Pero es muy importante!” (siguió Santi) “Es para que te quedes tranquila… el abuelo ¡realmente partió para el Cielo!” (dijo susurrando fuerte y muy enérgico). – “Y como sabes eso?” (le preguntó su hermana).
– “Porque yo estaba leyendo la pantalla… y habían tres nombres… hasta que uno se borró y quedaron dos. ¡El que se fue era el nombre del abuelo! ¡ya partió!” (y nadie le sacaba su entusiasmo).
No se dio cuenta, pero las palabras de Santi llegaron a la familia de su amiguito en el momento justo y sin quererlo terminó impregnando de esperanza ese momento tan vacío.
Despedir a un ser querido no es fácil. ¡Y que doloroso cuando se nos va en poco tiempo! Pero creo que todos nacemos con una misión muy especial… y solo partimos cuando la cumplimos. ¡Qué misterio! Hay quienes cumplen su misión en tan poco tiempo… y otros aún luchamos por descubrirla. Hoy te invito a confiar y esperar como Santi: con un corazón de niño… Con la certeza de que aunque no siempre lo entendamos.. ¡nada se le escapa a nuestro Padre del Cielo!
¡Buena Semana! ¡Un fuerte abrazo!