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Monasterio Cristo Rey – El Siambón – Tucumán – Argentina

por Horacio Espinosa

Los monjes Benedictinos son hijos herederos de San Benito, que nació en Nursia, Italia, hacia el año 480 y murió en Montecasino hacia el año 547.

San Benito escribió la “Regla de los monjes”. Pero no es él el iniciador de la vida monástica. Él también es heredero. Heredero de San Pacomio, San Basilio, San Agustín y una gran cantidad de monjes que llegan a remontarse en cierta forma a los primeros tiempos de la Iglesia. San Gregorio Magno, el biógrafo de San Benito, lo define como “hombre de Dios”. Podríamos decir, entonces, que el monje es ante todo un buscador de Dios.
A 65 kilómetros de la ciudad de San Miguel de Tucumán, con 30 kilómetros de camino de tierra, el aislamiento en que se encontraba El Siambón en el momento de su fundación, la belleza del lugar y la sencillez de sus habitantes diseminados por valles y montañas, lo hacía lugar ideal para la vida simple de oración y trabajo de aquel grupo de jóvenes monjes que iniciaba con optimismo y entusiasta ilusión la vida monástica en el Noroeste argentino.

¿Qué es ser monje?


Ser monje, por definición de uno de los que allí viven, es ser un buscador de Dios.
Dado que el monje busca a Dios, es entonces “hombre de la Palabra de Dios”. Ellos escuchan a diario la Palabra durante la liturgia y además la leen en la soledad de su habitación.
Cuando el monje está lleno de la Palabra de Dios, llega a ser también el “hombre de la palabra humana”. Palabra de discernimiento y de consuelo.
Podemos decir que el monje participa del carisma que Pablo VI atribuía a toda la Iglesia: “Experta en humanidad’. Esto no quiere decir que el monje no siga siendo un hombre débil y pecador. Pero, como dice San Benito en el prólogo de su Regla, el monje alaba constantemente a Dios que va haciendo maravillas en él.

Reglas


Las reglas básicas que siguen los monjes en el Monasterio son las siguientes:

  1. El monje desea llegar a ser un hombre que, dejando el mundo, busca verdaderamente a Dios en el recinto del monasterio, no anteponiendo nada al amor de Cristo y ordenando armoniosamente su vida con la oración, el trabajo y la convivencia fraterna, y practicando la conversión de costumbres, la humildad, la obediencia y la estabilidad.
  2. El monje se esfuerza por ser una persona sensata, equilibrada y madura, en cuya vida florezcan la discreción, la prudencia y la sabiduría que caracterizaron al maestro y padre de los monjes, San Benito de Nursia.
  3. El monje está llamado a ser un asceta, que cultiva su vida interior y su porte externo con renuncias alegres, con sobriedad equilibrada, con austeridad sencilla y normal, con esfuerzo valiente y con sacrificio perseverante.
  4. El monje quiere ser un hombre de Dios, un buscador insaciable del rostro luminoso de Aquel en cuya presencia transcurren todos los momentos de su existencia.
  5. El monje quiere convertirse en un orante, que contempla a Dios escuchándolo y hablándole en su lectio diaria y en su oración secreta, y que celebra con dignidad y solemne sencillez la liturgia eclesial para alabanza y gloria del Altísimo, y para el bien y la salvación de todos los hombres.
  6. El monje es un cenobita, que ama a su comunidad como a su familia y su monasterio como su casa, y que goza con la participación fraterna en las alegrías y tristezas, en los éxitos y los fracasos de sus hermanos, entregando sus capacidades y toda su persona y recibiendo con alegría la ayuda fraterna en un incesante intercambio que purifica y enriquece la vida de cada monje y de toda la comunidad.
  7. El monje debería ser un trabajador abnegado, que acompaña con su esfuerzo diario a tantos hombres que ganan su pan con el sudor de su frente, y que cultiva su persona y la de sus hermanos con el estudio serio y la formación diligente, y cuida la creación con prudencia y admiración, desentrañando sus secretos y perfeccionándola con su ingenio para que llegue a la plenitud soñada por su Creador.
  8. El monje está llamado a ser un hombre eclesial que vive secretamente una inserción vital en su Iglesia local y se compromete con lo que en cada momento descubre como un llamado de Dios en la construcción del Reino.

