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La opción por los pobres

por Dr. Rafael Luciani
pobreza

La opción preferencial por los pobres ha sido una de las contribuciones más importantes que ha hecho la Iglesia latinoamericana.

 

 

Sin ella no es posible comprender el modo como fue recibido el Concilio Vaticano II (1962-1965) en la región. Hoy se puede afirmar que es una enseñanza oficial de la Iglesia. Benedicto XVI, en el discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe, recordó que «la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8,9). Optar por el pobre es hacerlo por ese Dios que se revela en Jesús. Y es, ante todo, una opción de Dios mismo por ellos, según ha sido comunicada por medio de la vida de Jesús y transmitida a todos nosotros a través de los Evangelios.

El magisterio de Francisco continúa esta senda y entiende que el «pobre es una categoría teológica» (Evangelii Gaudium 198), que «los pobres son la carne de Cristo» (Paraguay, 11 de julio de 2015). En este sentido es una condición sine qua non para la vida cristiana que la define en su identidad discipular, porque la propuesta de Jesús, que es la del Reinado de Dios, no es la de una relación privada e íntima con Dios (EG 183), sino la de una relación que implica construir una sociedad de fraternidad, paz, justicia y dignidad para todos (EG 180).

A pocos días de su elección, el 15 de marzo del 2013, Francisco pronunciará aquella frase que definirá a su pontificado: «¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!», significando con ella que no estamos ante una opción facultativa entre tantas otras posibles, sino ante una opción fundamental en la vida del cristiano y de la Iglesia en su conjunto, pues la falta de solidaridad para con el pobre «afecta directamente a nuestra relación con Dios» (EG 187) y limita nuestro modo humano de ser y vivir en esta historia.

El modelo eclesial que Bergoglio recibe en Aparecida será el que Francisco profundice en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, donde llama a desandar los espacios públicos, los nuevos ágoras, para rechazar los intentos de privatización de la religión; a alejarse de formas devocionales de arraigo individualista y sentimental (EG 70) y a superar una mentalidad social asistencialista (EG 204). En fin, hay que recuperar un cristianismo con Evangelio (EG 11) para poder ir al encuentro de las periferias (EG 20) con un «nuevo discurso de la credibilidad» (EG 132).

Para Francisco esta opción conduce a discernir el lugar social en el que nos movemos y desde donde pensamos, para descubrir los signos de la presencia de Dios (Gaudium et Spes 11). Cuando leemos las Escrituras nos damos cuenta de que el lugar social para Jesús, donde pasa su tiempo y deja su cansancio, es la realidad de los pobres en sus luchas cotidianas por mejorar sus condiciones de vida sociopolíticas y económicas. Es ahí y a ellos a quienes ofrece palabras de esperanza y gestos de sanación.

Comprender esto implica un desplazamiento de nuestra zona de seguridad hacia el lugar donde se encuentran y viven los excluidos, los desechados por la sociedad, porque es desde ahí, con ellos, donde se puede entender «la verdad de la realidad», la verdad de lo que sucede. Este desplazamiento significa convertirnos, conocer por experiencia lo que vive la gente, y no dejarnos llevar por la tentación del sistema dominante actual que nos hace pensar sobre la realidad de los otros pero sin ellos, sin conocer ni padecer sus mundos de vida y las condiciones en las que se encuentran. Así lo explicó Francisco en una entrevista que le concediera en el año 2014 al jesuita Antonio Spadaro: «Hago muy seguido referencia a una carta del padre Pedro Arrupe, que fue General de la Compañía de Jesús. Era una carta dirigida a los Centros de Investigación y Acción Social (CIAS). En esta carta, el padre Arrupe hablaba de la pobreza y decía que es necesario un tiempo de contacto real con los pobres. Para mí esto es realmente importante: es necesario conocer la realidad por experiencia, dedicando un tiempo para ir a la periferia para conocer de verdad la realidad y lo vivido por la gente. Si esto no ocurre, entonces, se corre el riego de ser abstractos ideólogos o fundamentalistas, y esto no es sano».

Sin esta mirada desde la periferia la predicación del Evangelio será intranscendente. Por ello, es preciso entablar una atención amante que considere al pobre como sujeto, en relación horizontal y trato igualitario. Esta atención amante no se basa en una conversión solo del trato personal o de las costumbres, sino del cambio de mi orientación de vida de modo que todo lo que haga sea en función del bien del otro. Para Francisco esto está ocurriendo entre aquellos «sacerdotes y agentes pastorales que cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo a los excluidos de todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de salud, el deporte y la educación» (FRANCISCO, II Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Bolivia 9 de julio de 2015).

(Mireia Bonilla – Fuente: Radio Vaticano

 

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