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Actitudes que imitar de María

por Luz Ivonne Ream
virgen-guadalupe

María -Madre de Dios- mujer prudente y humilde que guardaba todas las cosas en su corazón.

Mujer que con su “Fiat” fue el medio para que Aquel que nos reconciliaría con el Padre pudiera nacer -Jesús-. La nueva Eva. El primer Tabernáculo, la llena de Gracia, el consuelo de los afligidos y auxilio de los cristianos… Madre espiritual por excelencia; nuestro camino directo y seguro a Jesús. La toda pura. Tanto que podemos aprender de María.

Tú y yo tenemos en nuestro interior ese deseo de buscar, de tener modelos a emular, seguir los pasos de un personaje al que admiremos y de quien podamos imitar su vida y virtudes. Como fémina pienso que no hay mejor ejemplo que el de María, mujer que guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón. Esto nos habla de su vida discreta, prudente y recatada. No era una mujer que va haciendo aspavientos por la vida, sino que es persona de oración profunda que en el silencio escucha la voz de Dios.

Todo en María era perfección. Sin embargo, hoy te invito a que nos enfoquemos en solo 3 respuestas o actitudes de amor -de tantísimas que tuvo- al enterarse que sería la Madre de Dios y que tú y yo como mujeres que reconocemos nuestra dignidad y valor y buscamos ser cada día mejores podemos imitar en nuestro diario vivir.

Respuesta “Ecce” -he aquí-. La respuesta amorosa de María -en obediencia y sin entender a profundidad el plan de Dios- fue confiada: “He aquí la esclava del Señor”. Ella, mujer de Fe, tenía la certeza del amor Dios y por lo mismo se abrió a su voluntad: aquí estoy para ti, mi Señor.

Como respondemos tú y yo cuando Dios se nos presenta en forma de Cruz, de tribulación o dolor; cuando las vicisitudes de la vida nos invitan a perder el equilibrio. Cuando el sufrimiento nos acompaña, renegamos o le decimos a Dios “Ecce” -aquí estoy- porque tengo la certeza de que hay un plan de salvación perfecto detrás de todo esto. Cuando las cosas no salen como las planeamos… Como María, atiende la voz de Dios y medita esto en tu corazón. Simplemente dile: “Habla, mi Señor, he aquí tu sierva que te escucha”.

Respuesta “Fiat” -hágase-. Si, Señor, aquí estoy y hágase tu voluntad. El sì de María es -y sigue siendo- un sí sostenido, sin cambios ni alteraciones. Un sí que se ha mantenido a través del tiempo y bajo cualquier circunstancia -pena, gozo o dolor-. Un sí que no cambio en una huida a Egipto ni al pie de la cruz.

Y tú “sí”, ¿cómo lo vives? Si eres casada, ¿has vivido un sí sostenido como el de María desde el momento que dijiste sí en el altar? El matrimonio es un sí sostenido, no en un sentimiento, sino en la donación, en el servicio, en la voluntad de amar y ayudar a la mutua santificación. 

¿Has vivido un sí constante a tu facultad de ser madre? La maternidad es un sí sostenido en el regalo que es dar vida, una gracia que no es un derecho, sino un don Divino.

Es muy importante que ese “sí” lo renovemos a diario y -como María- mantenerlo bajo cualquier momento o circunstancia. Nuestro sí debe ser un sí incesante en el amor y quien es el Amor sino Dios.

Con amor hay que decirle a Dios “utilízame” según tu voluntad, aquí estoy para ti. Hay que dejarnos usar por Él, ser motivo de alegría y portadores de esperanza. Que dondequiera que vayamos seamos fuente de paz y del amor de Dios que habita en tu corazón y en el mío.

Respuesta “Magníficat”. Una actitud de gratitud, de alabanza, de gozo y regocijo. María responde con un corazón agradecido: ¡gracias, Señor, por tomarme en cuenta! Y seguramente así nos pasa muchas veces a ti y a mí. Nos sentiremos indignos de que Dios nos regale sus dones, nos preste sus talentos, todo lo que nos da sin merecerlo. Nuestra respuesta debe ser un “sí” acepto, con gozo, alegría por ser tomada en cuenta, sin lugar al miedo o a la duda, aunque no me sienta digna porque Dios solo necesita de nuestro sí para comenzar a hacer su obra a través de nosotros. Nuestro corazón debe ser uno agradecido, humilde, desprendido para alabar, adorar, glorificar y magnificar el Nombre de Dios y a toda su obra. Esto es importante porque aquel que no agradece -magnifica-, rebaja -humilla-. Vivir con un corazón enamorado a todo lo que huela a Dios y transmitir complacidos el testimonio de su amor para cada uno de nosotros en nuestra vida como lo hizo María en el canto del “Magníficat”. Contemos nuestras bendiciones y engrandezcamos nuestra alma en la gratitud del amor de Dios.

María, la Madre de Dios; tu Madre y la mía. Si queremos que sea la Reina de nuestras familias lo primero que tiene que hacer es reinar en cada uno de nuestros corazones. Hay que invocarla como Reina de la Familia, recordando su importancia como intercesora de los hombres ante Dios.

 

 

 

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