Un día en la vida de los monjes


04:50 Suena la campanita que despierta al monje.
05:20 Los monjes se reúnen en la iglesia para el primer oficio litúrgico que dura hasta las 6:05, más o menos. Luego desayunan. Varios lo hacen tomando el tradicional mate criollo. Aquí viene un tiempo fundamental para el monje: hasta las 7:30 es el encuentro personal con la Palabra de Dios, con la Sagrada Escritura. Es el momento en que el monje sin darse cuenta va siendo transformado por la fuerza de la Palabra.
07:30 Se canta el Oficio de Laudes (15 minutos aproximadamente). Es el canto de alabanza de la creación y de toda la humanidad que despierta a la acción con la salida del sol, y a continuación cada uno realiza su trabajo.
12:00 Sexta – Almuerzo, en el cual los monjes, además de alimentar su cuerpo, alimentan su inteligencia escuchando alguna lectura que los conecta con el mundo del pensamiento de la Iglesia y la humanidad. En seguida hay un tiempo de recreo comunitario y descanso.
13:15 Siesta.
15:30 Fin de la siesta – Estudio. El resto de la tarde está normalmente dedicada al estudio, clases para los formandos y estudio para los demás.
18:40 Los monjes se reúnen en la iglesia para el momento principal del día. Oración de Vísperas y Eucaristía (de lunes a viernes).
20:00 Cena. Durante la misma el Abad lee y comenta la Regla de San Benito, y da orientaciones a la comunidad.
20:45 Capitulo – Oración de completas.
21:30 Los monjes van a dormir.

¿Cómo son los monjes?


Según ellos mismos:
• El monje desea llegar a ser un hombre que dejando el mundo busca verdaderamente a Dios en el recinto del monasterio, no anteponiendo nada al amor de Cristo y ordenando armoniosamente su vida con la oración, el trabajo y la vida fraterna; practicando la conversión de costumbre, la humildad, la obediencia y la estabilidad.
• El monje se esfuerza por ser una persona sensata, equilibrada y madura; en cuya vida florezcan la discreción, la prudencia y la sabiduría que caracterizan al maestro y padre de los monjes, San Benito de Nursia.
• El monje está llamado a ser un asceta que cultiva su vida interior y su porte externos con renuncias alegres, con sobriedad equilibrada, con austeridad sencilla y normal, con esfuerzo valiente y con sacrificio perseverante.
• El monje quiere ser un hombre de Dios, un buscador insaciable del rostro luminoso de Aquel en cuya presencia transcurren todos los momentos de su vida.
• El monje quiere convertirse en un orante, que contempla a Dios escuchándolo y hablándole en su lectura diaria y en su oración secreta, y que celebra con dignidad y solemne sencillez la liturgia eclesial para alabanza y gloria del Altísimo, y para el bien y la salvación de todos los hombres.
• El monje es un cenobita, que ama a su comunidad como a su familia y su monasterio como su casa y que goza con la participación fraterna en las alegrías y tristezas, en los éxitos y los fracasos de sus hermanos, entregando sus capacidades y toda su persona, y recibiendo con alegría la ayuda fraterna en un incesante intercambio que purifica y enriquece a la vida de cada monje y de toda la comunidad.
• El monje deberá ser un trabajador abnegado, que acompaña con su esfuerzo a tantos hombres que ganan su pan con el sudor de su frente y que cultiva su persona y la de sus hermanos con el estudio serio y la formación diligente; cuida la creación con prudencia y admiración, desentrañando sus secretos y perfeccionándola con su ingenio para que llegue a la plenitud soñada por su Creador.
• El monje está llamado a ser un hombre eclesial que vive secretamente su inserción vital en su iglesia local y se compromete con lo que en cada momento descubre como un llamado de Dios en la construcción del Reino.

Historia


El Monasterio de Cristo Rey, perteneciente a la Orden de los Benedictinos fue fundado en 1956.
Desde aquel entonces, la villa es propicia para una vida ideal de oración y trabajo de aquellos jóvenes monjes que se inician con optimismo.

