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Meditación del día 14 de diciembre

por Pbro. Luis A. Zazano

Evangelio según san Mateo 21,28-32

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña’.
El respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». «El primero», le respondieron. Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».

Hacer la voluntad de Dios

1) El que se arrepiente: Es la actitud del primer hijo. Es cuando hay un arrepentimiento verdadero, un cambio de dirección en tu vida. Es esto lo que debe pasar. No podes siempre ir con tu terquedad. En la vida hay momentos de crisis y son esos momentos los que te hacen definir y madurar. La madurez implica arrepentirse, pensar y cambiar. No es tan solo quererlo, sino también buscarlo y dar muestra de cambiar para seguir la voluntad de Dios y no la de uno.

2) La falsedad: Es cuando decimos sí sí, pero en el fondo es un no. Es un problema también de identidad, ya que por temor al qué dirán muestra cosas que no son las reales. Es cuando se presenta la típica actitud inmadura de querer quedar bien con todo el mundo. Todos tenemos un poco de esto. Nos cuesta renunciar y asumir la propia responsabilidad. Incluso en la vía religiosa, en donde a Dios lo usamos de escape o como un garante de lo que queremos.

3) La voluntad: Es aquí donde uno debe cuestionarse y mirar su identidad. La vida está marcada por compromisos y fidelidad a la palabra y decisión que uno toma. Nadie puede obligar a nadie, pero uno mismo debe asumir la responsabilidad de lo que dice y lo que decide. Es por ello que antes de decidir es conveniente pensar, rezar y confiar. Si estás haciendo su voluntad sé que te va a costar, pero paz vas a tener. Ten confianza porque como dice Santa Teresa: «nada te turbe, nada te espante, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta».

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