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¿Por qué hizo el Papa Francisco ese discurso ante los mapuches?

por Esteban Pittaro
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En el acto más complicado de la visita del Papa Francisco a Chile, Papa Francisco mandó un importante mensaje a quienes apelan por la violencia en América Latina

La escala de Temuco era probablemente la más difícil de la gira papal. El Papa había decidido viajar al corazón de un conflicto que desde hace años viene dejando como consecuencias severos daños, centenares de camiones quemados y trabajadores perjudicados, parroquias y capillas católicas incendiadas, además de templos evangélicos, un estudiante que perdió la vida en una toma y un matrimonio de propietarios asesinado, entre otras manchas en la convivencia pacífica de un país que es de los más estables de la región.

El conflicto surge de un reclamo por tierras que miembros de la etnia Mapuche realizan tanto al Estado como a actores privados. Aunque durante la segunda mitad del siglo XX progresivamente los mapuches han ido denunciando un avasallamiento sobre su pueblo, en sus reclamos, desde hace 20 años, se han ido radicalizando grupos que en el marco de su reivindicación llegan a reclamar el reconocimiento a un Estado mapuche independiente a través de actos delictivos, en general incendiarios.

Desde 2014, se registraron cerca de mil ataques en el territorio de la Araucanía, cuyo 15% de hecho hoy está bajo control mapuche. Se trata de grupos minoritarios que utilizan acciones guerrilleras, que injustamente están tiñendo de esos términos violentos a una etnia que en otras circunstancias, y aún compartiendo reclamos, convive de manera absolutamente pacífica e integrada.

Distintos ataques de los que ya se ha informado se registraron en las horas previas a la llegada del Papa. La tensión, por la seguridad del Pontífice, era extrema. Y la expectativa por la homilía del Papa Francisco altísima. Y el Papa, en un mensaje lleno de intertextualidades con la región, con autores chilenos, con palabras en mapudungún (la lengua mapuche, cuya traducción es “lengua de la tierra”), no eludió ningún punto del conflicto. Y dio ideas que van más allá del conflicto mapuche, mensajes ineludibles para quienes aún con justos reclamos apelan a la violencia, como muchos incluso en el nombre de Cristo lo han hecho y lo hacen en América Latina.

Comenzó saludando en mapudungún y proclamando un elogio ineludible a la región “tierra bendecida por el Creador con la fertilidad de inmensos campos verdes, con bosques cuajados de imponentes araucarias, sus majestuosos volcanes nevados, sus lagos y ríos llenos de vida”, con una referencia a la poetisa chilena Gabriela Mistral. Pero casi inmediatamente reconoció, citando en esta ocasión a Violeta Parra, que “Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar”.

Como en la buena retórica, el Papa comienza concediendo al otro lo justo de su reconocimiento, el Papa reconoce que en la región hay belleza, pero también pena y dolor. “La entrega de Jesús en la cruz carga con todo el pecado y el dolor de nuestros pueblos, un dolor para ser redimido. En el Evangelio que hemos escuchado, Jesús ruega al Padre para que ‘todos sean uno’ (Jn 17,21). En una hora crucial de su vida se detiene a pedir por la unidad. Su corazón sabe que una de las peores amenazas que golpea y golpeará a los suyos y a la humanidad toda será la división y el enfrentamiento, el avasallamiento de unos sobre otros. ¡Cuántas lágrimas derramadas!”, dijo el Papa en referencia al Evangelio leído y a años de injusticia en la relación entre los pueblos.

Es en torno a la unidad anhelada por Jesús en su oración que el Papa propone en su homilía una idea que masculla desde sus años en el Colegio Máximo, de San Miguel, cuando organizaba congresos sobre inculturación: “Una de las principales tentaciones a enfrentar es confundir unidad con uniformidad. Jesús no le pide a su Padre que todos sean iguales, que todos sean idénticos; ya que la unidad no nace ni nacerá de neutralizar o silenciar las diferencias. La unidad no es un simulacro ni de integración forzada ni de marginación armonizada. La riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás. No es ni será una uniformidad asfixiante que nace normalmente del predominio y la fuerza del más fuerte, ni tampoco una separación que no reconozca la bondad de los demás”, propuso el Papa.

“La unidad pedida y ofrecida por Jesús reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra. La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias. Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o culturas inferiores”, completó el Papa.

 

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Condena a dos formas de violencias

En su homilía, el Papa pide trabajar la unidad “desde el reconocimiento y la solidaridad”, pero aclara que se “puede aceptar cualquier medio para lograr este fin”. Y antes de mencionar la violencia explícita advierte que “la elaboración de ‘bellos acuerdos que nunca llegan a concretarse” también son una forma de violencia porque “frustra la esperanza”. La advertencia es clara, tras años y años de diálogos infructuosos de planes, como dice el Papa, “que al no volverse concretos terminan ‘borrando con el codo, lo escrito con la mano’”.

La segunda forma de violencia que cuestiona el Papa es la más explícita: “En segundo lugar, es imprescindible defender que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa”.

El Papa no adjudica a los mapuches esa advertencia, no por cuestiones sólo políticas, sino porque sus palabras justamente tienen más destinatarios. En su homilía en la Misa de Temuco el Papa aborda una cuestión de fondo que emerge con los mapuches en la Araucanía, y crecientemente en la Patagonia Argentina, pero que tiene expresiones en todo el mundo.

En la Araucanía, sin embargo, llega en un momento justo, como apoyo a quienes rechazando la violencia viven y tejen el arte de la unidad.

Fotos: franciscoenchile.cl

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