Años previos a su fundación las familias Cossio-Paz Posse, Paz Posse-Alurralde y Paz Posse Rougés donaron las tierras para levantar un monasterio.
En febrero de 1955, después de un largo viaje en camión desde Entre Ríos, los primeros monjes llegaron a El Siambón. El responsable del grupo era el padre Juan Vicente García Geniz. Él decidió que la abadía fuera construida con piedras de los ríos y con madera de los bosques de la zona.

El 7 de abril de 1956, los 15 monjes provenientes de la Abadía del Niño Dios, en Victoria (Entre Ríos), fundan el Monasterio Cristo Rey. En 1960 se había terminado lo esencial del Monasterio con la construcción del ala este, la hospedería, que une a la Iglesia con el ala norte.
Años más tarde, en febrero de 1964, el conocido artista porteño Ballester Peña realizó las pinturas murales de la Iglesia: el Cristo Rey resucitado glorioso en el frente, y la Virgen y el Niño en el lateral sur.

El concilio Vaticano II, con todo su oleaje de renovación, llegó casi en su nacimiento. Años más tarde los historiadores evaluarían el proceso, a veces doloroso, de evolución, escribiendo que no se puede ser cristiano, no se puede ser monje sin aceptar compartir los sufrimientos y la muerte de Jesús para poder compartir su resurrección.

En 1956 El Siambón era un lugar totalmente aislado. Solo un camino de ripio lo unía a la ciudad de San Miguel de Tucumán. Varios pasos de ríos se cortaban con frecuencia con las tormentas de verano. No había electricidad, ni mucho menos teléfono. Los primeros monjes tuvieron que hacer un poco de todo, además de vivir lo esencial de la vida monástica.
No es fácil discernir en qué grado ha influido el Monasterio en los actuales adelantos: caminos, electricidad, teléfono, escuelas, etc.

Descripción


El Monasterio Cristo Rey está ubicado en el departamento tucumano de Tafí Viejo, más concretamente en la localidad de El Siambón, dentro del circuito Las Yungas. Para llegar al
Monasterio desde San Miguel de Tucumán, se debe tomar el acceso norte de la Ruta Nacional N°9 (que lleva a la provincia de Salta) y en la localidad de Tapia (a 28 km de San Miguel) doblar hacia la izquierda por la Ruta Provincial 341, hasta el km 27.
La abadía posee una arquitectura particular, construida con piedras del lugar por las propias manos de los monjes benedictinos en la cumbre de una alta loma, desde la cual se observa una enorme alfombra verde de diferentes tonalidades y que se despliega sobre los cerros que se elevan a diferentes alturas.

El altar es una roca extraída del Río Grande, a 8 kilómetros de la abadía. Una empresa particular la trasladó hasta la capilla. Para colocarla, trabajaron desde las 8 hasta las 23h.
Al pie del altar se colocó una «conana», un recipiente donde los indígenas molían el maíz, como símbolo de unidad entre la comunidad de los monjes con los habitantes de la zona.

Como mencionamos, el artista porteño Ballester Peña realizó los murales de la iglesia: el Cristo Rey resucitado, en el frente, y la Virgen con el Niño, en el lateral sur; y en septiembre de 2003, el padre Rubén Leikán, monje de la abadía del Niño Dios, pintó la imagen de San Benito.

Es un sitio de gran espiritualidad, donde la vida austera y saludablemente silenciosa de los monjes contemplativos encontró perfecta conjugación en las apacibles colinas de El Siambón, conformando un entorno de manifiesta sensibilidad capaz de cautivar los sentidos de todo aquel que se acerca.

Reflexión, distensión y desahogo, el Monasterio mantiene sus puertas abiertas a quien sienta la necesidad o el deseo de visitarlo, pudiendo compartir con los monjes cinco liturgias diarias.
El edificio cuenta con cuatro habitaciones destinadas a quienes llegan a hacer retiros espirituales. Una de ellas puede albergar a un matrimonio. Las Hermanas del Buen Pastor ofrecen hospedaje para mujeres solas frente al edificio.
Al ingresar uno puede imaginar que está en un claustro erigido en la Europa medieval. Sin embargo, aunque muchos piensen que allí reina el pasado, el Monasterio es símbolo de progreso para los habitantes de la zona.

La visita


«Ora et labora» (reza y trabaja) es el lema de los monjes y esto se nota desde que uno sale de la ruta ingresando al predio, ya que son los mismos monjes benedictinos los que reparan los caminos. Además, se dedican a la agricultura, la ganadería y la apicultura.
Esto que cuento lo vi en mi primera visita cuando, acompañado por el padre Luis, llegamos desde la ciudad de San Miguel y en el ascenso unos de los monjes estaba reparando el camino.

Nuestra primera visita tuvo un regalo muy especial en un lugar muy especial.
Recorrer el Monasterio con el Padre de por sí tiene el valor agregado de ingresar y conocer lugares poco vistos en general. Además, ese mismo día el Padre celebró la misa para tres personas solamente, en la misma capilla del Monasterio. Este fue un regalo que hasta hoy agradezco a Dios haberlo recibido.

Como muchos sabrán, el padre Luis tiene su director espiritual en el Monasterio. Por ello, durante el tiempo que estuvo conversando con él, nosotros estuvimos tomando mate con un monje, que me ayudó a desmitificar el pensamiento que yo tenía de ellos. Este monje era cordobés, y para los lectores que no conocen esta provincia Argentina, es muy conocida por su humor. Y este monje se mostraba cordobés en todo, es decir, nos hizo reír mucho con sus anécdotas y relatos mientras tomábamos mate.
Entre las cosas que nos contó es que el Monasterio proporciona trabajo a las comunidades vecinas en las forestaciones de pinos, eucaliptos, frutales – con el asesoramiento del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria)
Hay, además, una fábrica de dulces, un colmenar, una cortadera de piedras, un laboratorio de cremas y fitoterápicos.
Los productos del Monasterio, así como recuerdos religiosos, pueden adquirirse en el local que está casi sobre la ruta del acceso al Monasterio, destacándose entre ellos la jalea real, el dulce de leche y la miel de abeja.

El Siambón es un pueblo en el que se combinan las delicias del paisaje, una historia que persiste y una paz poco común.
Este monje con el cual conversamos nos dijo también que, en lugar de ellos estar aislados, procuran ahondar en la comunión con la Iglesia universal compartiendo con ella «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo». Muy en particular, ahora hacen suyos ante el Señor en la oración los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro pueblo en el difícil momento que atraviesa la patria.
En El Siambón hasta el aire que se respira es diferente: un olor a campo invita a recorrer el predio en cualquier momento del día, con temperaturas más que agradables.

Terminando nuestra conversación el monje nos lee lo siguiente:
“Nuestros monasterios, ¿podrán ser las oficinas eficaces donde se modelen estos hombres? San Benito, en el prólogo de su Regla afirma que soñó con algo así. Por eso dice: «Vamos, pues, a instituir una escuela del servicio divino, y al hacerlo esperamos no establecer nada que sea áspero y penoso”.
«QUE EN TODO SEA DIOS GLORIFICADO»

Al salir leemos una placa que dice:
“Quien conoció El Siambón hace cuarenta años y lo compara con El Siambón de hoy queda admirado del cambio y lleno de esperanza para el futuro. Y los monjes, por su parte, quedan agradecidos por el actuar de Dios y la generosidad de tanta buena voluntad que ha hecho posible el actual desarrollo.
Que el Señor, que hace germinar y crecer la semilla mientras el sembrador duerme (Mc 4,26-29) fecunde, para bien de todo el Pueblo de Dios, la plantita de la vida monástica, nacida en El Siambón”.
Tips de Viajero
• Dirección: desde San Miguel de Tucumán, se puede llegar a través de la Ruta Nacional Nº 9 para empalmar tras 27 kilómetros con la Ruta Provincial Nº 341. Desde allí, se recorren aproximadamente 30 kilómetros más hasta llegar a El Siambón.
• El Monasterio ofrece misas en distintos horarios. Para más información comunicarse al teléfono 0381-4925000.
• Pasear por El Nogalito.
• Degustar los dulces regionales que realizan los monjes desde hace décadas. Famosos por la producción de sus licores, jaleas, dulce de leche, miel, como también por los productos cosméticos y fitoterápicos.
• Hay un camping que está a 10 kilómetros de este lugar. En el Monasterio cuentan con servicios para quien acampe, además de un comedor que cumple las funciones de restaurante, aunque no lo habilitan todo el año.

Info: monasteriocristorey.com.ar

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